9 de Diciembre 2004

Alá en la piel


"A Macarena, sultana occidental que me ha acompañado de la mano por el mundo estos días."

Fumábamos a escondidas, asomadas a la ventana. Abajo, en la calle, el increible espéctaculo de la circulación en Rabat. Entre frenéticos sonidos de claxon, atraviesa el aire del atardecer la llamada a la oración del muecín. Suena. también. el aviso de mensaje del móvil de Macarena. Sus ojos se encienden como un relámpago repentino en una noche oscura.
A través de la ventana, la agonía púrpura del sol detrás de la medina. En la habitación, la tormenta verde de los ojos de Macarena...

En el zoco de la medina llueve, pero nadie se detiene. Camino siszageando entre los charcos y los hombros árabes que me rozan. Alguna vez, un susurro masculino de palabras que no entiendo llega a mi oído. Se suceden el olor de las especias y el humo del kefta sobre el carbón. Persigo con la mirada las siluetas de Ahmed y Macarena que se adelantan hasta llegar a una tienda vieja de baratijas e intrumentos.
Macarena regatea al vendedor por un laud. El anciano intenta aturrullarla en árabe. Ella sacude su cabeza y sus manos para bajar el precio. Ahmed no interviene y sonríe. El vendedor le dice riendo "le has enseñado bien". Macarena abraza como una niña a una muñeca su laud por el que sólo ha pagado la mitad.

Vamos con Ahma, la madre de Ahmed, al hamman. En la primera sala nos desnudamos las tres. Macarena y yo conservamos sólo las tanguitas. Atravesamos salas donde el calor y el vaho van aumentando. Pensaba que la desnudez nos podría igualar a las demás mujeres. Macarena es pelirroja de ojos verdes y piel tostada, yo tengo el pelo y los ojos más oscuros y la piel más clara. Seguimos siendo diferentes a ellas, con nuestro pelo húmedo y nuestro cuerpo sin ropa. En la última sala nos esperan las empleadas vestidas sólo con unas bragas altas y un pañuelo en el pelo, blancos los dos. Me siento en el suelo, y una mujer fornida, con grandes pechos color de canela y oscuros pezones me unta del cuerpo de una pasta oscura y con un guante aspero y negro comienza a frotar mis brazos con energía. Me maneja como a un recién nacido. Me deja tendida sobre el marmol del hamman. Macarena está mi lado y la magrebí que limpia su piel le arranca literalmente su tanga para exfoliar sus caderas. Luego nos reíriamos mucho con esa escena, porque ella dice que nunca nadie le ha quitado las bragas con tanta vehemencia.. Yo también sería despojada al poco de ese insistente resquicio de pudor occidental. Ahma le da indicaciones a las empleadas con ese serena autoridad de matriarca musulmana. Me abandono a las sensaciones. La dureza del marmol en mi espalda y mis nalgas me recuerdan el peso que he perdido en los últimos meses. La jarira con dátiles de las últimas noches sólo han conseguido redondear levemente mi vientre, de momento. Me rodea una nube de vaho y un murmullo de risas y conversaciones femeninas en árabe que me reintegra más agudo aún, el marmol de la estancia. Tengo la piel enrojecida por el agua ardiente y la abrasión del guante negro. Me arrulla un placentera somnolencia. No hay un sólo músculo que esté rígido en mi cuerpo. De vez en cuando, siento un caudal de agua extremadamente caliente que la empleada del hamman derrama sobre mí. Una voz amistosa que procede de un atractivo rostro maduro se inclina y me dice "Bienvenue au Morocco". Yo le sonrío desde el vaho y mi modorra. Tendida desnuda sobre el suelo de un baño árabe me rindo al mundo, diverso y amplio, que me envuelve con unos brazos fuertes, calientes, húmedos...y yo le digo que sí..
Me vuelven a incorporar y siento el champú en mi cabeza y unos dedos que llenan de espuma mi pelo. Macarena sigue a mi lado y me cuenta el revuelo que se ha formado, y que yo no he percibido en mi ensoñación, cuando las mujeres han descubierto el tatuaje de su hombro con el nombre de Alá. Me dice que Ahma les ha explicado el gran afecto y respeto que ella siente por el mundo musulmán y parece que ese halago ha sido más poderoso que su desconcierto. Macarena y yo no sabemos si ese nombre sagrado sobre la piel femenina puede aparecer blasfemo o irreverente. No hemos venido a explicarles ni a teorizar. Sólo hemos venido a comer en sus mesas , a caminar con ellos, a bailar y cantar con ellos, a abrazarnos con ellos...

Escrito por La caminante a las 9 de Diciembre 2004 a las 01:37 PM
Comentarios

Me gusta tu forma de cerrar el post, genial como siempre.

Besos

Escrito por mICrO a las 9 de Diciembre 2004 a las 03:45 PM
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