Hace años, una tarde de agosto, escuchaba esta canción mientras trabajaba en el ordenador. Era una tarde que me pesaba en el pecho, de las que aprietan la garganta. Me habían pasado cosas que yo creía, entonces, terribles.
Esa tarde contesté a un email mientras yo escuchaba esta canción fingiendo una vitalidad que no tenía. Contaba como "alguien" de mi empresa de comunicación me requería que consiguiera para una entrevista, el número del móvil de algún inmigrante de los que se habían atricherado en una iglesia de la Linea de la Concepción para no ser deportados, al amparo de algún párroco de la teología de la liberación, pero que a poder ser, no fuera magrebí sino subsahariano, que resultaría más dramático.. Entre lo que me pasaba a mi, lo que le estaba pasando al mundo y el tono de esta canción yo no hubiera dano un duro esa tarde porque alguna vez pudiera volver a considerame alguien alegre.
Desde entonces, ninguno de aquellos males míos se arregló ni ninguno de mis proyectos se cumplió..y además el mundo fue a peor. Pero me convertí en alguien alegre...
Y estoy segura de que en ello intervino esta canción:
Mi mejor amiga es esquizofrénica. También tiene un diagnóstico de trastorno de la personalidad borderline. Según ella, borderline significa que está lindando con la locura. Yo le digo: "Pepa, no es exactamente así.."
Es cierto que la comunidad psiquiátrica le llaman a los borderlines "limítrofes" o "fronterizos", pero no han podido definir muy bien que hay al otro lado de la "line". Se describe sin embargo una desorganización emocional severa que somete al individuo a un vaivén salvaje entre el placer y el dolor, desordena su conducta y limita su capacidad de coordinación social.
Curiosamente, la personalidad bordeline no se asocia de manera natural a la esquizofrenia. Sin embargo Pepa dispone de los dos diagnósticos. Un hecho altamente improbable, sólo desde el punto de vista matémático. Es muy infrecuente que un ser humano tenga una perturbación mental, y mucho menos que tenga el mismo ser humano dos perturbaciones distintas. ¿Eso querría decir que es imposible, o que sus médicos se han equivocado? Nadie lo puede afirmar. Se puede en todo caso sospechar o creer, pero no afirmar. Cuando creemos, no afirmamos. Creemos sólo en aquello de lo se puede dudar, de lo que no se puede dudar es porque lo sabemos.
Pepa cree que ella está loca. Yo lo dudo, uego yo creo en la posibilidad de que no lo esté.
Ella se remite a cuando estuvo convencida que contactaba con seres no terrenales. Le digo que hay millones de personas ahora mismo en el mundo esperando que unos angeles con trompetas anuncien el apocalipsis en cualquer momento, y que hoy domingo,por ejemplo, están yendo a misa con todo el desparpajo y nadie les llama esquizofrénicos ni alucinados.
Le explico que la locura no es un término científico. La locura es un referente social de lo que es aceptable y de lo que no lo es y noto que Pepa empieza a creer que yo pienso como una loca. No lo sabe, sólo lo cree. Simplemente duda.
Cada vez que un ser humano le dice a otro algo que le resulta incomprensible, la palabra locura planea y se desliza entre los dos.
Pepa me dice que la demencia sí existe. Claro Pepa, la demencia existe. Un enfermo de Alzheimer es un demente. Un demente no recuerda su nombre propio, o no reconoce la cara de su hijo. El demente se desconecta de la realidad, pero no propone versiones nuevas de la misma.
Pepa duda de mí porque le doy la razón, la misma que le escatima la ciencia: su propia razón. Ella se ha acostumbrado a no tener razón y no está dispuesta a escuchar a nadie que le diga que la pudiera tener. En ese punto se comporta como una persona cuerda, se ciñe estrictamente a lo aceptable. Me suele insistir: "sobre eso no hay nada concluyente"
Pues si no hay nada concluyente, Pepa, no vamos a tener otro remedio que creer, le digo. Y puestas a creer podemos creer que tu estas loca y yo no, o que lo estoy yo y no tú o que lo estamos las dos o quizás ninguna. Pero lo cierto es que tu tienes una incapacidad permanente por enfermedad mental y yo que cotizo a la seguridad social, pago mis impuestos y estoy todos los días en mi trabajo a las ocho de la mañana (bueno a las ocho y diez) como una rosa, creo que pudiera estar más loca que tu. Pero sólo lo creo.
Para explicarme es bueno saber que nací en los Remedios pero soy trianera. Puede ser que sea contradictoria y ambigua porque así lo dijo la probabilidad, la combinatoria o la genética (que al fin o al cabo son lo mismo). Puede ser que me tocara nacer y crecer entre dos trozos del mundo inmediatos y divergentes. Puede ser que los que hicieramos divergente a lo imediato fuéramos todos los contradictorios y ambiguos que crecimos allí...
LOS REMEDiOS.
(ESCUCHAR MIENTRAS SE SIGUE LEYENDO)
Boite o snack bar eran palabras inconcebibles dos calles más allá, cuando nací en ese barrio, pero allí ya existían. Los Remedios era un tercio norteamericano, un tercio madrileño y un tercio de sevillanos rancios emigrados del centro de la ciudad.
Los porteros de uniformes, los supermercados, las cafeterías y los cajeros automáticos eran como una marea de la modernidad que mojaban el serrín del suelo de las tabernas de Triana o del Arenal desde ese barrio pijo y extraño que le brotó a Sevilla en los 60.
Allí me concibieron y criaron un trianero y una madrileña ,entre avenidas de oficinas, calles comerciales, pisos con habitaciones para el servicio, parroquias modernistas y apellidos largos.
Conocí los locales de la calle Montecarmelo, tomé las patatas fritasde Sargent Pipper, las cervezas de la Maceta, y probé algo de los ochenta en los pubs.
En lo Remedios me dí cuenta que la vida me había dado permiso para ser atípica, quizás cuando escuchaba cantar a un rockero encorbatado y borracho, con gafas americanas de la base de Rota, católico, apostólico y sevillista...
TRIANA,
(LO MISMO QUE ANTES, DALE AL PLAY)
Triana estaba al lado y estaba dentro.Mi padre ya se encargó de lo último.
Por eso cuando pude elegir donde vivir, elegí Triana,
La Triana que me diseñó mi padre tenía una fábrica de hielo en una esquina, un tienda de carbones en otra y un patio de vecinos en medio. Vi a una preñá comer el caliche de una pared un mediodía de invierno que tomaba el sol con mi tía Concha, la gitana, en la puerta de su casa, después de hacer las faenas, la misma puerta que ayudé a valdear de agua alguna tarde verano, cerca de la Plazuela.
En la Iglesia de Santa Ana he visto casarse a mis hermanos, porque todos quisieron hacerlo alguna vez, menos yo. Pero allí en la Pila de los Gitanos, le eché el agua a mi niña y hace muy poco a mi ahijado, cuando Triana ya tenía el brillo metálico de los veladores y el clamor de los goles de las televisiones de plasma. Triana, la semiótica, donde algunas palabras llegan al mismo fondo de su significado, como "rincón" o "puente". Elegí la Triana brillante e impresionista que se refleja de noche en el río desde la calle Betis, y también el sopor y el ronroneo de los aires acondicionados de sus aceras en agosto. Elegí para criar a mi hija una calles donde siempre se vive en doble fila y se estaciona en prohibido o caminas sola mientras conversas con tus tacones.
Allí, al lado de donde nací, de donde procedía, comprendí que tenía la facultad de ser típica y la libertad de no serlo.
Salí corriendo por el pasillo cuando me dijeron "Juanjo se ha mareado". Dejé a la persona que me lo decía con la palabra en la boca y salí corriendo y al llegar a la zona de los ascensores me lo encontré sentado en el sofá con los ojos semicerrados mientras David le abanicaba. "Ay, que blanco estás" le dije e inmediatamente me arrepentí de decirlo. Fueron llegando más compañeros. Todos estábamos perplejos. Algunos empezaron un rosario de preguntas : "¿Has comido? ¿Te duele algo? ¿Te late el corazon?.". Otros le tomaban sucesivamente el pulso, intentaban subirle las piernas al sofá, o le tocaban el sudor frío de sus sienes. Antonio y yo abrimos las puertas de las escaleras y metimos periodicos atrasados debajo para que no se volvieran a cerrar. En la empresa hace calor, mucho calor y humedad, porque un disparatado y políticamente correcto plan de austeridad ha restringido el aire acondicionado. Juanjo es el realizador del informativo del que soy productora. Trabajamos cada día codo con codo, a veces en medio de la prisa y la tensión, a veces en medio de la risa y de la confidencia. Se agolpan los compañeros en ese momento en torno a él que no mejora, que contesta con los dedos, que apenas puede hablar. Es hora de llamar a algún médico y a su mujer, que trabaja en otro edificio de la misma empresa. Me aparto un poco, Creo que somos demasiados, que podemos agobiarl. Aguien me dice que viene el 061 ya. Entonces pensé "¿Y si se estuviera muriendo?" Y sentí como si una mano empujara mi pecho fuertemente, una sensación de que a los pulmones les costara llenarse de aire, En ese instante comprendí que no somos concientes de la fragilidad de todo lo que nos rodea, Que no estamos despiertos para reconocer en cada minuto como nuestra vida está llena de caras y voces, de olores y formas que destinamos al fondo, siempre al fondo. Entendí cómo nuestro amor se reparte, se fragmenta, en una jerarquía de planos en el que ninguno es insignificante y en el que muy pocos son significativos. Que son, en demasiadas ocasiones , más prioritarias las ausencias que las presencias. Pero la lucidez que otorga a la mente los sustos me prodigó una idea repentina, una especie de revelación, un insight labrado en algunas noches de estudiar el sistema nervioso. Entre los cuerpos de compañeros tensos, la palidez, la sudoración y la apariencia de aplomamiento de las extremidades de Juanjo me inspiraron una hipótesis: ""Tiene una reacción vagal. No se va a morir.. por lo menos hoy" Yo no estaba segura. No soy médico, sólo estudiante de psicología. Pero sé del sistema nervioso más que la media de la población y además ese pensamiento apartó la invisible mano que empujaba mi pecho y permitío que respirara hondo. "Lo mismo es sólo una reacción vagal" dije en voz alta. Varios me miraron y alguno preguntó " ¿El qué?" "Una reacción vagal, un cuadro que produce el sístema parasimpático en algunas situaciones, lo mismo que sufren algunos soldados en los desfiles o lo que les pasa a algunas personas cuando ven sangre o le dan una mala noticia de repente. Aquí hace demasiada calor y humedad y Juanjo lleva ya dos horas sin moverse de la mesa de sonido..." Yo comprendo que no me comprendan. Incluso agradezco que me escuchen sin comprenderme. Sé que les doy a los que me rodean infinitas posibilidades de practicar la paciencia. Llegó María José, la mujer de Juanjo, casi a la vez que el personal sanitario que desplegó todo un catálogo de instrumentos para comprobar qué le ocurría a mi compañero. Yo me fui a fumar con mi susto y mis revelaciones. Cuando volví, los del 061 ya se iban y no se llevaban a Juanjo que seguía pálido y sentado. ¿Qué han dicho? Y María José me contestó "Es un presíncope vasovagal, o algo así, no es peligroso en principio.." Lo peligroso, lo grave (pensé yo mientras le sonreía) es estar sordos, desmayados, desplomados, desfallecidos.. ante una realidad que nos envuelve y arropa, ante una vida que nos habla y nos indica, ante un pensamiento que se vuelve nítido cuando la vida decide de repente que es hora de espabilarnos.
Sandra tiene los ojos muy similares a los de su gato, pero el gato tiene la piel blanca con manchas pardas y la de Sandra es oscura por el sol. Sandra es puta, Su nombre de puta es Mía.
Estoy cenando en casa de Sandra con mi amiga Isabel. El por qué estoy cenado con dos amigas. una de ella puta profesional. se puede remontar a la historia desde qué nací... y también a desde que hubo la primera puta.. Las dos condiciones son necesarias para que yo cene el sábado por la noche con una puta profesioanal. Y ninguna es menos inocente.
Nosotras llevamos calabacines, gazpacho y vino del Opencor. Ella nos espera con una ensalada griega y Pavarotti,
Ya antes de cenar, Mía me ofrece la primera raya, y le digo que no. Ya después de cenar, le ofrezco un porro ella me dice. "No, no me sienta muy bien. ¿Quieges tu una gaya? (Mía es alemana, y Sandra también), Y le digo. "No, no vaya a sentarme bien".
Al rato, en la conversación de las tres, sigo los movimientos de Sandra, cada vez más ingrávidos y ágiles, como el de un gato que cae o un bailarín que salta y me pregunto si la coca vuelve así sus músculos o el cannabis mis ojos...
Y así sigo preguntándome si no será lo extraordinario mi ignorancia de su vida y lo normal su vida misma.
Dejé de lado a la de periodismo que pregunta y la del psicología que intepreta.Unicamente permití esa noche a la escritora que calla y observa, la exceptica, la abierta..
Y ninguna es menos inocente...
A la amiga que me regaló este ave maría mientras caía la tarde que siempre cae a la espalda, en el mar nuestro.
Mi hija, mi hermana y yo terminamos de comer en un chiringuito restaurante en la playa del Palmar, Vejer de la Frontera, provincia de Cádiz. Fuera está nublado y hace bastante viento.
Estamos en la parte cubierta del chiringuito y cuando terminamos de comer y pagar nos dirigimos mientras charlamos a la puerta más próxima. Yo corro un pestillito y se abre la puerta. Mi hija dice "como salgamos por aquí, la puerta se queda abierta, porque el pestillo está sólo por dentro".
Entonces yo digo: "Pues entonces no salgamos por aqu,í si no la puerta va a dar portazos con el viento y molestará, mejor damos un rodeo"
Mi hermana dice "Bueno, salid vosotras dos ya que estamos aqui y yo vuelvo a cerrar y doy el rodeo"
Y mi hija dice, " Que va! para eso te acompañamos y damos el rodeo las tres"
Y en esto se levanta un hippy de una mesa y dice: "Anda..salid las tres y yo cierro"
Y salimos las tres con cierto aire de desconcierto mientras el hippy dice, "salid, salid traquilas las tres, que esto no va a pitar"
Y después recuerdo que intentábamos abrir el coche con una mano y con la otra nos sujetábamos la barriga muertas de risa.
Camino algunas tardes por el río. Cruzamos hacia Sevilla y por "El Capote" descendemos.
Mi hija se entusiasma con el ambiente; los abrazos y los litros sobre el cesped, el bullicio de los sentados y el silencio de los que corren. Mientras caminamos, el sol baja sus dedos por nuestra espalda y a nuestro lado el río se enciende.
A veces hay ocas en nuestra orilla y siempre hay puentes.
La felicidad no existe (Fdo: Un infeliz.)
En la puerta del hospital está mi hermana con el bebé,( dice mi madre en la habitación). Bajo y me lo llevo para que mi hermana pueda subir.
La hija pequeña de mi hermano quiere acompañarnos. Los tres paseamos con carrito por el bullicio de la tarde de la calle San Jancito.
En las sillas de aluminio del Horno de San Buenaventura, no detenemos a descansar para ver caer la tarde y pasar la gente. Le canto al niño una canción sobre un serrucho porque rima con te quiero mucho. Anita cuestiona la letra minuciosamente. El bebé patalea. Yo soy feliz.
He comprado 150 gramos de jamón de bellota. Entro en la primera cancela junto un muchacho moreno con sonrisa blanca y desde el patio de la comunidad veo a mi hija en la ventana de mi cocina. !Maria, no te hagas la cena que mira lo que traigo! Y agito la bolsa de la charcutería. Mi hija se vuelve a la ventana y me contesta:!No!, si estoy fregando los platos. En mitad del patio, con una bolsa de plástico pendiendo de una muñeca, empiezo a aplaudir. El vecino de los dientes blancos me sujeta la segunda cancela mientras se ríe. Yo soy feliz
He visto a mi hermano, aquel con el que crecí y corrí por las calles de tierra, con su pecho sembrado de cables. Lo oí decir en la UCI Hermana, búscame un periódico que me aburro mucho aquí. Y corrí por las calles de piedra para encontrar sólo una revista de Historia que contaba cosas de los asirios. Corrí, y di gracias a Dios de que los puestos de prensa abiertos a esa hora, quedaran lejos del hospital. Agradecí al Dios del que todos los días dudo y todos los días reconstruyo que me diera una causa para correr por las calles, cuando más lo necesitaba
En el bar del moro de Ciudad Aljarafe, la conversación con Carmen entró en especular cuándo y cómo recibiría una llamada, qué creía yo al respecto..
Y me oí decir ¿Sabes qué creo o mejor, en lo que creo? Creo en mis hermanas, en mi hija, en el bebé nuevo, en Richard y en Miguel.
En ese momento tuve la certeza que no hay mejor lugar en el mundo para esa tarde de verano que de donde yo venía minutos atrás, del cobijo de un árbol donde mi hermana pequeña amamantaba a su hijo desnudo.
Creo en ese árbol y en esa sombra y en ese verano momentáneo en el que el amor es real.
No me quiero distraer. Quiero volver a la casa y ayudar a Meme a recoger los apuntes que se han caído a la piscina. Me apetece que mi hija invada con su frente, una vez más, mi cuello.
Ni en mis manos que pescan las hojas que se ablandan y emborronan, ni en la frente de mi hija, ni en el pezón de mi hermana, hay sitio para la neurosis y el egocentrismo. Ni ese pezón ni esa frente generan la lírica hueca en la que hay que suponer, ni yo dedico mis manos a hacer malabarismos.
Debajo del árbol, en la superficie de la piscina y en este cuello erizado, hay certidumbre.
Este amor es nítido. No exige cálculos.
Le he comprado unos parches para las ampollas en la farmacia y en en la terraza de la esquina, no sentamos para que yo se los ponga en los piés. Le hizo daño unos zapatos que se compró. Le dije que llevara siempre yodo sobre las heridas, y ella me dice que lo hizo pero que se le vá enseguida con el agua de la piscina de la abuela, y yo lo digo que no se meta entonces tanto en la piscina y ella me dice ponte guapa porque ya van a llegar y entre mis amigos tú tienes fama de guapa y de friki porque juegas a estrategia en internet y entonces me echa el pelo sobre los hombros mientras yo desde la silla metalica en la terraza en la que nadie viene a ofrecerme café, encorvada y renegando de lo de friki, le curo uno de sus píes.
Se aproximan dos adolescentes morenos por la calle y mi hija respinga en su silla metálica de terraza. Besos, breves frases, recomendaciones y el cosquilleo coqueto de mi pelo sobre los mis hombros que ella misma dispuso.
Venga que perdeis el tren y la dejo alejarse detrás de un beso apresurado con sus dos amigos. La observo unos minutos y al cabo de unos metros los brazos de mi hija y de uno de ellos se entrelazan la cintura y la joía ya no cojea tanto.
Adios, niña...
CÓMO QUIERO SER
En un libro de texto del colegio leí un cuento que me impresionó para siempre. Aunque el cuento pueda indicar otra cosa, el libro de texto no era de religión sino de lengua.
Yo lo leí una vez y sentí el leve roce en la nuca del entendimiento. Esa sensación de que te has crecido un miembro más, te has descubierto un sentido más, que hay algo en ti fresco y sin forma, que ha brotado.
Sé que lo leí bastantes veces más, ya sin obligación, por el hecho de que me sentía bien pensando lo que decía el texto. Alguna vez lo leería por última vez y en alguna otra vez perdería el libro. Pero mi nuca ya estaba tocada..
Luego he leído, oído cosas que me han formado tal como soy: alguien que escribe esto en vez de estar haciendo otras cosas, intentando otras cosas. Pero de ninguna conservo esa experiencia tan clara, mayor revelación que tener de repente en un momento de tu infancia, la certeza de como quería ser para siempre.
Recuerdo el cuento y lo intentaré reproducir ahora. Nunca sabré cuanta distancia recorrerá mi versión en el estilo pero os puedo jurar que estoy absolutamente segura que decía esto:
En mitad de un inhóspito páramo castellano se hallaba un monasterio franciscano. En esta pequeña congregación, los monjes tenían que salir cada día a las poblaciones cercanas a mendigar, porque una de sus promesas hechas a Dios era su carencia de toda posesión. Aquellos franciscanos aspiraban a ser tan pobres y agradar a Dios tanto, que no podían disfrutar de los frutos de la tierra, sino sólo podía acceder al sustento a través de la humildad. Se levantaban de madrugada y atravesaban los páramos hacia las poblaciones donde suplicaban procurando más la humillación del alma que la satisfacción del cuerpo. Porque era así como serían mejores para contentar al Padre. Salían cada mañana de dos en dos; un monje anciano con un novicio para que éste imitara en todo al mayor. El joven monje no tendría más enseñanza cada día que la actitud del anciano. No tendría que obedecerle, puesto que no hablarían, pero sí imitarle en todo gesto sin hacer nada que no hiciera el maestro. El monje de más edad salía siempre con el novicio menos prometedor, el más díscolo y distraído. Cada día atravesaba en compañía de aquella alma blanda y nueva, el frío del viento en la llanura. Y en su viaje cotidiano le daba ejemplo con mortificación, hambre y sed, de lo que pedía Dios de ellos. El viejo franciscano sabía que acertaba en su enseñanza cada día, cuando por la noche, desde la ventana de su celda, podía ver una estrella más, mensaje que Dios le brindaba cada día para expresarle que satisfecho estaba de sus sacrificios. Una tarde, cuando el sol estaba en lo más alto y salían de una ciudad, en la última vereda, antes del agrietado páramo, se fueron acercando a la sombra de una higuera en el camino. El joven monje aflojó su paso bajo aquel frescor y entonces el anciano apretó el suyo para empujarlo a la amenaza seca y amarilla del horizonte. Y antes de terminar de pasar sobre esa sombra embaucadora, el murmullo del agua de un pequeño manantial detuvo al joven. Pasos atrás se detiene el viejo y lo contempla ante el agua transparente de la fría piedra, polvoriento, agotado, joven y confuso.
Sintió el anciano una oleada de tensión en los músculos y vísceras de su cuerpo. Sintió la sed de su novicio, el polvo seco en los pies de su discípulo, sintió su desorientación, el sudor abrasador de sus sienes. Y esa tensión de sus tripas se reunió alrededor de su pecho.
El peso se su respiración era más duro que el pan que solía comer y la piedra sobre la que solía descansar . Las llagas de sus pies eran más soportables que la respiración espesa de la compasión. La garganta le dolió de repente sobre todos sus huesos. Entonces comenzó a caminar despacio hacia el manantial, y sobre sus palmas abiertas bebió el agua fresca con normalidad aunque sus rodillas temblasen bajo el peso de la libertad y el enojo divino.
El joven imitó a su maestro tal como le fue dicho y sació su sed y alivió su calor. Y luego, atravesaron el páramo bajo la tarde implacable. De noche, el anciano en su celda no se atrevía a contemplar el trozo de firmamento donde Dios depositaba cada noche su premio, ya que temía no encontrar alguna estrella nueva. Pero consideró que Él querría que afrontara su desaprobación. Levantó pues, humildemente su mirada y comprobó que efectivamente no había nacido una estrella, sino dos
Mi madre nació en Madrid,.. mi padre era de Triana.
Mi madre procedía de un familia de postín de Navarra, militares y burgueses. Mi padre emparentaba con gitanos en su barrio sevillano de obreros y artesanos. En aquella guerra, los de mi madre se mantuvieron fieles a los que la no ganaron, los de mi padre obedecieron al instinto que dicta que desde abajo, lo primordial es sobrevivir..
Mi madre, de familia católica, se decantó por ser fundamentalmente cristiana. Mi padre, heredero de la supervivencia, se declaró socialista. Cuando se conocieron, la niña "bien", arrojada a la playa por la marea de una guerra perdida, pasaba hambre. El obrero del puerto que vivía entre artesanos gitanos que fue mi padre, comía con la abundancia de sus brazos todos los días.
Unidos de una vez, tuvieron hijos distintos... pero alguno más cristiano, alguno más socialista, alguno más artesano, alguno más hambriento, alguno más superviviente, alguno más obrero, alguno más fiel, alguno más burgués, alguno más perdido, alguno más gitano
Dejé el libro de estadística en la mesa de plástico de la casa en obra. Afuera, los arboles movían su ramas vanidosas debajo de las farolas de hierro del jardín. Se había hecho de noche de momento, pero el cielo aún no era negro sino añil; y las nubes eran rosa oscuro, casi violeta, (porque el sol quedaba cerca, detras de ese arco de olivos leve del horizonte).
-¡Carmen mira esto, mira el cielo!-
Carmen vino desde dentro de la casa, y alguno de los tres dálmatas brincaba detrás de ella a su paso.
-Mira el color de las nubes, Carmen-
Ella mira las nubes conmigo y un círculo de luz barre el violeta y añil de cielo.
-¿Es el láser de una discoteca?- Pregunto.
-No, es el láser de un puticlub, uno que hay ahí en Coria-
Carmen vuelve a la casa y ahora son dos dálmatas los que brincan delante de sus pies, mientra un tercero observa desde los árboles y las farolas, con sus ojos mansos cercado de manchas negras una mujer que estira su cuello hacia el cielo violeta al que acaricia el láser de un puticlub.
Conduzco por la mañana temprano de un día festivo en la ciudad desierta. Voy a un exámen de la universidad a distancia. A esas horas, la gente de la calle es o muy mayor o muy joven, unos vuelven y otros salen; vuelven tarde los que se saben con tiempo, salen temprano los que viven tarde.
No he dormido, para mí no es temprano ni tarde. Vivo a deshoras, estudio a deshoras. Contemplo la vida a deshoras. Y me parece brillante, nítida. Desde mi tagente, el mundo es jugoso. El rejoj de mi coche no tiene la hora ajustada, calculo la diferecia que sospecho; y sé que voy apurada pero a tiempo al exámen. Vivo calculando para no vivir creyendo.
La primavera amarilla de los poetas es una mentira esta mañana gris de mayo. El amor de los poetas también. Pero esta es mi mañana y no la de ellos, esta es mi verdad, mi hora temprana, mi prisa, mi color gris nítido y brillante. Los árboles de las avenidas son míos, el letargo de las aceras es un regalo que acepto. Esto me pertenece, no como una propiedad sino como un don que no puedo rechazar.
Aceptando el gris y que los poetas mienten, conduzco por la ciudad a deshoras.
Propietaria de mi destiempo, conduzco.
Soy una peregrina. Cuando comencé este blog quedaban pocos días para que iniciara el Camino de Santiago, por ese lo llame La caminante.
La condición de peregrino es algo muy determinado. Cuando uno opta por ser un peregrino todos los ángulos de la vida se convierten. Se puede ser peregrino de diversas maneras. A mí me hizo peregrina el Camino de Santiago. Y no hay momento de esta vida, a partir de entonces, en el que pierda mi condición de peregrina.
Soy una peregrina, he aprendido a pasar por las cosas y que las cosas pasen por mí con los menos desgarros posibles. Caminé por lugares donde me hubiera quedado, con gente a la que me hubiera aferrado, pero el Camino no lo permitía y le fui dócil. Luego el me compensó con el sentido de la libertad.
Soy una peregrina. Me acostumbré a deshacerme de mis expectativas como comprendí que lo mejor para cualquier viaje es ir ligero de equipaje. He aprendido a no esperar. A detenerme o avanzar. A apreciar sin intentar poseer. A agradecer más y a exigir menos. A incluirme en un todo que puede prescindir de mí, pero que me admite.
Soy una peregrina, y mi única presencia no me resulta desagradable, porque los bosques gallegos y los páramos castellanos me enseñaron el lenguaje en el que uno puedo dialogar consigo mismo. Y cuando tú eres tu único interlocutor y sólo te rodea el canto de un ave y la luz que te tamiza las hojas de un árbol, comienzas a seducirte, a aceptarte, a sentir una ternura inédita por ti mismo que te hace respirar hondo y comprender que una brisa, un sonido, un olor es la forma en la que el mundo te acaricia, porque le gustas, independientemente de lo que tú pienses de ti.
Soy una peregrina que supo que cuando se está cansado, basta con sentarse en el suelo, que cualquier sitio del mundo es tu lugar si tú quieres.
Soy una peregrina y ahora sé que el destino es la excusa para caminar, y que el camino es el texto y no el pretexto.
Soy una peregrina, golpeé el suelo con mi bordón hasta que uno y otro se aliaron para llevarme, porque uno y otro, bajo mis pies o entre mis manos, sabían más de mi misma que yo de ellos. Y siempre había un más adelante.
Soy una peregrina, pienso continuamente en volver al Camino pero mientras tanto, lo traduzco aquí, donde estén mis pies, algo que él me enseñó.
Sin exigir, sin aferrarme, deteniéndome o no, permitiendo que las cosas me quieran y correspondiéndolas
Siempre, más adelante, camines por donde camines, te espera el enigma de la sonrisa de Daniel
En mi calle hay una panadería que regenta un maduro matrimonio, Rafael y Concha. Ella siempre está sonríendo y él siempre está haciendo reír. Uno de los primeros días que entré, cuando recién había comprado mi casa, la pequeña panadería estaba llena de señoras apresuradas. En un momento dado, Rafael, proclama a la cliéntela: "¡Señoras, compren pan que el pan no engorda! y continuó atendiendo. Al rato volvió a repetir el mismo lema con entusiasmo, hasta que una clienta le hizo un comentario lógicamente escéptico. Rafael contestó muy digno: "Oiga señora, El Conde de Montecristo sólo tomaba pan y agua y estaba muy delgado."
A este sitio no se puede ir con prisas. Concha se detiene a preguntar a muchos de sus clientes por la salud o la familia. A mi hija la enseñó a comprobar lo que crecía midiéndose con el mostrador. A veces, es María la que detiene a Concha y le dice " Mira, ya me llega al cuello y al principio sólo se me veían los ojos". Entonces Concha deja de buscar el artículo que le han pedido y festeja con mi hija sus nuevos centímetros como si de un acontecimiento prodigioso se tratara, (y ciertamente lo es). Y luego le regala un chicle.
A veces, debido a lo pequeño del establecimiento y a la feliz parsimonia de los dueños, éste se llena de personas y algunas demuestran su impaciencia, porque creen no disponer de "tanto" tiempo. Un aeropuerto lo merece, una discoteca de moda lo merece, la taquilla de un estadio de fútbol lo merece, pero una humilde panadería de barrio, ellos creen que no. En una de esas ocasiones Rafael, mientras despachaba media docena de huevos, se dirige a los que allí estaban y les dice: "señores, para amenizar la espera vamos a cantar todos. Yo digo: -Qué barato vendo- y ustedes corean: -Que barato compro..-". Nadie atinó a cantar, porque todos los clientes, incluso los más impacientes, fueron presa de un ataque de risa. Parecen dos personas felices, al menos no parecen tristes y eso me llama la atención.
Cada vez veo más gente triste. Personas que con seguridad ingresan más dinero que Concha y Rafael, que tienen oficios más prestigiosos, menos edad e incluso posiblemente más salud y que dicen cosas como "todo me sale mal" o "no me siento bien"... Y esos son los que se expresan de una forma más evidente. También me sobresaltan frases como "necesito una pareja", "lo que me vendría bien es tener hijos" o "fijate si me lo pasé bien que me gasté tanto". Otros no dan ningún rodeo y dicen directamente "no me gusto".
Las librerías o internet se llenan de libros de autoayuda, de manuales para la satisfacción. Detrás de estos textos hay gente tan habilidosa como Daniel Goleman, Jorge Bucay, Lair Rivero o tan creativa como Paulo Coelho. Pero no me consta que ninguno de ellos haya indicado nada que no estuviera dicho ya desde siglos. Quizás este sea su talento. El mundo clásico ya se preocupó por la satisfacción y el bienestar de los seres humano. Los epicúreos, los cínicos, los escépticos, los estoicos, y el restos de escuela éticas propusieron fórmulas. Cristo también animaba a sus seguidores a cambiar sus ritmos de pensamientos. "Teneis que ser como ellos" decía mientra señalaba a los niños. Los herméticos buscaban las leyes universales que dieran sentido al desconcierto. Los sufíes musulmanes se han prodigados con cuentos explicativos y balsámicos. Los filósofos ilustrados desconfiaban de la civilización como fuente de bienestar y exculpaban a la naturaleza humana. Los primeros científicos que se ocuparon de la relación entre el cuerpo y la mente atendieron primero a los que sufrían, los histéricos y los alucinados...Después de tantos siglos sabemos de la naturaleza del átomo y del ADN, pero no qué hacer con nuestros días.
Goleman, que además de psicólogo era periodista ,fue oportuno. No inventó nada sino que recopiló todas las teorías que habían pasado por su columna científica en el New York Times para explicar a la gente por qué no se siente bien, y acuño el término "inteligencia emocional", la unica inteligencia en la que los animales parecen superarnos.. Y no digo yo que no sean soluciones válidas, como no digo que una infección no se pueda curar. Lo que digo es que lo mejor es que no hubiera epidemias.
Me gustaría que hablaran también los antropólogos y no sólo los psicólogos. Alguien debería empezar a tomarse esto en serio y levantar la voz sobre que tanto malestar no debe servir sólo para vender libros. No digo que urja más que el cancer, el sida o la falta de alimentos. Pero este malestar nos está queriendo decir algo. Cuando en nuestro cuerpo hay un dolor, éste nos avisa de una posible enfermedad. El dolor nos preserva. Pero si alguien hace del dolor un mercado. ..¿Que va a ser de nosotros?.
Respeto a todos los autores de autoayuda, pero cojo de la mano a mi hija y me la llevo a la tienda de mi calle para que aprenda como alguien parece feliz vendiendo pan o viendo crecer un niño detrás de un mostrador.
Que la gastronomía es una de mis pasiones ya lo he dicho. En definitiva soy adicta a las sensaciones, y las gastronomía las brinda, como otros ámbitos. De esos otros ámbitos no tengo inconveniente alguno, ni pudor, en hablar. Pero ahora quiero relatar esas combinaciones de bebida, comida y circunstancias de las que me siento honrada. Invito al lector a combinar y experimentar las dos primeras, la tercera sería impracticable si atendemos a los conceptos de "personal e intransferible". Es posible que algunas resulten convencionales, otras sublimes, otras extravagantes y otras de una obviedad pasmosa. Pero es que el mundo de las sensaciones es así.
Estas son:
-Mojama de Isla Cristina, almendra fritas con sal gorda y vino fino de Jerez muy frío. No recuerdo ni cuándo ni dónde ni cuántas veces lo he probado, Pero puedo afirmar que es un triunvirato muy logrado.
-Cava, catalán por supuesto, (si hubiero otro mejor, se sabría), "brut nature" con pan untado de mantequilla y caviar. Es un adecuada cena ligera, un perfecto preludio..
-Aceitunas "partías" aliñadas y mosto de Umbrete. Lo tomaba con mi padre cuando íbamos a comprar leña al Aljarafe. Ni las aceitunas ni el mosto tienen por qué estar muy fríos, pero el ambiente sí. Estos son frutos de invierno.
-Vino Moscatel de Córdoba con galletas Napolitanas. Tomadas a media tarde del viernes cuando no sé sabe si ha terminado la semana o empezado el fin de semana. Acompañar de una charla agradable delante de un documental de Historia de Aunacable.
-Cerveza del supermercado muy fría con rodajas de chorizo de pueblo del que se usa para guisar, al mediodía, cuando voy a casa de mi madre a comer y a la comida le falta un hervor. Mientras, le cuento mis cosas o le gasto bromas y ella ríe mirando para otro lado, porque siempre ha insisitido en ocultar su debilidad por mí.
-Potaje de garbanzos con whisky con los gitanos , de madrugada en la Feria de Sevilla. Sentada "arrecía" de frío en un rincón de una caseta. No me gusta el whisky pero si se anda con gitanos, tarde o temprano se acaba tomando garbanzos con whisky al amanercer.
-Pastelitos salados de hojaldre con jamón y queso o atún. Se prepara en la cocina mientras se ríe, se llora o se quiere con Juan Antonio Medina. Luego se comen.
-Queso al horno con orégano y vino de la denominación que toque con mi David, delante del ordenador, mientras nos bajamos nuestros últimos descubrimientos musicales y arreglamos una mijita el mundo.
-Tortilla de patatas en Madrid, Sevilla o Málaga, siempre con Tricia. ¿Con quién si no? ¡Ay , ese triángulo de las Bermudas!
-La "fina croqueta" y el Ribera del Duero en el Egaña Oriza, mientras se cotillea en clave sobre gente conocida de la ciudad con alguien inteligente e interesante.
-Bocadillo de tortilla de chorizo, café negro y orujo de hiebas, en el "Alto del Pollo", Camino de Santiago, a las nueve y media de la mañana. Nines tomaba esto mismo con vino tinto. Nines, eres la mejor.
-Cava con ostras para merendar en el barrio Gótico de Barcelona, con Olga Bertomeu, mi maestra y mi amiga.
-Pescado frito y vino blanco del Condado de Huelva con Sienna, mi negra amiga californiana, mientras planeamos en el Kiosko de las Flores, en calle Betis de Sevilla, un viaje a Nueva Orleans, cuna del blues y del vudú.
-Bandeja de dulces "arrimada" en un salón de una casa de Marruecos. "Yo los pruebo y tu te los comes, Macarena, que no quiero engordar". Todo acompañado de mucho té, para asombro de mis amigos marroquíes. "¡Mina! hazle más té a esta cristiana"
-Langostino flambeados con brandy a la brasa y Manzanilla perlada de frío con Carlos Herrera y Mariló Montero en la desembocadura del río Guadalquivir. Carlos Herrera es el mejor cocinero que he conocido después de mi padre.
- Anís del Mono con sandwhich de mortadela entre clase y clase cuando era muy joven y anárquica. De las dos condiciones, conservo la segunda. La combinación fue fortuíta y deliciosa. Probadla.
-Huevos fritos con jamón de Extremadura y vino de "Heredad de Barros", camino del Castillo de Tentudía, después de haber abrazado árboles con Jose María Maldonado y Geles.
-Galletas untadas de foiegras la Piara, al volver del colegio. La inventora del unguento fué mi hermana Meme. Desde entonces, siempre le hago caso.
-Churros de mi calle con ojitos hinchados de mi hija algún domingo por la mañana. Acompañar con Paladín espeso.
-Montaditos de anchoas con leche condensada en la "Flor de Toranzo" con mi gente de Canal Sur. (Luis Baras es un gran conversador, el mundo lo sabe)
-Tapa de "pijotas" fritas y botellín de cerveza en una bar de la calle Castilla, Sevilla, donde una vez me llevaron mis gitanos. En las trastienda había una especie de "capilla" dedicada a Camarón.
-Solomillo de cerdo en "Las golondrinas" con Hugo de Veró, intentandome meter mano. Cosa a la que nos tiene acostubrado a partir de la segunda copa, a pesar de ser gay.
-Los chicharrones del "Manteca" de Cádiz con el vino que él te aconseje. Todo siempre sobre papel, a poder ser en febrero, el mes más gaditano.
-La paletilla de bellota que me corta mi hermana pequeña ,Ia,(la cosa más bonita que he conocido junto con mi hija) en casa de mi madre, mientras me canta, me baila y me dice sarcasmos. La suelo tomar partida de risa con lo que haya abierto en ese momento. Por cierto, la corta muy bien...
Faltaban 20 minutos para las 3 de la tarde cuando supe que había ganado una plaza fija en oposición, concretamente mi propio puesto de trabajo que ocupaba circunstancialmente desde hacía algunos años en una empresa pública. De esto hace unos tres años.
Me he acordado hoy de ese episodio, hablando con un amigo por teléfono de esos momentos en que hace falta ese otro, ese "tú" . Yo ya le había explicado que el momento de mayor soledad en mi vida fue uno de los momentos de mayor alegría. Las grandes verdades tienen la habilidad de expresarse de forma paradógica. Fue precisamente aquel día sobre las tres de la tarde, en un aparcamiento...
Aquel proceso fue fatigoso y tenso. Teníamos que competir por diez puestos de trabajo medio centenar de personas de las cuales la mayoría ya los ocupábamos. Esos recuerdos no se borrarán nunca. Certificados con los que elaborar el concurso de méritos, apuntes con los que preparar el temario y tiempo para arremeter contra el reto. Recuedo a mi hija en la bañera, salpicádome de espuma mientra yo sentada en el suelo del baño,vigilándola, intentaba memorizar la configuración administrativa de mi país y mi comunidad autónoma, con los apuntes mojados.
También recuerdo la mañana que desperté en un hotel de Málaga, con Pepa a mi lado mientras sonaba la música clásica a modo de despertador en el televisor de la habitación y yo le decía: "Ahora mismo empieza el día en el que yo voy a aprobar estas oposiciones"; la máñana que nos examinamos.
Un día, poco antes de las tres de la tarde supe que lo había conseguido. Primero llamé a mi madre y sentí una aguda satisfacción por ese tono, mezcla de entusiasmo y alivio visceralmente sincero, con el que ella recibió la noticia.
Salí del edificio llena de euforia, y me dirigí al aparcamiento. Al cerrar el coche, las ondas de sonido materializaron esa ausencia. Se oía,desde el otro lado del río, ese rumor amortiguado por el silencio del vehículo. Estuve delante del volante, inmovil, unos minutos sin saber qué hacer con mi alegría, como colocarla en ese espeso silencio que se subrayaba con ese murmullo de ciudad. Y en esa cápsula sonora, no sé cuantos minutos transcurrieron, hasta que arranqué y seguí adelante.
Hay personas que sin catálogos, cartas de restaurantes, presupuestos sin compromiso, y folletos de agencias de viajes no sobrevivirían. Porque hay personas que no saben lo que quieren y es mejor que se lo den mascadito. He sido pretendida en el último mes por alguien así. El maldito encontró una puerta que siempre tengo entreabierta, mi devoción por la gastronomía y los vinos. Efectivamente soy como la Parrala o peor, en cuanto a vinos.
Me propuso en los últimos fines de semanas enseñarme lugares que el suponía ignotos para mi como templos de la buena mesa. Todo lo resolvía a bases de dinero o tarjetazos. En la primera sesión gastronómica observé que elegía directamente vinos caros, con un gesto amanerado y prepotente, a poder ser de la Rioja o Ribera del Duero con nombres muy nobiliarios "Marquez de no se qué, ..Conde de la no se cuando". Pero todos tenían el mismo nombre común: 60 euros más o menos. En la tercera cita le dije "¿Tu has probado el Somontano?. Aquí lo tienen." Me miró muy desconcertado y optando por la condescendencia me dijo " Si es el que tu quieres.." Estuvo todo el almuerzo perdonándonos la vida a mí y al vino. "Es que el vino de Aragón (que era de Aragón se enteró sobre la marcha) es muy fuerte.." "Muy redondo", le corregía yo con apetencia sádica, cosciente de que el que tenía en frente no tenía mucha idea,a su pesar, de la materia sobre la que quería alardear. "Pero en este caso es un Somontano de Cavernet Sauvignon, una uva que es ligera.." continúaba yo como oradando con un dedito en una llaga. Recobró su dignidad de macho conquistador cuando sacó su visa, exculpadora de todas sus prepotencias fallidas. En la siguiente y última oportunidad pidió la carta de vinos, la miró por encima y me la dió directamente a mi. Le dije que elegiría un vino del Bierzo, porque aunque había otros vinos estupendos, el vino del Bierzo no le encuentras frecuentemente en restaurantes de Sevilla. Y me responde el artista ¿Y por que no pides Cabernet Sauvignon, como la otra vez?.
Le contesté: "Porque entonces tendrían que traernos un racimo de uvas, ya que ese es nombre de uva, como merlot, garnacha, tempranillo... pero elige una denominación: A ver: Navarra, Priorato, Rueda...". "La que tu quieras" me contesta. "Bierzo", me reiteré. Le tuvo que sonar a insulto por el leve respingo digno que dió en su silla. Algo así como si en vez de pronunciar "Bierzo" hubiera dicho "Cenutrio". Me dió un poco de pena su incomodidad, de repente no había marqueses bodegueros y visas doradas que lo pusieran, no a salvo, que ya estaba, sino en el podium que él pretendía. El vino del Bierzo que tomamos era tan excelente, que el divinum, no tuvo más remedio que preguntarme quien me enseñó lo que yo sabía sobre vinos . En mi mente asomó una respuesta. "El mismo que me enseñó que con gente como tu no debería quedar nunca más, mi padre" Pero recordé que ese mismo maestro me decía que no había que ser desagradable sin necesidad, así que dí una respuesta huera, me bebí ese magnífico vino y no he vuelto a verle, ni pienso.
"Sonia, tu estás preñá". Le dije a mi compañera de trabajo el pasado viernes, de forma repentina, cuando ya casi se estaba acabando la jornada. Se lo dije porque aquella mañana hubo algo en ella que me captó la atención. Le miré los ojos y súbitamente sentí esa certeza. Ella se sorprendió de forma risueña por mi afirmación porque según me explicó esperaba la regla desde dos día antes. Dos días de retraso, cualquier mujer adulta lo sabe, es una insignificancia. Ella lleva casada un año, en el que se ha entrenado para no magnificar dos días arriba o abajo de una fecha en una calendario. "Ojalá", me dijo Sonia, "pero no es la primera vez que me podría hacer ilusiones".
Es la única vez en mi vida que he tenido un "pálpito" sobre un embarazo.
Cierto es, que no sé por qué ni desde cuando, si veo un animal a simple vista, tengo instantaneamente idea de su sexo y edad. Yo nunca sabía que lo sabía. Simplemente a veces lo decía, hasta que un día en un bar, le dije a alguien que me acababan de presentar y que iba con un perro: "Tu perra está malita, ¿verdad?, tiene enfermos los riñones, pero es que ya es muy mayor.." Y el me preguntó: ¿Cómo lo sabes?. Y es que no sé por qué lo sabía, poque la postura en la que veía al animal, echado en el suelo, ocultaba la parte de su anatomía que podría expresar su sexo, su edad, y por supuesto, el estado de sus riñones. He estado más acostumbrada a presentir tormentas, cambios de temperaturas y movimientos sísmicos, pero eso lo compartía con mi padre. Un día antes de una cambio de tipo climático, mi padre y yo nos arrastrábamos por los sofás con la cabeza aturdida. Una noche me desperté muy inquieta, con mal cuerpo y ví la luz de la cocina encendida. Allí estaba mi padre tomando bicarbonato porque decía que se había despertado con malestar. Justo cuando me lo estaba explicando, el suelo tembló.
Esta noche ha sonado mi teléfono, seis días después de mi pronóstico, y en la pantallita ponía: "Sonia". Lo descolgué y dije "Si, ¿verdad?, y ella respondió: "Si, bruja".
Me he reído con ella de corazón, porque sé lo que es recibir esa noticia en el momento adecuado, afortunadamente así fué para mi hace diez años. No he vivido nada comparable a saber que vas a tener un hijo, ni tampoco a tenerlo. Le dije a mi compañera que no se pierda ni un momento de sus cambios, de sus sensaciones. Para mí, suponen los recuerdos más divertidos y apasionantes de mi vida. Le conté que yo nunca lo viví como una enfermedad, que el único que vomitó durante el embarazo fue el padre porque se emborrachó cuando lo supo. Que a partir de ahora todo gira y toma otra perspectiva, pero en absoluto más grave ni más oscura, sino todo lo contrario. Que ahora iba a enterarse de lo que es reirse hasta que te duela el esternón, de lo relativas y zalameras que son las horas al lado de un niño, de lo que es aterrizar en plancha en el lado más cotidiano de la vida, de lo que es que tus ideas se aclaren hasta deslumbrarte, de lo asombroso que es sentirte parte de un plan que tiene sentido, y saber, de verdad, lo que significan algunas palabras como "valiente"..
Cuando he colgado, no he tenido más remedio que sentirme agradecida a ese minúsculo embrión que intuí hace una semana, porque justo cuando hacía tiempo que no desfallecía y empezaba a hacerlo de forma absurda por lo que no debía, él me ha devuelto la atención y la intención hacia todo lo que he aprendido. Ojalá, dentro de algunos años, le vea ya crecido y contento y pueda decirle con el pensamiento: "Oye, chaval, que yo te vi primero.."
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
...
(Juan Ramón Jiménez)
Me gustaría poder hacer el recuento de las cosas que he oído y de ellas hacer una clasificación, a un lado las falaces y a otro las veraces.
De las primeras, buscar las falsedades involuntarias y apartarlas de las voluntarias. Recoger con conmiseración las equivocaciones y después sacudir de la punta de mis dedos las mentiras . De las pobres ideas equivocadas retiraría suvemente hacia una lado las nacidas de la ignorancia separándolas de las hijas de la cobardía, que retuercen sus manitas sudorosas por el pudor de saberse siempre en el lado inoportuno.
Luego recogería las mentiras que han caido al suelo, y mientras ellas no paran de gritarme mi confusión, pertinaces en pretender hacerse creer veraces, las metería en una caja tapada para que no revuelvan y confundan más a las demás.
Sobre las serenas verdades planearía con mi dedo índice amenazante, hasta que la inquietud de algunas las delataran como ambiguedades, conocidas también como "verdades a media". y aprovechando su desbandada vergonzante, me quedaría mirando a las verdades auténticas para ver si están todas. Posiblemente ellas mismas, con su proverbial sinceridad, me indiquen que faltan muchas y cuando yo le pregunte dónde, me señalen la caja de las mentiras cautivas, porque detrás de cada una de éstas vive atrapada una verdad. Puede que entonces no tenga más remedio que abrir la caja para que de nuevo se mezclen libremente y dejar que sean ellas mismas las que se reconozcan.
"Me gustaría tener a mi lado toda la vida a una mujer como tú". Eso me han dicho hace unos días. Me tuve que reprimir para no empezar a hacerme cruces y musitar llena de espanto "Válgame el cielo".
Sé que muchas mujeres anhelan escuchar frases parecidas. Y he de confesar que a mi también me agrada despertar esos arranques..no soy tan fría.
Pero mi cabeza y mi corazón tomaron la costumbre hace algún tiempo de andar negociando.
Lo que más me intriga de esa frase es lo de "una mujer como tú". Me imaginé en un catálogo: en otras páginas están las mujeres que no son como yo y en la mía yo, tal como soy. Y me imagino un dedo señalando y diciendo, "esta". ¿Y si en la página hubiera otra de las mismas características? ¿Elegiría al azar o preguntaría cual de las dos tiene descuento?
Los que alguna vez hemos amado, sin elegir, sin decidir previamente, sin hacer planes, sin reparar en matices, posiblemente quedemos estigmatizados por siempre. Cuando conoces el amor, aprendes a distinguir también aquello que no lo es. Las mujeres dicen en ocasiones que los hombres no saben estar solos, y algunas lo dicen mientras se preguntan porque no les habra tocado a ella uno de esos ansiosos. Lo cierto es que ni a hombres ni a mujeres nos gusta la soledad, entre otras cosas porque no nos han educado para ello. La soledad es el ámbito del perdedor, indican. La Durmiente siempre espera el beso del Príncipe Azul, aunque luego destiña.
Ciertamente con frases como esta tendría la oportunidad de covertir mi vida en aquello que tranquilizaría a mi madre e incomodaría a conocidas de pulsiones competitivas y "exs" rencorosos. Pero mi vida es mía, no de ellos. Y el camino que me señala esa frase ya lo recorrí. Ya estuve allí. ¿Para qué volver?.
Quizá esto tiene una explicación más sencilla. No es que yo no quiera "un hombre como él". No lo quiero a él.
Estas palabras, o mejor dicho, esta palabra y esta cifra, son, según los contadores y buscadores de webs, las más solicitadas en estos días. Miles o cientos de miles de hispanohablantes introducen por estas fechas este abracadabra para apelar.. que sé yo..el consuelo, la falta de incertidumbre, la vuelta de la esquina. Esto me impresiona....
Ahora mismo estoy haciendo trampa, o no...
No sé si llamando a este post "Pronóstico 2005" voy a convocar a una serie de lectores que quisieran leer algo así como que el paso de jupiter por su casa seis en conjunción con mercurio en libra llenará tu mano vacía o el silencio de tu casa, o despejará esa maraña del absurdo que te atrapa, o te traerá ,por un sutil pasillo, la libertad que anhelas, o te ofrecerá el cuerno de oro de la prosperidad que se te niega, o las voz en tu oído que no alcanzas a oír, o la compensación al esfuerzo que te abruma, o la presencia del ser que extrañas...
Yo quisiera ser júpiter en la casa seis o cuatro o la que sea paseandome por piscis, acuario y todas sus castas para prometerte lo mejor: tus manos llenas y tus bolsillos repletos, tu mirada brillante y tus pulmones plenos. Pero ni júpiter ni yo, me temo, podemos hacer nada por ti.. (que yo sepa)
Pero tú sí. Tú eres el mago, el alquimista.
Permíteme, circunstancial lector, hacerte un pronóstico para el 2005.
En este año que empieza, el día que menos te lo esperes, puede que paseando por la calle, reflejado en una cristal de un escaparate te encuentres con un ser muy especial para ti, aunque no lo sepas, llamado "Tú mismo".
Es posible que el principio le encuentres insignificante y falto de interés, tanto que cualquier cosa o persona del mundo sea más llamativa que ese reflejo en el cristal, pero como "Tú mismo" tiene la capacidad de ser muy insistente en su presencia y la incapacidad de convertirse en otro por mucho que lo intentes, tarde o temprano tendrás que recaer en su existencia. Bien es cierto que al principio "Tu mismo" tampoco va a demostrar mucho interés por ti. "Tú mismo" también va a pensar, como tú, que cualquier cosa en más emocionante y digna de pugna. Vuestro pensamiento paralelo os mantendrá equilibradamente distanciados como dos imanes de cargas equivalentes. Es probable, que cuando te entregues a amores etériles o empresas imposibles, "Tú mismo" se resienta y le duela en su piél lo que has querido arriesgar de forma temeraria pero aún así, no intentará protegerte. Se lamentará como una victima impotente y hará eco de tus propios gemidos pero no moverá un dedo por ti. El caso es que "Tú mismo" asístirá ,sin que tu lo tengas en cuenta, a tus retos y quizás él sopeche alguna vez que debería intervenir o pronunciarse pero va a dudar. Mientras tú no le tengas en cuenta va a sentirse a la deriva, impotente, a merced de tu destino. En el fondo éstá por ti, pero mientras ni él ni tú os queráis enterar.. no servirá de nada.
Pero, si este 2005, en el cristal que os refleje, "Tu mismo" un día te sonría y tu le devuelvas la sonrisa. Entonces...
Si tú y "Tú mismo" comenzáis ese idilio que no preconiza constelación alguna, entonces se te llenarán las manos y te importarán menos tus bolsillos y tus oídos dejaran de esperar, y no atenderás a pasillo alguno y no te importará el silencio, y dejarás a las galaxias en paz.. Y los dos, tú y "Tú mismo" paseareis vuestro amor indiferente e inalterable a todo pronóstico.
Así sea.
"Por otra parte, se ha detectado en humanos un poliformismo en la proteína que constituye el receptor D4 de dopamina: los individuos que portan una variante determinada, concretamente la codificada por el alelo llamado "largo", tienden a ser personas ávidas de novedad y buscadores de situaciones placenteras, en mucha mayor medida que quienes sólo portan la variante "corta" del gen..."
Fundamentos Biólogicos de la Conducta (Sanz y Torres).
Esto es lo que me he encontrado en un texto académico al que tengo que dar la razón si quiero aprobar, o sea, si quiero que certifiquen que sé de lo que me interesa...
Hay una cadena de proteinas en forma de codones o que se yo, que si se extienden más de la cuenta, estás llamado a ser una bala perdida o un garbanzo negro o vete tu a saber. Mira que sencillo, lo de Oscar Wilde y Alan Poe, por ejemplo, era un exceso de aminoacidos encadenándose.
De todas maneras, lo crea o no, me he encontrado con la posibilidad de tener una alelo más largo de la cuenta, y de ahí el desbarajuste..
Mi madre ya me lo dijo: eres igual que tu abuelo paterno, nada te sujeta.
Mi condición femenina me exonera de medirme ninguna longitud , pero la sentencia de mi madre y la indicación académica del alelo pendulón me ponen sobre la pista.. Al final soy víctima del furor de las proteínas. Yo encantada de que cualquier cosa tenga la culpa, menos yo.
Bendito sea el "alelo largo"
Le cuento lo del alelo a una amiga mientras escucho en su coche a María Jiménez. Si María fuera cubana se llamaría "La Lupe", si fuera norteamericana, "Billy Hollyday". Pero la pobre nació en un país con una gran vena mojigata llamado España y es María Jiménez, una alcoholica despechada a la que le adivino el "alelo largo" entre las piernas mientra le oigo la "canción de amor nº 2".
No, si al final va a resultar que somos una casta...
Una especie de impertinentes...
Yo con la genética estoy dispuesta a ser muy obediente, ya que no lo soy con el ambiente.
En realidad es cinismo, con la genética no puedo ser más obediente que con el ambiente, me lo dictan mi abuelo y su alelo largo, ¿Qué le voy a hacer?
No me gustan las discotecas. Nunca me han gustado. Pero a veces, por asuntos casuales me veo en alguna. La madrugada del sábado estuve en Antique. Uno de esos sitios de Sevilla de los que los tertulianos del corazón nombran en sus geografías de suciedades públicas. Estuve allí en hora punta. Un corpulento en la puerta me dió el visto bueno para que entrara. Estuve por enseñarle la dentadura para que me confirmara si era apta para la ganadería, pero mi dentista aún no ha terminado la endodoncia de uno de mi molares y tampoco hay que tentar tanto a la suerte, que afuera hacía frío. Enseguida me zambullí con mi amiga en una estridente marea humana mientras buscábamos al resto del grupo que había llegado antes. Cuerpos diluidos entre ellos, cuerpos y más cuerpos. Maquillados, pintados de azul por la luz, cubiertos de una falsa piel de ropa para gustar, ojos abrillantados por el alcohol y otras cosas, miradas de hambre, cuerpos buscándose... Intenté hablar pero no conseguía oir mi propia voz, así que me lo dije todo a mí misma, mientra nadaba entre esos cuerpos buscando a mis compañeros. Ellos estaban arriba, en la zoña vip, ( me suelo juntar con gente muy espabilada). Yo tenía un pase vip de esa discoteca que me enviaron hace años cuando se inauguró pero lo perdí la misma semana que lo recibí y nunca lo he utilizado. Macarena se desenvuelve muy bien con estos guardianes de la noche y algo le dijo al de aquella zona que nos abrió paso. Arriba ya había suficiente espacio como para tener una perspectiva del projimo más allá de la nuca o la orejas. Entre caras conocidas me tomo una copa, pero sigo sin conseguir oir lo que dice nadie. Es más, no sé si quiero oir lo que alguno intenta decirme. Pero él dispone de sus manos y sus ojos para dejarlo muy claro. Ya están hechas todas las traducciones y mientras pienso y escogo entre las miles de maneras de decir "no", el mismo "no" que tendría que haber dicho hace algunos años y que se postergó hasta esa noche, miro hacia abajo, a ese mar de cuerpos y ruido de la primera planta. Observo el ritual de los que quieren ser elegidos para lo que sea, pero elegidos. Observo una coreografía de egos puestos a prueba. Me gustaría gritar desde arriba: no os dejeis la piel en ello, no lo merece.. Pero allí no se va a oir palabras, es obvio. Por eso me vuelvo y contesto. Muevo la cabeza de lado a lado en ese gesto universal e inequívoco que significa "No".
"...En el centro del paraíso había dos árboles: el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. El árbol de la vida era inmenso, frondoso y, según algunos santos padres, daba la inmortalidad. El árbol de la ciencia no se dice cómo era; probablemente sería mezquino y triste (...)"
El tío de Andrés pronuncia una ironía de esta frase mítica - y Dios, seguramente, añadió: Comed del árbol de la vida, sed bestias, sed cerdos, sed egoístas, revolcaos por el suelo alegremente; pero no comáis del árbol de la ciencia, porque ese fruto agrio os dará una tendencia a mejorar que os destruirá
Pío Baroja, El árbol de la ciencia
Delante de la Mezquita de Almanzor en Rabat he hablado de religiones con Ahmed. De alguna manera, llegamos a situarnos en el Génesis, cuando Dios expulsa a Adán y Eva del Paraiso (Le cuento que en mi país hay creyentes acérrimos que nunca han leído la Biblia, pero que esta agnóstica occidental sí se la ha leído y quizas por eso lo es). Mi amigo musulmán interpreta en ese episodio unicamente el desafío de lo humano a lo prohibido. Yo le digo que no es sólo eso, no es eso...
Dios no sólo prohibe, tambien explica. El árbol de la vida les dará eternidad e insconciencia, el árbol del bien y del mal les otorgará la ciencia y la muerte.
Dios no prohibió puesto que no impidió, Él advirtió. El puso lo arboles con sus consecuencias en el Paraiso y a dos criaturas semejantes a Él, a medirse con sus árboles, Lo organizó todo muy bien. A pesar de lo que decía Einstein,(con todo los respetos), esta es una perfecta tirada de dados. Intento explicar en la explanada de esa Mezquita que el Génesis insinúa en ese capítulo el dolor de la consciencia: nuestra condena no son los dolores del parto ni el sudor de nuestra frente, es la responsabilidad de saber. Pero tal que estoy recreando esa vieja historia caigo en la cuenta que Eva comió primero. El hombre no se condena por culpa de la mujer como siempre me han contado. Eva se condenó a si misma y el que venga detrás que arree. Quizás si Eva no hubiera comido, Adán estuviera pastando feliz en un prado. También se podría haber condenado Eva y Adán seguir siendo un virtuoso insconciente en el Paraíso Terrenal. Pero la cultura nos cuenta que el hombre pecó porque la mujer le tentó y no es cierto. Pecó la mujer y no la tentó la serpiente sino el mismo Dios que le dió demasiadas explicaciones. Luego vino Adán y con un primer acto de proselitismo en la Historia se la quedó "pa él pa siempre". Cuantas mentiras, y cuantas tensiones por estas medias verdades... Delante de esa Mezquita donde no me dejan entrar, me reafirmo en esa perplejidad que es el formato más asiduo de mi ánimo en mis últimos años
Acabo de escuchar una gran lección de sensatez y sabiduría de una niña de diez años. Me he conmovido y no he tenido más remedio que acudir a este ricón para desahogar mi conmoción.
Mi hija María me ha pasado su informe de su puente de la Inmaculada en el tiempo que yo estuve en Marruecos. Ella ha estado con una de mis hermanas. A ella le gusta quedarse con su tía y su primo porque además de que los quiere, en la urbanización donde viven está el niño que le gusta.
Juan Carlos, un niño encantador, de repente se ha vuelto un borde y un chulo, me cuenta. Sólo quiere chincharla y fastidiarla, La provoca constantemente con comentarios de afrenta y ella se siente muy indignada y decepcionada. Yo uso una lógica muy manoseada para explicarle que seguramente es que ella le gusta también a Juan Carlos y él hace todo eso para llamar su atención. Que no tiene importancia, los hombres son así...
Alardeando de mi bagaje de experiencia de mujer ya hecha, de madre que comprende lo que le cuentan, le contesto muy relajada: "No te preocupes, mi amor, si tiene interés en que te sientas mal, seguramente es que le gustas.."
Y ella ha contestado con algo que ha dejado en evidencia toda mi maldita educación de dependencias y pulsos perversos: "Mamá, yo no quiero sólo que me quiera, quiero que me trate bien". De repente he comprendido que mi propia hija, a la que yo creo que estoy educando, me ha señalado con su dedo índice el norte. Hay cosas que sabemos pero no nombramos. Efectivamente hoy por hoy no consentiría que ningún hombre me tratara mal, pero eso es después de dejarme las rodillas en las caídas. Ahora comprendo, a través de las enseñanzas de mi hija que estoy programada para consentir aunque gracias a Dios mi naturaleza es disidente. Siento verguenza de haber transmitido esa sentencia malévola del que bien te quiere te hará llorar. Mea culpa...
La carga cultural nos vuelve insconcientes y presuntamente inocentes, pero no es verdad... Todos participamos, involuntariamente, en cada guantazo, en cada empujón, en cada amenaza, con nuestra filosofía de salita de estar, donde el amor es un reto de excelencias entre dos seres que sólo deberían aspirar al amor. Medidas físicas, sueldos, relaciones sociales, exito profesional, ganas de amar, necesidades.. cualquier excusa es buena para que dos personas se sitúen en dos escalones distintos y uno mire al otro desde arriba. El resto es un río de canciones amargas y de titulares siniestros. Le llamamos "desamor" como si fuera algo espontáneo que brota como un chapiñón despúés de la lluvia. Y detrás, hay todo un rosario de justificaciones culturales donde un ser humano puede desmenuzar a otro con las puntas de los dedos.
Nos encandalizamos delante de los kioskos de prensa y luego nos vamos ignorantes a colocar temibles ladrillos de justificación para el horror íntimo. Perdón por lo que me toca.
"A Macarena, sultana occidental que me ha acompañado de la mano por el mundo estos días."
Fumábamos a escondidas, asomadas a la ventana. Abajo, en la calle, el increible espéctaculo de la circulación en Rabat. Entre frenéticos sonidos de claxon, atraviesa el aire del atardecer la llamada a la oración del muecín. Suena. también. el aviso de mensaje del móvil de Macarena. Sus ojos se encienden como un relámpago repentino en una noche oscura.
A través de la ventana, la agonía púrpura del sol detrás de la medina. En la habitación, la tormenta verde de los ojos de Macarena...
En el zoco de la medina llueve, pero nadie se detiene. Camino siszageando entre los charcos y los hombros árabes que me rozan. Alguna vez, un susurro masculino de palabras que no entiendo llega a mi oído. Se suceden el olor de las especias y el humo del kefta sobre el carbón. Persigo con la mirada las siluetas de Ahmed y Macarena que se adelantan hasta llegar a una tienda vieja de baratijas e intrumentos.
Macarena regatea al vendedor por un laud. El anciano intenta aturrullarla en árabe. Ella sacude su cabeza y sus manos para bajar el precio. Ahmed no interviene y sonríe. El vendedor le dice riendo "le has enseñado bien". Macarena abraza como una niña a una muñeca su laud por el que sólo ha pagado la mitad.
Vamos con Ahma, la madre de Ahmed, al hamman. En la primera sala nos desnudamos las tres. Macarena y yo conservamos sólo las tanguitas. Atravesamos salas donde el calor y el vaho van aumentando. Pensaba que la desnudez nos podría igualar a las demás mujeres. Macarena es pelirroja de ojos verdes y piel tostada, yo tengo el pelo y los ojos más oscuros y la piel más clara. Seguimos siendo diferentes a ellas, con nuestro pelo húmedo y nuestro cuerpo sin ropa. En la última sala nos esperan las empleadas vestidas sólo con unas bragas altas y un pañuelo en el pelo, blancos los dos. Me siento en el suelo, y una mujer fornida, con grandes pechos color de canela y oscuros pezones me unta del cuerpo de una pasta oscura y con un guante aspero y negro comienza a frotar mis brazos con energía. Me maneja como a un recién nacido. Me deja tendida sobre el marmol del hamman. Macarena está mi lado y la magrebí que limpia su piel le arranca literalmente su tanga para exfoliar sus caderas. Luego nos reíriamos mucho con esa escena, porque ella dice que nunca nadie le ha quitado las bragas con tanta vehemencia.. Yo también sería despojada al poco de ese insistente resquicio de pudor occidental. Ahma le da indicaciones a las empleadas con ese serena autoridad de matriarca musulmana. Me abandono a las sensaciones. La dureza del marmol en mi espalda y mis nalgas me recuerdan el peso que he perdido en los últimos meses. La jarira con dátiles de las últimas noches sólo han conseguido redondear levemente mi vientre, de momento. Me rodea una nube de vaho y un murmullo de risas y conversaciones femeninas en árabe que me reintegra más agudo aún, el marmol de la estancia. Tengo la piel enrojecida por el agua ardiente y la abrasión del guante negro. Me arrulla un placentera somnolencia. No hay un sólo músculo que esté rígido en mi cuerpo. De vez en cuando, siento un caudal de agua extremadamente caliente que la empleada del hamman derrama sobre mí. Una voz amistosa que procede de un atractivo rostro maduro se inclina y me dice "Bienvenue au Morocco". Yo le sonrío desde el vaho y mi modorra. Tendida desnuda sobre el suelo de un baño árabe me rindo al mundo, diverso y amplio, que me envuelve con unos brazos fuertes, calientes, húmedos...y yo le digo que sí..
Me vuelven a incorporar y siento el champú en mi cabeza y unos dedos que llenan de espuma mi pelo. Macarena sigue a mi lado y me cuenta el revuelo que se ha formado, y que yo no he percibido en mi ensoñación, cuando las mujeres han descubierto el tatuaje de su hombro con el nombre de Alá. Me dice que Ahma les ha explicado el gran afecto y respeto que ella siente por el mundo musulmán y parece que ese halago ha sido más poderoso que su desconcierto. Macarena y yo no sabemos si ese nombre sagrado sobre la piel femenina puede aparecer blasfemo o irreverente. No hemos venido a explicarles ni a teorizar. Sólo hemos venido a comer en sus mesas , a caminar con ellos, a bailar y cantar con ellos, a abrazarnos con ellos...
"Cuando menos te los esperes, David, escribiré sobre tí en mi blog" Eso le dije a mi mejor amigo hace meses. Yo sé que el siente pudor con estas cosas, pero no me importa.. yo ya le avisé.
Tengo grandes amores y amistades en mi vida. Soy tremendamene afortunada en ese respecto y más en este momento donde selecciono yo. Pero tengo una especial debilidad y devoción por dos seres humanos: mi amiga Pepa y mi amigo David. La amistad es una buena cosa. Hoy en día me convence más que el amor. Yo amo a dos personas sin sentir necesidad ni dependencia por ellos. Simplemente celebro que existan y que coincidan con mi existencia. Uno de ellos es David.
Ví la primera vez a David en Madrid, en la Glorieta de Bilbao, creo que era. Entonces no tuve ni idea de cuanto le querría. Por aquellos tiempos vivía alguna historia pasajera y David aparecía vestido de azul, (de eso si estoy segura) tímido y distante. Horas más tarde, en un garito de Malasaña, tomaba una copa sentada en una banqueta en frente del servicio y pude observar que alguien estaba agrediendo a otro en el de caballeros. Una vez que avisé al grupo y se protegió debidamente al agredido comprobé que era David, el tímido de azul, sevillano como yo, el que había sufrido y repelido con gallardía la agresión de un desquiciado de la noche madrileña. Los indios dicen que te haces responsable por siempre de aquellos a los que salvas. Yo no me siento responsable de David, pero nuestra historia empezó aquella noche en la que el fue agredido y sólo yo lo vi. Otra noche fue al revés, pocos meses después. Otra noche en Triana, Sevilla, volvía llorando y sintiéndome morir a mi casa y me lo encontré en la puerta, tendiéndome la mano. Compramos una botella de vino y subimos. Desde ese momento y por siempre será mi hermano.
Desde entonces ha habido muchas botellas de vino y mucho tender de mano.
Hemos cerrado bares en la calle Betis, hemos bailado en sitios canallas, hemos visto amanecer muchas veces, he conducido su coche de madrugada, hemos cantado a grito en los semáforos, hemos atravesado montañas y bosques en el Camino de Santigo, hemos dormido en el suelo de una cocina con olor a cebolla, conocemos a nuestros hijos y a nuestro padres...
El es uno de los grandes regalos de mi vida.
Es un amigo.Tiene su vida y sus cirscuntancias. No siempre podemos estar juntos pero ni siquiera hace falta. Siempre veneraré su grandeza y abriré mis brazos a la belleza de su alma. Me siento afortunada de poder escribir esto, de poder sentirme unida a un ser humano que me fascina. David, sé que estas cosas te aturrullan pero me da igual porque tu sabes que soy muy cabrona. Entiendelo, te lo prometí...
Estoy contemplando con perplejidad su desconcierto. Me estoy emocionando, y mucho.
http://www.sorryeverybody.com/gallery/1/
Nuestra frustración no es comparable a la suya. A ellos les toca ser parte de esos americanos que algunos nombramos culpables de todo los males del mundo. Muchos de estos apesadumbrados mensajeros se levantan cada día sin ninguna intención hegemónica, llevando como pueden sus historias personales en un ámbito que no les permite no sólo ser un homosexual o un activista sospechoso, sino alguien que enferme repentinamente o que pierda su trabajo de un día para otro, porque entonces su país le dará la espalda en forma de enormes facturas de un hospital o la carencia de una prestación social que le permita ser un prototriunfador americano en stand by. Ahora nos piden perdon por haber estado de acuerdo con mucho de nosotros y que no les haya cundido. Son un 49% que saben de la responsabilidad de su país y la asumen, pero una aritmética absurda se les ha puesto en contra. Existen a pesar de ese siniestro álgebra que les ningunea. Suman, posiblemente, un número mayor que el de los habitantes de algunos países europeos de conciencia oficialmente tranquila. Pero ellos se diluyen en un sistema implacable que les condena a no ser contados como víctimas en ningún formato de pensamiento que no tenga intención de complicarse. Ni siquiera ellos parecen otorgarse la categoría de víctimas, sino la de culpables según se ve..
Pero a mí no me da la gana de vestirme de conceptos politicamentes correctos y siento una terrible ternura ante estos internautas desidentes y derrotados de esta página donde los perdedores piden perdon por perder, (lo nunca visto).
Soy una sentimental, y a mucha honra..
En una ocasión me adentré en Harlem, un domingo por la mañana, con la intención de escuchar godspel el alguna iglesia, una navidad que pasamos en Nueva York, el padre de mi hija y yo. El taxi amarillo nos dejó en una avenida, delante de una iglesia donde una cola de turistas de ordenaban como para contemplar un espectáculo nocturno. Cuando entramos y vimos una mesa de sonido para amplificar el oficio decidimos marcharnos. En la acera de esa avenida fuimos conscientes Rafa y yo a cuantas pantallas estaban sometidos muchos estadounidenses. Nos atrevimos a caminar por las calles que se fueron volviendo más solitarias y marginales, con edificios llenos de grafitis y pisos quemados. Un negro alto y elegante con una hermoso abrigo largo al que preguntamos delante de un puesto de flores nos recomendó su parroquia que ademá era católica y estaba a solo dos manzanas, (dos manzanas newyorkinas). Cuando llegamos nos alegramos de que no hubiera turistas, a la vez que comprobamos que tampoco había blancos norteamericanos, ni siquiera hispanos.. Nos habíamos adentrado en el Harlem profundo. La misa fue hermosa y larga. Un coro de negros y negras vestidos de de terciopelo rojo cantaban villancicos a ritmo de blues. En la homilía, todos los asistenten jaleaban al sacerdote y cuando este les indicó que se dieran la paz, la mayoría de los presentes, ancianos negros de pelo blanco y mujeres con gorro con flores de colores, se desplazaron a nuestro banco a estechar nuestras manos. Yo lloré sin pudor con lagrimas de emoción y ellos me acariciaban el hombro y me miraban a los ojos susurrando palabras que no traducía pero que entendía sin dudas. A la salida el sacerdote iba saludando a los feligreses según iban saliendo.Nos agradeció nuestra asistencia porque a su iglesia hacía mucho que no se acercaba ningún blanco. Le explicamos nuestro origen y nos dijo algo así como que en ese caso lo entendía. (los españoles tendemos a creer que nos somos apreciados y a veces nos equivocamos). Nos fuimos a la esquina a esperar un taxi y una anciana que nos vió nos explicó que donde estábamos no se acercaba ningún taxi de Manhattan y nos paró un coche marrón, un taxi ilegal que ellos utilizan para acercarse a Central Park, de donde no pueden pasar porque no tienen licencia. Aquel taxi llevaba un conductor, por supuesto negro, con un gorro de lana de colores y musica rap a todo volumen.
El taxi estaba por dentro lleno de pintadas y rasgaduras en un skay color vainilla muy sucio. Dentro de ese transporte sin permiso me alejé de una de las mañanas más brillantes de mi vida. Cuando me hablan de los norteamericacos en general como genocidas, descerebrados, enajenados, etc.. me asalta en las manos un tacto arrugado y oscuro del recuerdo de aquella mañana.
Le conté la receta que estaba haciendo a Pepa cuando llamó para ponerme al tanto del sufrimiento de su enfermedad mental.Hay quien sucumbe el abismo de su consciencia pero no claudica ante el tacto del terciopelo o el crujir del holjaldre.. Sabios sin permiso...
Su voz se alumbró con mi receta y me despertó esta respuesta:" Pepa, con la cocina, algunos conseguimos acariciar a aquellos que queremos, por dentro". "Adios, mi amor"
Siempre nos despedimos así. Así acabo las conversaciones con ella, mi hija o mis hermanas. A mi madre nunca le digo "mi amor". Por eso cuando una vez me oyó susurrarle esas palabras a un teléfono pensó que ya volvía a tener pareja. Entonces le expliqué que cuando yo volviera amar a un hombre, había aprendido que él debía ser el último en saberlo
Ya estoy aquí, de vuelta. Estuve en Francia, y también estuve haciendo limpieza en mi casa. Una avería en mi "proveedor de servicios", me ha mantenido aislada, por lo que he aprovechado para formatear mi ordenador. Ahora tengo la cabeza fresca, las paredes limpias, los cristales resplandecientes, los cajones ordenados y el disco duro como una patena. No se puede pedir más... He quemado incluso romero, por la casa, como hacía mi abuela paterna. "Que se vaya lo malo y entre lo bueno"... Lo he hecho cuando mi hija no estaba en casa, que ya es suficiente con que fume delante de ella y diga palabrotas en ocasiones para que me vea también haciendo conjuros y sahumerios. Lo he hecho en mi intimidad solitaria, recorriendo las habitaciones con una rama de romero humeante mientras mi gata negra me perseguía pengando brinquitos de entusiasmo. Hay una especie a la que le gusta más un ritual mágico que a las mujeres y es la de los gatos. Lo de las mujeres se podrá explicar algún día, pero a un gato no hay quien le haga un test. El último gato de la historia del mundo se morirá con todos los secretos de su especie inviolados...
Vengo contentísima (que poca estética literaria tienen los superlativos) de mi viaje a Eurodisney o Disneyland París, como hay que decir ahora. En el margen de tres meses he hecho dos viajes diametralmente opuestos: el Camino de Santiago y Disneyland. Pero el primero lo hice por mí y el segundo por otros. Y de los dos volví contenta porque hice lo que me apetecía hacer, en el primero buscar mi satisfacción y en el segundo, buscar la satisfacción de los que quiero. Y de este segundo viaje, menos místico y trascendente, me he venido con una sonrisa de oreja a oreja, porque me he llevado a dos niños y una mujer mayor que no han parado de entusiasmarse, y hay muchas cosas dignas de ver en este planeta, pero sin duda una de ellas es una mirada que brilla de entusiasmo. Y también vimos París..
Cuando el vagón del metro emergió a la superficie y en la ventanilla se impuso la torre Eiffel, mi hija y mi sobrino aspiraron sorprendidos. ¿Cómo se podría transcribir ese sonido que hace la garganta cuando tomas aire repentinamente ante un estímulo?. No lo sé. Sé que la imagén de la torre acompañada de ese aire pasando por sus gargantas será para siempre un preciado tesoro de mi memoria. Ahí estaba ese macromundo de la belleza absoluta y ese micromundo de la sorpresa, tan personal e intransferible. Los dos unidos en un sólo instante para que yo los disfrutara. La torre estará ahí por siglos, pero sólo unos sengundos bastan para que unos párpados se abran y la contemplen por primera vez en sus verdaderas dimensiones.
Ese día hicimos muchas cosas. Subimos a la torre Eiffel, paseamos en barco por el Sena, comimos cous cous en el Barrio Latino, visitamos Notre Dame y los niños se entusiasmaron con las gárgolas porque le recordaban al Jorobado. Por último estuvimos en el Louvre.
Apenas pudimos ver una décima parte de lo que allí hay, pero vimos a la Gioconda. Mientras una centuria de japoneses se pegaban codazos para sacar una foto al retrato de la enigmática, lo niños y yo correteábamos por la sala porque les expliqué que sería imposible encontrar un punto donde la mujer del retrato dejara de mirarles. Ellos, por supuesto, quisieron porner a prueba mis palabras porque lo niños sólo creen ciegamente en los Reyes Magos y es por interés. Visitamos otras salas y en una de ella me llamó la atención el Bautista de Leonardo. En aquel pasillo me captaron el original de esos ojos que ríen más que la boca. Tanto que he puesto la imagen en el escritorio de mi ordenador. Mi hija me ha preguntado por qué la he puesto. Yo he dicho que porque me sonríe. Ella dice que lo mismo se ríe porque me está haciendo un corte de mangas. Los macromundos y los micromundos no siempre coinciden.
SEIS AÑOS DESPUÉS
Soy la caminante del 2010.
Al cabo de seís años medoy cuenta de que puede que haya estado todo mi pasado haciendo planteamientos inversos,
Cuando mi hija y mi sobrino ven la torre Eiffel y se maravillan, identifico lo universal, (la belleza) con la torre,.Y la sorpresa queda sólo como un estado fortuito y fugaz de un simple ser humano.
O sea, que una torre , algo que se cae en cualquier momento, es lo absoluto. Pero no ese estado de descubrimiento que ha existido previamente, que la ha provocado y que si la vé caer, construye otra. En ese resplandor emocional nos unimos todos para acordar la belleza.
El autor es el asombro.
El macromundo generador es la emoción, que te contiene a tí como su caudal.
En el universo, las cosas únicas no son las irrepetibles sino las invariables
Por eso entre la sonrisa del Bautista de Da Vinci y su corte de mangas solo están unos ojos que cantan canciones eternas, y lo demás son manchas.
Luis, Marisa y Susana han llegado desde Italia en su rulot a la casa de mi madre. Hoy han venido todos a la ciudad desde el Aljarafe a picar conmigo por la noche porque mañana trabajo temprano. Hasta mi madre y mi hija han venido a cenar a "La gamba blanca" en mi propia calle. Los niños se han metido en el coche de mi hermana a dormir porque anoche se quedaron en la rulot y por supuesto, no durmieron. Italia está muy cara me cuentan. París también, me dicen cuando hablamos del viaje que haré a Eurodisney con mi hija en septiembre. Mientras, comemos gambas del Atlántico, jamón de Huelva, croquetas caseras, boquerones frescos de Málaga, salmorejo y cervezas muy frías en cristal muy fino. Nos sale todo por un precio asombrosamente razonable y acordamos que ya es hora de apreciar en qué país vivimos. Entonces hablamos de viajes. Susana, Luis y Marisa son madrileños. Marisa adora Galicia y Andalucía, Susana prefiere el País Vasco. Luis no dice nada. Les hablo de San Sebastián a Luis y Marisa que no lo conocen. "San Sebastián se mete por los ojos" les digo y ellos esperan un traducción porque "se mete por los ojos" debe ser una expresión que se circunscribe a la manera de hablar andaluza. Pero cuando les hablo de detalles de esa ciudad percibo que comprenden la expresión.
Hablamos de México. Susana dice que México huele y empezamos a hablar de olores de ciudades pero "La gamba blanca" tenía que cerrar
He vuelto a casa con el deseo de rememorar el olor de algunas ciudades y de todas las que conozco son dos las que insisten en mi memoria: Nueva York y Sevilla. Hay otras ciudades que huelen. Londres huele mucho, y Barcelona tiene un olor que me encanta. Pero en mi mente tengo esos dos olores de ciudad que como ningunos otros persisten. Nueva York huele dulce, al menos Manhattan. Es tremendamente dulce sin acidez alguna, como una vainilla envejecida matizada de gasolina y ambientador de hotel. Sevilla es cítrica al principio pero si respiras hondo te invaden detalles de flores pequeñas y piedra húmeda.
Ayer por la tarde estudiaba en el chalet de mi madre el parcial que me ha quedado para septiembre. "Desarrollo social" de Psicología Evolutiva. El caso es que me encanta este tomo y lo hubiera aprobado si el exámen no me hubiera coincidido con el mismo día que salía para el Camino de Santiago. Lo hice con la ropa de peregrina y no llevé el bordón y la mochila al examen porque mi hermana fue tan amable de esperarme en la puerta con ellos y llevarme a la estación. Pero no me concentré en el examen, ni los días anteriores cuando tenía que prepararlo. Ahora no tengo excusa..
Estaba ayer justo en el capítulo "Cultura y desarrollo" y Vygotsky le estaba ganando un pulso a Piaget porque el primero no buscaba una meta final del desarrollo, como el segundo, sino sus múltiples direcciones, las que permitían la mediación de los símbolos..
Mi madre y mi hermana me habían dejado sola con los niños que ya se estaban aburriendo de bañarse en la piscina. Se vienen conmigo y no me dejan estudiar, (ahora es Vygotsky el derrotado por los niños a los que tanto estudió).
Mi hija quiere un teléfono móvil y yo se lo he prometido para su cumpleaños a finales de septiembre. Voy a ceder por interés propio. Ya va a cumplir 10 años y empezará a ir sola al colegio que está cerca o a la academia de inglés donde he decicido que vaya algunas tardes. Ella quiere aprender francés que le gusta más pero ha comprendido mis argumentos para que le dé prioridad al inglés. No es tonta, basta con explicarle las cosas...
Quiere que el móvil que le compre pueda grabar voz para tener las señales de llamada personalizadas con la voz de quien le llame. Empiezo ya con el cachondeo diciendo que le voy a grabar una señal muy ordinaria: "Niñaaaaa, coge el teléfono ya, niiiiñaaaa", para que no sepa donde meterse cuando esté con las amigas o el niño que le guste. Ella me desafía y dice que no le importa. Jose Manuel, su primo de 7 años dice que le va a cantar la canción de Sin Chan: "Trompa, trompa, que pedazo de trompa, troooompaaa", cuando le llame. Ella encantada. También quiere que le grabe con mi voz el mensaje del contestador y empezamos a imaginar entre los tres, mensajes de canchondeo y empezamos a partirnos de la risa. Al final dimos con una fórmula que no revelaré para que no la copie nadie. Cuando su padre la llame y salte el contestador con mi voz haciendo el tonto, pensará que voy de mal en peor, pero no me importa. Luego se me ocurre decirle que la voy a putear y cuando ella no lo sepa le cambiaré el mensaje y diré "María está haciendo caca, y va a tardar un buen rato porque está muy estreñida, así que dime lo que quieres y yo se lo digo cuando acabe". "Mamaaaaaa" me contesta ella fingiendo indignación pero colorada de la risa. Su primo ha tirado la "game" y se revuelca, yo, por otro lado, me parto... Me dice que ella me va a hacer lo mismo a mí cuando no me dé cuenta. (Si se lo propone, aprende a cambiar mensajes de los contestadores y más cosas..). A ver, ¿que mensaje me vas a poner tú?, le reto. Piensa un poco conteniendo la risa y dice: "Hola, mi madre está en la cárcel y hasta el sábado no es el día de visitas. Dime lo que quieres y yo se lo digo cuando vaya a verla". Juaaaaaaa.... Los tres estamos que no podemos más de risa. A mí se me cae el libro al suelo y cuando voy a recogerlo veo que se ha abierto por el capítulo "Familia y desarrollo psicosocial". Prefiero no pensar. Que nada perturbe este momento.
Hace una semana que me compré varios libros en los que tenía interés, entre ellos el tan comentado "Código Da Vinci" Soy curiosa y soy periodista, en este orden y si se quiere, a la vez. "Bueno, vamos a leerlo.." No es la primera vez que me acerco a algo que habla de sociedades secretas ni de templarios, ni de el Santo Grial, ni de fábulas noveladas sobre él (Ay.. ¿Quien se acuerda ya de Peter Berling?).
Es más, el primero que me habló y me acercó a todo esto fue mi tío materno, el que me puso en mis manos una rara edición de algunos evangelios apócrifos cuando yo tenía sólo unos diecialgo años.. El mismo que trajo una noche de verano un telescopio gigantesco y me enseñó a mirar el cielo con nombres y con situaciones desde la azotea de la casa de verano de mis padres en el Aljarafe sevillano. Mi tío materno es médico y aunque es una persona de formación estrictamente científica; como muchos, paradógicamente en ese caso, tiene una cierta tendencia a lo heterodoxo.
Por otro lado amo la literatura desde que poco después de aprender a leer, una fiebres reumáticas me tuvieran casi un año condenada a no salir de la cama sino sólo para ir al baño. Yo tenía una vecina maestra de escuela y, creía entonces, que solterona. (Luego me enteré que era madre soltera inconfesa). Ella me trajo dos libros: "Los cuentos de los hermanos Grimn" y "Las aventuras de Tom Sawyer" de Mark Twain. Durante meses fueron mi único mundo, ellos y mis viajes al baño, eran toda mi actividad mientra fuí una paralítica funcional por una afección que creo que hoy en día está superada. Tenía entonces siete u ocho años...
Regresando a este verano, quise compartir lo que todos disfrutaban. Así que me dispuse a empezar el "Código Da Vinci" sobre las arenas de Conil de la Frontera, provincia de Cádiz. Y allí, sobre esa misma arena, empecé los que creí que podría ser cuando menos un buen gúión de cine tal como me habían contado. Y estaba simpático... hasta que el autor me describió al personaje como un cuarentón que se podría identificar con Harrison Ford, hombre del que sabemos que hace muchos años que dejó atrás los cuarenta. Y me pregunté: ¿Todo lo que me va a explicar sobre la simbología y el paganismo reconvertido por la iglesia va a tener la misma presición?. Ojala hubiera sido sólo las tesis de lo que estuviera descontenta. La trama estaba siempre rozando lo inverosímil. Los personajes llegaban acuciados por una persecución a un banco y le pedía a una banquero, (¡ A un banquero!) su ayuda "desinteresada"... Por supuesto eran traicionados. Hay un mayordomo inglés que no tarda más de un capítulo en traicionarles. ¿Habrá mayor tópico? Si todo el mundo sabe que tratándose de ingleses, el malo siempre es el mayordomo. Pero continué.. y cuando ya no pude más es cuando aparece un texto según el libro en principio indescifrable y a que a simple vista a mi me pareció sólo un texto de caligrafía invertida. (Sólo había que observar la "y" griega", era fácil). Me voy al baño, compruebo que estoy en lo cierto y sigo leyendo. Dos especialistas en simbología y criptología y una agente de policía científica se tiran cuatro páginas para dislucidar si será una lengua arcaíca o un criptograma. Cuando llegaron a la conclusión de que era caligrafía invertida, tiré el libro y pensé: "me estan tomando por imbécil como lectora".
Es posible que alguien piense que estoy tirando el rollo de que veo mensajes cifrado a simple vista o que yo solo leo literatura elevada. Si fuera así no estaría escribiendo esto en este blog, porque el que lo lee no me conoce, y si por literatura elevada entendeis a Henry Miller, pues entonces, puede que si, que ese sea mi estilo. Lo que siento es necesidad de gritarle al mundo ¿Que está pasando que nos fascina esta mierda de libro? Todo lo que explica sobre el Santo Grial y el Priorato de Sión lleva varios años publicado. (Se puede buscar en el Google). Y lo que más me preocupa es que se tome como objeto publicitario uno de los hombres mas inteligentes y más rigurosos que nunca existieron en Occidente. Lo que más me duele y mi indigna es que el preclaro Leonardo, un hombre que nos invitaba a inspirarnos en las manchas de humedad de la pared , pero que sabía lo mismo como se costruía un edificio que como se creaba un artilugio para volar, quede para los devoradores de betseller como una mente entregada al secretismo. ¡Por Dios!
De nuevo trabajo todo el verano. Hace cuatro o cinco años... ??? (he perdido la cuenta), a ver.. verano del 99.. este es el del 2004...Hace cinco años, exacto, hace cinco años no tuve vacaciones. Fué el verano en el que me separé. Necesitaba el dinero y pedí en mi empresa un contrato de verano. Entonces no era fija, era una contratada por obra. y pegué una obra con otra.
Aquel fue un verano feliz. Entonces se celebraban los Mundiales de Atletismo en Sevilla, aquellos en el que se colaron los pro etarras vestidos de peluche a mi Carlitos Herrera en la ceremonia de inauguración. Aquella noche estaba yo convalesciente de una jaqueca tensional en el apartamento de lujo que yo misma le había buscado a mi ex en nuestro propio barrio para que iniciara su reciente soltería. En aquellos entonces, en aras del mutuo acuerdo, el me prestó el apartamento que yo le busqué para alquilar mientra yo terminaba la mudanza en el piso que yo me busqué para comprar. El se fué a alguna playa con nuestra hija a olvidarme y yo me metí en su casa a terminar de alejarme de él. (ahora que lo pienso, yo tenía muy poca verguenza. Ahora lo siento..). Recuerdo aquella noche, la noche de una mañana el que yo había acabado paseando como un tigre por los pasillos de la empresa porque todo el estrés de quel momento de mi vida se alojó encima de una ceja, no recuerdo ahora si la derecha o la izquierda, pero una de las dos era, con la forma de una neuralgia aguda que el médico de la empresa remedió con una inyección de nolotil mezclado con valium y la recomendación de pasarme todo un fin de semana sin conducir, puesto que me había drogado literalmente para 48 horas. Ahora deduzco que era viernes, y dormí desde la una del mediodía hasta las nueve de la noche, de la noche de la inauguración de los Mundiales de Atletismo. Me depertó a las nueve el timbre del apartamento de marmol aclimatado, porque yo tenía y tengo un ex de nivel.... Eran mi hermana y su novio con litronas y el encargo de mi madre de que fueran a hacerme compañía. Que tontería pero aquella noche aclimatada, acarajotada, alitronada, atléticay saboteada, televisiva y nebulosa la recuerdo como algo muy divertido. Los tres delante del televisor, con tanto marmol, alucinando a causa de aquella inauguración y distintas sustancias....
Recuerdo, ese mismo verano que alguna tarde fui con mi reciente entonces ex a ver una secuela de "La guerra de las galaxias" y al salir del multicines, estaban los maratonianos del Mundial por las calles. Yo les gritaba sin recato palabras de ánimo que no entenderían porque eran de distintas nacionalidades y les jaleaba en el andaluz más coloquial . Esa fué, aquella tarde de verano urbano, el último momento que compartí con el padre de mi hija antes de que decidiera odiarme, hasta hoy...
El resto de aquel verano consistía en cajas de cartón repletas de libros que colocaba en las estanterías de mi piso recién comprado, semáforos vacíos por la mañana camino del trabajo y retumbar de las suelas en el pavimento de la calle cuando iba por la tarde a la única ferretería que no cerraba por vacaciones en busca de alcayatas. Fué un verano de más recuerdos, porque hay cosas que ocurren cuando menos las presupuestas, pero de ellas, ahora no quiero hablar...
Hoy quiero hablar del futuro. Me apetece, ya que me está siempre acosando...
No voy a escribir sobre el futuro como para pasar a él con palabras que me garanticen posteridad , entre otras cosas porque no creo que pueda. Escribir por ejempo:
El futuro es el reverso de la hoja,
el próximo escalón, la línea del horizonte..
Yo tengo otro estilo para codearme con el futuro.
Ël no es siempre el mismo interlocutor.En la infancia era toda una puerta, la mayoría de las fechas estaban teñidas de futuro. Una se encaraba ante los recuentos del tiempo con las manos en jarra y delante de tanta fiesta de guardar y tanto examen de recuperación, le levantaba la barbilla al calendario.. ¿como se la levantaba..! Una semana era suficiente para recomenzar: ¡A mi los días...! Cuando el tiempo era lento, yo aprendí a creer en las oportunidades.
Luego el tiempo se atascó un poco, y no era su culpa, pobre.. Es que hay una etapa que nos aficionamos a los puertos y a los tiempos muertos. Es ahí donde cabe la crisis.
¿Qué sería del tiempo y el futuro sin una de ellas? No quieras preguntárselo, que te morderan con una buena , a destiempo o nó, pero con una.. Me consta que son especialistas.
Luego, hay idilio. El tiempo se sabe contar y el futuro apreciar. Te sorprende todo esto más débil y más cansado, pero más consciente. Es entonces cuando el futuro adopta sus armas de seducción y te dice que aún tienes una oportunidad y el tiempo se muestra como una amante ofrecida, con una buena profusión de secretos...
Entonces, sólo entonces, depende de tí, no de tu edad biológica, ni de tu éxito, ni de tu aspecto, ni de tu nivel, sino de tus santas ganas.
Y es cuando yo retomo mi master de barbillas alzadas y brazos en jarra, y me dirijo hacia el calendario.
Hoy podría hablar de muchas cosas. Hoy y ayer y me apuesto que mañana...
Pero una es así y sólo quiere hablar del sonido que hace las aspas de su ventilador.
Me encantan como suenan. Es un ventilador de techo que me compré el verano pasado en una gran superficie en plena ola de calor. Allí que fuí sin pedir ofertas sino aspas, muchas aspas, como una loca. El vendedor, hipnotizador de agosto, me vendió cuatro aspas apostando por su vigor y ellas canturrean desde el techo de mi cuarto dispuestas desde hace un año. "Darra, darra, darra "Algo así hacen...
Me encantan los ambientes. Creo tanto en los ambientes como en los argumentos, sin menoscabo el uno del otro. (He visto mucho cine en blanco y negro, mucho cine de los 50...) Por ejemplo, me fascina lo urbano. Sé que no satisfago a ecologistas ni místicos, pero me encanta un neón, y una barra de bar nocturno repletas de perdedores y humo, y un piano tocado por el mayor de los perdedores, y el agua que se refleja en el asfalto si llueve de noche, devolviendo un puñado de destellos para desorientados. y el jazz...
Acabo de buscar jazz entre mis archivos y sin embargo me he topado con una samba, "La samba de verao" por Bebel Gilberto y Ana Caram. Posiblemente las aspas de mi ventilador, la luz parpadeante de mi ordenador en la oscuridad de mi cuarto y la tempereratura tormentosa y espesa de estos agresivos veranos sevillanos han decidido por mí. Y es que es eso lo bueno que tiene el ambiente, no es que te lleve, es que te explica. Va siempre por delante de ti. Creemos firmemente en el libre albedrío y no es que sea mentira, es que no sabemos interpretarlo. Que no sabemos a qué llamamamos albedrío y a qué destino, eso pienso bajo las aspas de mi ventilador. Igual que me pregunto cuál es la diferencia que establecemos por lo general entre libertad y poder.
Hay una teoría a la que le doy vuelta desde hace algún tiempo: la de la fascinación de la soledad.
Para ello hago siempre un trabajo de campo; le expongo a mis contertulios estas dos situaciones:
Caso 1- Nochevieja en una gran ciudad. El individuo 1 está en un local donde acaba de dar cuenta de un exuberante menú. Tiene una mujer muy bella su lado, pertrechada de lentejuelas y se encuentra rodeado de personas que le demuestran complicidad y simpatía. Se demuestra eufórico y pleno. Suena los tapones del champagne y la orquesta... Espera la inminente hora del fin de año.
Caso 2- Nochevieja en la habitación de un hotel de carretera. La luz de neón entra por la ventana e ilumina intermetente una silueta. La del individuo 2 que toma una copa de un licor seco en el único sillón de la habitación mientra se inclina hacia la ventana, sintiendo entre las persianas entreabiertas "el ruído de camiones al pasar" . El retumbar de los cristales y el susurro del neón es su única orquesta. Espera que se año se acabe por fín
¿De quién quieres saber la historia? Individuo 1 o individuo 2.
Las aspas de mi ventilador me dice sólo "darra, darra, darra.."
Esta que es trianera y sevillana se va hoy a hacer el camino. Pero no el del Rocío, sino el de Santiago.
Y es que no se puede adjudicar tópicos a las personas por el lugar en que ha nacido ni juzgar a ningún hombre por el tamaño de su móvil.
Ahora vuelvo.
Eso pienso cuando miro a mi gata.
A Dios pongo por testigo, que quisiera conocer al guionista de neuronas burbujeantes que ha diseñado semejante personaje para que invada de esta manera incontenible las paradas de autobuses, las salas de espera de los ambulatorios, los fondos de armarios, los rayos catódicos, las tiendas de todo a un euro, las mentes malidicentes, los corazones ingenuos, los ideales trasnochados, las lentes convergentes , los atascos madrileños y los presupuestos públicos, entre otros ámbitos...
Me topé por vez primera con ella en un kiosko, una mañana de tendinitis y baja laboral. Se asomaba adusta y televisiva por la portada de un "Pronto" rubricada por el anuncio de su compromiso. La comadre que llevo dentro pegó su nariz y el fruncido de sus cejas al cristal del puesto de prensa con toda la inquisición a la que me autoriza mi calidad de contribuyente. "Muy mona", me dije renunciado a calcular a cuanto me saldría en mis impuestos el milímetro de esbeltez.
La Casa Real ha sido desde mi óptica como esas gotas de lluvias que empañan mi ventana pero que dejan los tiesto de geranios muy exuberantes, una mezcla entre bien y mal menor. El entusiasmo se empezó a gestar cuando supe que la próxima reina de España iba a ser una colega del gremio. "Llevan razón los detractores de mi profesión, los periodistas no observamos límites con tal de conseguir nuestros propositos" tuve que reconocer cabizbaja, pero con la boca pequeña, eso sí.
Por supuesto que me enterneció la melaza de los detalles de esa niña que hacía los deberes en los estudios de Radio Nacional de España, sobre todo porque mi propia hija me ha acompañado cuando he grabado programas en la radio pública autonómica en la que trabajo. Ahora bien, mi niña de nueve años no se lleva las libretas sino la game, y en vez de hacer tareas se revuelca sobre la moqueta mientras yo entrevisto a algún incauto. Los sesgos del destino se originan en estas cosas. Una simple y apetecible moqueta puede apartar a una joven doncella de la realeza europea...
Me empezó a entusiasmar ese pasado off de record del universo internauta: un hombre casado en México y un profesor de literatura, posterior marido y escritor, obligado de ahora en adelante sólo a dar cuenta de la ficción. Un escritor avocado a no contar nunca nada que sea "real", que increible jugarreta del lenguaje y del destino...
Fue eso lo que me indujo a pensar que quizás estuvieramos ante la creación de un guionista desparramado. Eso y el tirón del mangas a su Alteza, para que no le robara protagonismo en su puesta de largo, de pantalones largos. "No me lo puedo creer.. ¿Qué mariquita venezolana puede estar detrás de esta maravillosa puesta en escena?" Me preguntaba yo mientras batía el huevo de la tortillita francesa de mi hija observando el telediario de la cinco. Después de eso vino el incunable de Larra, la prima Abigail, las "chuletas" en la Uned de la madre sindicalista, los tirones de moño con Peñafiel.
Pero el momento culminate llegó un sábado por la mañana en que sonó mi movil y unos amigos desde el puente de Triana me incitaban a que me uniera a una manifestación convocada por el Ateneo Republicano de Sevilla con sus posteriores birras. Entonces yo me subí a mi mesa camilla y a riesgo de quebrar el cristal que la culmina, grité como si fuera un colaborador de un late-night cualquiera: "Estamos ante un momento históricooooo" con el consiguiente respingo erizado de mi gata.
La otra mañana, un compañero gay y yo recorríamos la redacción imitando la torción de Letizia en la boda danesa con el increible traje rojo que hubiera sido digna covertura de una Angelina Jolie oscarizada o de una Scarlata O'hara dspuesta a desafiar a la bien pensante sociedad de Atlanta. Nos alternábamos en los papeles de príncipe y prometida, uno con más acierto en una semblante triunfante y otra con mas precisión es la divergencia entre parte inferior del cuerpo, que camina y parte superior, que se ofrece al mundo, a los cuartos de revelados, a las tertulias y a los patios de vecinos..
Luego fuí a la delegación de hacienda a cumplir con mi deber contribuyente. Como soy tratada con delicadeza por el fisco por ser cabeza de familia monoparental y asalariada hipotecada, me dejé llevar por el entusiamo de mi devolución y me ofrecí sobre la marcha a donar algún euro para la boda o para el ajuar, para alguna guirnalda o una albombrilla de baño, algo que correspondiera a lo bien que me lo estaba pasando que "no estaba pagao con ná".
El funcionario de hacienda me explicó que aquello era tecnicamente imposible y lo abandoné en su perplejidad mientras me alejé de su mesa con las piernas caminando para un lado y mi torso en un ligero escorzo dirigido hacia él para impresionarle un poco. Mi escote no era "palabra de honor" ni mis hombros estaban envueltos en tul, pero mi camiseta de cortefield lucía un estupendo cuello a la caja
He salido con prisa y con agobio de mi casa, para comenzar el día. Salía cargada de cosas por resolver y de urgencias. Me he cruzado con una niña pequeña que iba de la mano de su padre. Estaba cantando una canción improvisada con bastante entusiasmo: "Ya ha salido el sol, ya ha salido el sol, ya ha salido el sol..."
Y era cierto, había salido el sol, de luz oblicua, de esa que se distribuye por las esquinas y pinta todo de amarillo pálido. Pinta el humo, las piedras y la misma prisa. Yo no lo había visto, pero ella sí y le cantaba.
A mí me ha hecho gracia y me he reído. La he visto alejarse practicamente colgada de la mano de su padre, trasportando una mochila por la que rebosaban rayos de luz amarilla y algunas carcajadas.
Ya queda muy poco, algo más de dos semanas, para que comience mi camino a Santiago. Me sorprende que dentro de esta maraña que es mi vida en esta etapa: hija, trabajo, estudios, etc... sea justo ahora cuando se haga realidad algo que se encendió en mi mente cruzando un semáforo hace tres años: "¿y si hago el camino de Santiago?". Me acuerdo de aquel momento. No recuerdo la hora, pero recuerdo la calle. Era la calle de mi madre. No recuerdo el día, pero recuerdo el mes, era abril. Y sobre todo recuerdo la desorientación de mi ánimo. ¿Que si he mejorado?. He hecho cosas, muchas cosas, de esas que la gente llaman mejoras. Si, creo que sí, que he mejorado, pero no porque la suerte me cogiera de la mano para hacerme regalos de los que solapan las cosas que no te gustan, sino porque no quise detenerme a lamentarme, aunque porque no me detuviera, dejara de existir el lamento. He hecho cosas y he aprendido. No estoy contenta, pero soy alegre. No puedo ser de otra forma, me pasa como al escorpión..
En aquel semáforo dí un primer paso. Cada paso es el primero de un camino, porque los caminos existen y se recorren independientemente de qué uno haya elegido esa trayectoria; eso es lo malo, y lo bueno...
Ahora pienso de forma concreta en lo que empezó algún día como una abstracción. Cuento días, kilómetros y kilos para algo que alguna vez fue sólo una intención o una apetencia, pero entre los mapas y los volúmenes se me enredan las ideas, que al fin y al cabo son las que mandan, la que mueven y las que frenan.
Me enfrento primero a una excitante paradoja: la paradoja de la mochila.
El peregrino debe cargar en sus espaldas sólo aquello que le sirva. Pero como no manejamos bien el lenguaje, metemos lo que necesitamos.
¿Qué necesitamos? Aquello de lo que creemos que dependemos para estar bien. Pero eso pesa y será el peso lo que nos haga más vulnerables en el camino y nos haga sentir peor. Por lo cual, lo que creemos que nos previene, en realidad nos expone.
Ese es uno de los pasos de este camino, diferenciar lo que me sirve a mí y lo de que yo dependo.
Me pregunto también cuando comienzo el camino. Si empezó en aquel semáforo donde se tradujo en ocurrencia o en el momento el en que me desorienté y tomó naturaleza de idoneidad.
Eso me lleva al binomio "quiero-puedo". El camino, físicamente, comenzará el próximo día 28, en teoría, el día que puedo.
¿Pero es así, realmente?.
Creemos que para poder hacer las cosas se tienen que dar las circunstancias. Esto es absurdo: "Para poder hay que poder". Un pensamiento inútil y esclavizante.
"Me compré una casa cuando pude hipotecarme". Cuando el que se hipoteca lo hace porque no puede comprarse una casa. ...
"Tendré un hijo cuando pueda", dice un adulto que lleva muchos años de permiso biológico, el único imprescindible, para tener hijos.
Decimos que no podemos cuando no queremos, de la misma manera que decimos que no queremos cuando no podemos.
Esto me lleva a pensar, que si empiezo a caminar no es porque pueda, sino porque quiera.
De estas ecuaciones deduzco de que estoy a punto de hacer algo que realmente quiero.
De lo que se deduce que o bien hago lo que realmente quiero, o que realmente hago lo que quiero. Cuya conclusión es la siguiente: soy libre, quiera o no, soy libre.
Esta mañana me he despertado varias veces pero he insitido en dormir más y más por ver si exorcizaba ese terrible cansancio que me ha acompañado toda la semana. He conseguido llegar a la meta de las doce menos cuarto del mediodía y eso que anoche no salí ni la "visita" se quedó a dormir. Solo tengo dos cosas obligatorias que hacer de aquí al domingo,ya que mi hija no está, estudiar y recoger la mochila que mi tío me va a prestar para hacer el camino de Santiago dentro de un mes. Todavía no he hecho ninguna pero aún es pronto.
Me habré despertado unas cuatro veces, desde la siete que es la hora habitual entre semana. Cada vez que me despertaba, veía la cara de mi gata observandome minuciosamente. Todas la veces me he despertado en distinta postura y localización, pero la gata siempre estaba ahí, atenta. Ella sabe que no debe despertarme, cosas del "condicionamiento operante", porque en el año y medio de vida que tiene, cada vez que lo hizo, atravesó volando la habitación. Lo que no he conseguido es que deje de subirse a la cama ni que le muerda el dedo gordo del pie al que me acompaña de vez en cuando. Pero es cosa sabida que los gatos son difíciles de adiestrar, de ahí que me gusten tanto.
Dediqué un periodo de mi tiempo a un cretino que no le molestaba tanto los ataques nocturno a los dedos de su piés como que yo quisiera a mi gata con esta impúdica desmesura, porque decía que había muchos niños en el mundo necesitados de ayuda... Por supuesto, el cretino, por esta y otras razones, fue debidamente desaparecido de mi vida.
Son pocos los que comprenden mi relación con mi gata: mi hija, mi madre y poco más.
Pero esta mañana, ahíta de descanso como no hacía tiempo, y observada con detalle por los ojos amarillos de mi gatita negra recordé las palabras de un amigo escritor, muy conocido por muchos : "sería usted, en otro tiempo, pasto de las llamas de lo políticamente correcto, o en otro caso, una perfecta pastilla de jabón". Estos escritores se explican tan bien que dan cosa..
Lo se, lo se.. una mujer medio gitana que vive sola con una hija y un gato negro, que si.. que lo se.. (afortunadamente, parece, nací en los años sesenta)
Cuatro, (así se llama mi gata), duerme enroscada en este momento muy cerca de mí. Me dan tentaciones de acercar mi cara a la suya y que cuando se despierte vea mis ojos marrones escrutándola. Sólo por corresponder.
"No llamaré a mi compañera niñata" copiado cien veces. Ese es el castigo que han puesto en el colegio a mi hija de nueve años por razones evidentes. Ella está furiosa. No sólo ha sido castigada, que ya es enfurecedor, sino además injustamente, me cuenta. Empezó su compañerita llamándola gilipollas. Su narración no se remonta más atrás ni yo se lo pido, por si acaso. Le pregunto si sólo la han castigado a ella y me cuenta que no, que la contrincante también ha sido condenada a renegar de su insulto cien veces por escrito. ¡Pero es que no es justooo...! apostilla. Yo no sé que decirle, porque todo me suena. Puedo decirle que insultar está mal, pero ella ya lo sabe y si la trato como una gilipollas estaré dando la razón a una borde precoz que en otro lugar del barrio se estará lamentando a alguna madre de un castigo injusto.
Yo amo a mi hija de una forma indecente y por eso, en ese momento no me dá la gana de enseñarle los límites del bien y del mal, ni los formatos de lo correcto, ni los contornos de los adecuado, ni la senda del honor, ni los mapas de éxito. Sólo quiero que se sienta mejor y le digo. "Pero "gilipollas" tiene cuatro letras más". Y mi hija, haciendo uso de toda la capacidad de irreverencia que he podido inculcarle en nueve años me contesta: "Mamá, dejate de cachondeo". Me gustaría contarle que todo esto es muy serio para mí, pero como ella no está para que yo me explique a mí misma ni cual es mi sistema de valores, me limito a hacerle notar que si la otra niña tiene que escribir una frase con cuatro letras más, multiplicado por cien son cuatrocientas letras de diferencia . No tuve que añadir nada más, la cifra 400 es suficiente argumento para una niño, ellos, que no se quitan de la boca la palabra "cuanto". Cuatrocientos carácteres haciendo justicia por su cuenta, llas, llas, llas, llas...un regalo del destino. Envalentonada comenzó su proceso de escritura automática, escribiendo por prescripción académica lo que no debía volver a pronunciar,... estos educadores...
Camino por el pasillo hacia el ordenador a estrenar un blog y me pregunto si no seré una irresponsable. Siempre me pregunto lo que sospecho.
Y justo antes de que mi mente me conteste lo que ya sé, me sorprendo buscando en mi vocabulario insultos cortos, por lo que pueda pasar.