21 de Mayo 2004

Me encanta Letizia

A Dios pongo por testigo, que quisiera conocer al guionista de neuronas burbujeantes que ha diseñado semejante personaje para que invada de esta manera incontenible las paradas de autobuses, las salas de espera de los ambulatorios, los fondos de armarios, los rayos catódicos, las tiendas de todo a un euro, las mentes malidicentes, los corazones ingenuos, los ideales trasnochados, las lentes convergentes , los atascos madrileños y los presupuestos públicos, entre otros ámbitos...
Me topé por vez primera con ella en un kiosko, una mañana de tendinitis y baja laboral. Se asomaba adusta y televisiva por la portada de un "Pronto" rubricada por el anuncio de su compromiso. La comadre que llevo dentro pegó su nariz y el fruncido de sus cejas al cristal del puesto de prensa con toda la inquisición a la que me autoriza mi calidad de contribuyente. "Muy mona", me dije renunciado a calcular a cuanto me saldría en mis impuestos el milímetro de esbeltez.
La Casa Real ha sido desde mi óptica como esas gotas de lluvias que empañan mi ventana pero que dejan los tiesto de geranios muy exuberantes, una mezcla entre bien y mal menor. El entusiasmo se empezó a gestar cuando supe que la próxima reina de España iba a ser una colega del gremio. "Llevan razón los detractores de mi profesión, los periodistas no observamos límites con tal de conseguir nuestros propositos" tuve que reconocer cabizbaja, pero con la boca pequeña, eso sí.
Por supuesto que me enterneció la melaza de los detalles de esa niña que hacía los deberes en los estudios de Radio Nacional de España, sobre todo porque mi propia hija me ha acompañado cuando he grabado programas en la radio pública autonómica en la que trabajo. Ahora bien, mi niña de nueve años no se lleva las libretas sino la game, y en vez de hacer tareas se revuelca sobre la moqueta mientras yo entrevisto a algún incauto. Los sesgos del destino se originan en estas cosas. Una simple y apetecible moqueta puede apartar a una joven doncella de la realeza europea...
Me empezó a entusiasmar ese pasado off de record del universo internauta: un hombre casado en México y un profesor de literatura, posterior marido y escritor, obligado de ahora en adelante sólo a dar cuenta de la ficción. Un escritor avocado a no contar nunca nada que sea "real", que increible jugarreta del lenguaje y del destino...
Fue eso lo que me indujo a pensar que quizás estuvieramos ante la creación de un guionista desparramado. Eso y el tirón del mangas a su Alteza, para que no le robara protagonismo en su puesta de largo, de pantalones largos. "No me lo puedo creer.. ¿Qué mariquita venezolana puede estar detrás de esta maravillosa puesta en escena?" Me preguntaba yo mientras batía el huevo de la tortillita francesa de mi hija observando el telediario de la cinco. Después de eso vino el incunable de Larra, la prima Abigail, las "chuletas" en la Uned de la madre sindicalista, los tirones de moño con Peñafiel.
Pero el momento culminate llegó un sábado por la mañana en que sonó mi movil y unos amigos desde el puente de Triana me incitaban a que me uniera a una manifestación convocada por el Ateneo Republicano de Sevilla con sus posteriores birras. Entonces yo me subí a mi mesa camilla y a riesgo de quebrar el cristal que la culmina, grité como si fuera un colaborador de un late-night cualquiera: "Estamos ante un momento históricooooo" con el consiguiente respingo erizado de mi gata.
La otra mañana, un compañero gay y yo recorríamos la redacción imitando la torción de Letizia en la boda danesa con el increible traje rojo que hubiera sido digna covertura de una Angelina Jolie oscarizada o de una Scarlata O'hara dspuesta a desafiar a la bien pensante sociedad de Atlanta. Nos alternábamos en los papeles de príncipe y prometida, uno con más acierto en una semblante triunfante y otra con mas precisión es la divergencia entre parte inferior del cuerpo, que camina y parte superior, que se ofrece al mundo, a los cuartos de revelados, a las tertulias y a los patios de vecinos..
Luego fuí a la delegación de hacienda a cumplir con mi deber contribuyente. Como soy tratada con delicadeza por el fisco por ser cabeza de familia monoparental y asalariada hipotecada, me dejé llevar por el entusiamo de mi devolución y me ofrecí sobre la marcha a donar algún euro para la boda o para el ajuar, para alguna guirnalda o una albombrilla de baño, algo que correspondiera a lo bien que me lo estaba pasando que "no estaba pagao con ná".
El funcionario de hacienda me explicó que aquello era tecnicamente imposible y lo abandoné en su perplejidad mientras me alejé de su mesa con las piernas caminando para un lado y mi torso en un ligero escorzo dirigido hacia él para impresionarle un poco. Mi escote no era "palabra de honor" ni mis hombros estaban envueltos en tul, pero mi camiseta de cortefield lucía un estupendo cuello a la caja

Escrito por La caminante a las 21 de Mayo 2004 a las 01:53 AM
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