Tengo un enemigo. Me espera todos los días en mi portal. No hay un día en el que no esté. Desde el principio, desde que llegué a esta casa. y quizás entonces fuera peor, mas feroz.
Acercarse a él siempre ha sido fatal. La mayoría de las veces trato de ignorarle. Cuando paso a su altura, acelero el paso y en ocasiones miro de reojo. Aprieto el culo y camino apresurada hasta la puerta del segundo portal mientra me hago la loca charlando con mi hija con voz estridente. Y si voy sola, incluso corro. A él le da igual. Sabe que tarde o temprano, tengo que acercarme, tengo que dejar que descargue sus golpes, sus zarandeos.. Lo peor es eso, saber que lo puedo postergar pero no evitar, que estoy obligada.
Aunque aparentemente también espera a mi hija, sé que a ella, de momento, no se ocupará de hacerle nada. Que su víctima soy yo.
Es conmigo con la que tiene terribles cuentas pendientes, esos tributos que me encadenan, para la que guarda sorpresas lacerantes.
Odio su aspecto gris, tan igual al resto. Odio esa boca semiabierta desafiante, tantos ángulos de cara y la frialdad de su tacto. Odio tener que verle todo los días. Pero no puedo hacer nada..
El otro día volvía del gimnasio con la frente húmeda y la cara enrojecida y me paré ante el, aprovechando que no me acompañaba mi hija. Me paré ante él, lo miré, suspiré y bajé los brazos como si repente pesaran cinco kilos más cada uno. Llegué a balbucear en voz alta. ¿Qué remedio queda?.
Entonces lo abrí, y efectivamente, fiel a su estilo, me arrojó a la mano el impuesto de circulación del coche. A esto siguió la factura del teléfono móvil, los extractos del banco, un folleto de una lavandería, la revista del Canal Plus, la letra de cuando le compré la Play Station y el televisor, en Urende, a plazos, a mi hija, etc..etc..
Sometida, resignada, volví a cerrarle, tan frío e implacable, indiferente, como siempre, a mi conmoción.
Un poco encorvada y ensimismada, camino por el partio de mi comunidad hasta el portal. Atrás se queda él, el buzón de correos, alineádo y alienado entre otros muchos, pero que guarda para mi sus sobresaltos exclusivos. Porque en eso sí se diferencia de los demás. Porque esas malas nuevas que minuciosamente recopila cada día, sólo a mí me incumben. Y aunque su dedicación, en los últimos seis años ha sido la más constante, forma parte de mi "ahora poca parte gris de mi vida".
Entre esos hombros vencidos, reconocía que "ordinario" es lo mínimo que se le puede llamar a lo que albergan esas entrañas.
informa. preguntas frecuentes
La Administración tributaria informa de los criterios administrativos existentes para la aplicación de la normativa tributaria, de conformidad con lo regulado en artículo 87 de la Ley 58/2003, de 17 de diciembre, General Tributaria respecto al deber de información y asistencia a los obligados tributarios.
De esta manera, cuando el obligado haya ajustado sus actuaciones a los criterios manifestados por la Administración tributaria, no incurrirá en responsabilidad por infracción tributaria, según lo expuesto en el artículo 179.2 de la citada Ley.
Información Tributaria Básica (INFORMA).
(Copiado de la página web de la Agencia Tributaria, de la sección de "Ayuda".)
¿Ein?????
¿Pero me van a llevá presa, si o no?
Por nuestro estudio pasan todos los artistas que estén en promoción. Hace unos días estuvo Nuria Fergó y vino a verla personal de otros departamentos. Ismael Serrano no causó tanta espectación ni Carmen París, pero con Carmen lo pasamos muy bien. Jose Pablo le hizo cantar jotas y le dedicó el bloque publicitario a Mari Cruz Soriano, esposa actual del también actual alcalde de Zaragoza, ciudad natal de Carmen París.
Jose Pablo es "alcaldómano". Se sabe el nombre de todos los alcaldes de España y de casi todos sus consortes, y grita "vivas" a los alcaldes y alcaldesas de las ciudades de origen de todo aquel que va conociendo. De Monteseirín no dice nada, y yo le alabo el gusto...
Hoy han estado en el programa la Supremas de Móstoles. Todos los cachondos de la empresa se pusieron detrás del cristal del control para cotemplar el último producto del spanish friki world. Cuando yo llegúe al estudio, tenía a sentadas a tres marujas conversas de pelo frito color paja, piel de color vainilla y ropa negra "post-post-modelna". Tres deliciosas mujeres que han aprovechado la corriente de los malos gustos españoles para colocar una chirriante canción, carne de verbena de barrio y fin de fiesta de boda hortera. Hay mercado, ¿para qué nos vamos a engañar?. (Pido al Cielo que la oleada de bodas homosexuales que temen los prejuiciosos nos renueven la estética nupcial y el proverbial buen gusto gay arroje a "Paquito el chocolatero" , los alfileres de novia, las corbatas cortadas y las espadas para partir la tarta al más implacable de los ostracismos, pero el Cielo me responde que me he equivocado de ventanilla).
Las Supremas son simpáticas y auténticas. Sonríen con su recién estrenado reinado de popularidad como unas niñas que estrenan el monopatín con el que se pueden "esmorrar" en los arriates del patio de la comunidad de vecinos.
Pero estas mujeres sí que vienen de vuelta. Leo por encima el curriculum artístico que facilita la discográfica y que me encuentro encima de la mesa del estudio de radio. Llevan años poniendo voces, maravillosas voces, en cuñas publicitaria, jingles (el de Cadena 100, por ejemplo), sintonías de televisión (Lo que necesitas es amor), y todo tipo de músicas a la sombra. Una sombra musical de mil años y un día de la que no se ocupa ni el mismísimo Teddy Bautista. Estas abejas obreras en amarillo y negro nos piden que pongamos "Sigo siendo una mujer", una estupenda balada con un pie puesto en Vainica Doble y el otro en Ella baila sola. Hay que lanzar una horripilante canción sobre el cibersexo para poder publicar una balada tierna y naif como esta.
"Ya sabes que un día lejano yo fui tu princesa,
la misma que llevo debajo de mi delantal...
Sigo siendo una mujer tratando de caer de pie
desde lunes a domingo
entre papas y huevo fritos
con el cuerpo así, marchito,
sigo siendo una mujer"
Mientras suena la balada, encuentro en el curriculum un dato que me ilumina la cara y que me hace irme hacia ellas al final de la entrevista que le hicieron Olga, Jose Pablo y Luis.
"¡Vosotras sois las voces de las musas de la película Hércules de Disney! ¡Que bien lo hicisteis! ¡Qué alegría poder saludaros!"
"También le pusimos las voces a Pokemon", me dice una de las Supremas. Ahí me quedo perpleja porque no recuerdo que ningún Pokemon cante, pero para eso tengo un fondo documental: mi hija.
"Aún tengo muchas flores para ofrecerte..
Sigo siendo una mujer tratando de encontrar su sitio.."
Y con ese soniquete se van las Supremas con toda su verdad color paja seca.
Cuando llego a mi casa busco en internet "Sigo siendo una mujer" y "Ha nacido una estrella" de Hércules. Ahora escucho sus voces y sonrío.
Que ni Teddy Bautista ni el Cielo me lo tengan en cuenta.
-Mamá.¿Dónde está el abuelo?-
-En niguna parte, está muerto-
-Ya lo sé. ¿Pero dónde está?-
-No sé, supongo que en el cementerio-
-Mamá... al abuelo lo incineraron. ¿Dónde está?-
-No sé, tu abuela sabrá qué hizo-
-Mamá, la abuela tampoco quiso contestar, como tú. ¿Qué hicistéis? ¿Está allí, verdad?-
Sí, está allí. Está debajo de un rosal blanco que florece en Navidad y en primavera. Después de la multitudinaria incineración, sólo cinco personas nos ocupamos de sus restos. Lo guardamos en su casa, en su jardín. El cielo estaba nublado, gris plomo, y los perros aullaban. Eran las dos de la tarde de finales de agosto. Su cuñado, el hermano de mi madre, cavó la tierra que él compró y sobre la que edificó su casa, la casa de sus hijos y la de sus nietos. Luego , sobre esa tierra, sembró un rosal blanco que tiene soberbias espinas y alguna rosa insolente y brava en Navidad y primavera. Pocas personas saben que aquello ocurrió. Los niños, sus nietos, suelen jugar delante del rosal. Gritan y ríen y se sientan delante, a la sombra. Y las espinas se estremecen y las hojas blancas se deshacen para caer a lo mejor, sobre el breve hombro de un niño.
Una de ellos se hace preguntas.
Esta casta de brujas...
¿A quien quise?
No me acuerdo.
Cuando miro tu cara,
solo tengo consciencia de
que te quiero a tí.
La farmacia de mi esquina está regentada por dos farmaceúticos, hermanos, gemelos, idénticos.
Yo llegué antes al barrio. Entonces era una farmacia casi blindada, llena de mamparas, abigarrada de pastillas para la tos y parches para los callos y un señor mayor que siempre que le pedías algo contestaba detrás del muro transparente: "¿Ein?". Me daba las gotas para el oído de mi niña en un cajoncito metálico siempre después que depositara en la frialdad de ese acero la receta del pediatra y un billete de diez euros. Después, repicaban las monedas de la vuelta y me iba con una bolsita de plástico llena de Vick Vaporubs, aspirina infantil y antibióticos.
La farmacia se traspasó y entonces llegaron los hermanos, gemelos, idénticos.
La reformaron y la convirtieron en un diáfano establecimiento repleto de cremas anticelulíticas, lociones para piel sensible, pezoneras y un muestrario de preservativos para todos los gustos y sensibilidades. (Como es algo para hombres, contemplan cualquier variedad menos la talla. Otra cosa sería si fuera para las mujeres, a las que el mundo siempre no está calibrando..).
Allí ya no había mamparas protectoras sino unos ordenadores incrustados en el mostrador que funcionaban como ediciones auténticas del vademecum.
Una preguntaba cualquier cosa y aquella pantallita que los farmaceúticos rozaban con sus deditos te lo decían todo. Tanto era así que alguna vez me sorprendí preguntando por preguntar por algún medicamento exótico. Cosas del aburrimiento...
Al principio, yo no sabía que los nuevos dueños de la farmacia eran dos hermanos, gemelos, identicos. No lo descubrí el día que los ví a los dos juntos, sino el día que le dije a uno de los dos que me había decidido a "comprar esas pastillas de ibuprufeno que le fueron también a tu hija para la fiebre". Me dijo, "ese sería mi hermano, yo no tengo hijas, sólo hijos". Yo callé, porque no dispongo de una cabeza ni de una memoria como para porfiar con nadie de nada. Pero efectivamente, una vez los ví juntos. Dos treintañeros morenos, altos, afables y con gafas,gemelos, idénticos. Digo yo que siendo farmaceúticos se podrían haber comprado monturas más diversas para sus gafas, pero no. Ni eso siquiera.
Después de tres años de convivencia química con ellos he llegado a la conclusión de que si alguien sabe algo de tu vida íntima es tu farmaceútico, pero en este caso no sé cuál de ellos sabe más de mí o si han hecho una puesta en común sobre mis miserias.
Después de todo este tiempo, no sé cuál me aconsejó mi crema antimanchas para la cara, cúal me ayudó a hacer mi botiquín para ir al Camino de Santiago, cuál me dijo que yo no tenía en absoluto sobrepeso cuando le pedí unas capsulas adelgazantes y me recomendó un diurético suave, quien me miró con perplejidad cuando le pregunté si tenía hipérico, ni cuál me susurro "suerte", cuando me devolvió el cambio del importe del predictor, un día.
Alguna vez me encuetnro con alguno de ellos por la calle. Le saludo sin saber cuál es ni cuánto sabe.
Una noche de verano árido me senté delante del ordenador y tecleé: "El haber".
Debajo apunté cosas que la vida me había dado. Luego llevé por un tiempo esa lista en mis bolsillos para no olvidarme.
"El debe" lo dejé para otro día.
Ese papel aparece de vez en cuando entre mis cosas. Me agarra de la muñeca y me pide que pare y respire.
Ultimamente la vida se volvió generosa. El hecho de poder añadir más cosas al haber me ha hecho notar que aún no me he ocupado del debe.
Ni lo voy a hacer.
Soy negada para hacer cuentas...
Pepa y yo teníamos que cambiar dinero para sacar tabaco de alguna máquina cuando íbamos camino de la Feria para comer con mi madre y las dos niñas, su hija y la mía. Entramos en una confitería para cambiar y al atravesar la puerta le digo enseguida a Pepa: "vámonos, aquí van a tardar en atendernos". "Pero si sólo hay una cliente delante de nosotras", me dice ella. "Si pero le estaba diciendo al dependiente: ...y ahora me va a poner... Cuando dice eso un cliente que va delante de ti es que va a tardar mucho. Hazme caso, soy experta en colas de panaderías y ferreterías." Es verdad, podría escribir toda una taxonomía sobre clientes de dichos establecimientos.
Delante del VIP de República Argentina les escenifico la escena vivida el otro día en la panadería de mi calle. Una señora tardó tres cuarto de hora en comprar por un importe de menos de tres euros.
"A veeeer...¿que queeríaa yoo?. Daame dosss barraaas de paaaan. ¿tieeeenes esooos paaastelitosss relleenooos de creeemaaa del otroo díaaa?." A los veinte minutos la cola ya llegaba a la calle y la señora no conseguía recordar ni como se llamaban los pastelitos ni que era exactamente lo que quería comprar. Cuando por fín lo da por concluído y la panadera le dice el importe, ella responde: "¿Cuáaantooo me haas diiichooo?"
En ese momento, les narro a Pepa y a mi madre, estuve a punto de gritarle: "¡Deja ya las pastillas! ¡Deja las pastillas! ¿No te das cuenta de que te están destruyendo?". Y mientra lo cuento, agarro a mi anciana madre por los hombros, escenificando a la más depurada manera del Actors Studio. Los transeúntes, algunos ataviados de flamencos y de flamencas, me miran estupefactos mientra en la puerta del VIP agito a mi madre ordenándole que deje el pastilleo. Pepa se muere de risa. Las niñas ni se inmutan. Se están criando en esto...
Comemos en la cocina de mi madre, la matriarca, "la sacerdotisa" del tarot".
Me encuentro mal por el catarro vírico que mi hija me ha contagiado.
Dentro de la cúpula en la que me envuelve la cogestión nasal, poco podía sospechar que estaba a punto de vivir, esta tarde, en la cocina de mi madre, un momento mágico.
Llaman a la puerta y mi madre vuelve a la cocina con una regia señora mayor, de cutis de nácar que le explica algo sobre una tela asfáltica de los balcones del edificio. La reconozco, es Enriqueta...
Poco ha cambiado desde que la recuerdo de todo el tiempo que viví en casa de mis padres, siempre con ese rostro terso y su cuerpo concreto, una andar vibrante y un pelo de un negro contundente recogido a la manera francesa. Fué la amante del aquel famoso torero que se reventara la cabeza un día con una pistola, después de lidiar cientos de temibles toros. Lo hizo con 70 años. Estuvo 70 años seduciendo a la muerte y al final la tuvo que agarrar por el cuello..
Ahora, Enriqueta tiene un recogido francés casi blanco, pero el mismo nácar en el rostro y el mismo fuego oscuro en los ojos. Oigo una conversación sobre contratistas y fachadas, presidentes de comunidad y una frase. "..porque se piensan que las mujeres que vivimos solas estamos indefensas". Intervengo de manera repentina, con una infame voz nasal: "Que cierto es eso, Enriqueta". El fuego negro se dirige hacia mi y pregunta :"¿Eres la mayor o la pequeña?".
Me río a carcajadas, (carcajadas nasales) y digo "Cuanto me gusta tu duda. Soy la mayor". ( A mi hermana pequeña y a mí nos suelen confundir a pesar de que nos diferencian 12 años de edad, a la de en medio todo el mundo la tiene localizada). Mi madre abunda: "Ella es la madre de la niña". Enriqueta responde como un torrente a todas la frases: "Nadie respeta a una mujer sola. Yo estoy sola desde hace más de cuarenta años y tengo ochenta. Tu marido nunca me gustó desde la primera vez que lo ví en la tele, se ve que tiene que ser un sinverguenza".
Intento contestar a toda sus frases. "No es un sinverguenza, si acaso un poco tonto y narcisista. Nunca me hizo nada malo, además lo dejé yo. No aparentas 80 años, Enriqueta, no pareces tener más que 60 años, ¿que haces con tu cara?"
Ella devuelve el torrente de conceptos: "No hago nada, nunca llevo maquillaje. No te equivoques niña, los hombres que no son buenos es que son malos. Lo que no te hizo un día te lo haría tarde o temprano. Lo peor que me hizo el torero, me lo hizo el día antes de morir"
Mi madre, acostumbrada a ser una inquisidora de hijas le hizo una pregunta directa: "¿Se mató en tu casa?. Y después de hacer esta pregunta se dirige a apagar la lavadora que estaba centrifugando y cuyo ruido estaba entorpeciendo el clima tan especial que adquiría esa cocina.
"No, en mi casa no. Se llevó cinco años anunciando su suicidio y yo le decía que hiciera el favor de matarse en otro lado. Creo que era adicto a la muerte. Eso me dijo un amigo que era psiquiatra".
"¿Que te hizo el día antes de morir, Enriqueta". Le pregunté yo con toda la sabia del periodismo galopando por mis venas. "Hacerme parecer la culpable de su muerte" dijo todo su fuego negro.
A esto siguió una suceción de detalles que no me pertenecen, que realmente son perversos, y que sólo contaría con permiso..
Escuché a esa mujer sentada en la cocina de mi madre, fumando un Wiston Light, y sonando mis narices con papel de un rollo de cocina que dejaba mi nariz pelada. Contó muchas cosas. como la existencia de una famosa carta que el torero le dejó escrita y que sólo han leído un par de personas. (Mientras esto narraba, en el televisor sonaba la ínfame sintonía del "Tomate" que mi madre tenía que haber apagado como el centrifugado de la lavadora. En ese programa pretendían contar historias que no le llegaban a la suela de la que yo estaba escuchando en la cocina de mi madre).
Contó sobre todo el principio. Ella era la criada. Llegó un día a la finca con las rodillas peladas, una zapatillas de cáñamo, dos gruesas trenzas, una sombra en el pulmón y 18 años. Cuando él, que tenía 55 años, varios hijos legítimos e ilegítimos, un par de matrimonios, uno de ellos forzado, la vió bajar del autobús.. dice que pensó "Ahí llega mi desastre".
Días después, por el pasillo de su finca, se la encontró con las mismas trenzas negras, las rodillas peladas y el aspecto de tísica, acompañada por otra criada que le enseñaba los entresijos de las alcobas del cortijo.
"¿Quien habrá traído este bicho canijo aquí?" Dijo él.
¿Quién será el contrahecho este para llamarme bicho a mí?" Dijo ella.
"Es el señorito". Dijo la criada cicerone mientras asombrada comprobaba como el torero reía con el incidente, con lágrimas de entusiasmo sobre ese rostro tan difícil. Desde entonces él la amó a ella. La amó, y no la tomó hasta que, a base de dinero y médicos suizos, curó su tuberculosis tres años después, cuando la hizo su amante hasta el final de sus días. Se supone que la quiso hasta que se decidió por su otro amor, la muerte, cuya seducción no le abandonó nunca hasta verse obligado a violentarla con una pequeña pistola que Enriqueta puede describir, no con dolor, sino con rabia.
En algún momento se acaba el centrifugado, el murmullo del televisor, el papel de cocina y las ganas de contar cosas de la anciana. La acompaño a la puerta y me reitera, "recuérdale a tu madre que me acompañe a hablar con el presidente". Yo le digo: "Iré con vosotras". Responde: "Eso, que con tres mujeres no hay quien pueda". Y contesto: "Ni con una".
Delante del puente de Triana, en el Altozano, hay una estatua de un torero con el pecho roto. Desde algunas perpectivas, en el centro de esa herida se levanta, como un dedo índice, la torre de la Giralda. Le mires por donde le mires, le ciñe el talle el río Guadálquivir.
Un hombre me ha dedicado esta canción de Ismael Serrano, "No estarás sola":
"No estarás sola,
vendrán a buscarte batallones de soldados
que a tu guerrilla de paz se han enrolado.
Y yo en primera fila de combate
abriendo trincheras
para protegernos, mi guerrillera.
No estarás sola,
te saludarán a tu paso en mil idiomas, con mil lenguajes,
la gente a la que despertaste en cada viaje,
los que dormían en las calles,
a los que preguntaste,
por su esperanza, por su desastre.
No habrá distancias
que no cubra cualquier hombre que te busque.
No habrá rincón en que tu nombre no se pronuncie.
No habrá misterio o duda en que tu presencia no luzca,
faro solidario en ausencia de paz,
en tiempos difíciles Estrella Polar.
Sola nunca, nunca estarás.
No estarás sola,
siempre habrá quien se parta en dos en cada despedida,
quien te de aliento cuando te des por vencida.
Tu revolución llenará sonrisas,
yo la incorporé a mis aperos
de trabajo, a mi vida.
Clava hoy tus raíces en mí.
Quién pudiera retenerte en Madrid.
Visitaremos lugares a los que hemos
ido antes juntos,
antes de conocerte,
antes de encontrarte.
No estarás sola,
siempre habrá quien te ayude a hacer las mudanzas,
quien te regale manos flores presencias sin pedir nada.
Y allí estaré para amarte,
y aunque no esté,
allí estaré para amarte.
No estarás sola.
No, no estarás sola.
No estarás sola. "
Y me ha dejado sin palabras.
Creo que de cada escena observada en mi vida he conseguido alguna deducción, verdadera o no, sobre la naturaleza humana. Es por eso, tal vez, que un día decidí desistir del ejercicio de la especulación y estudiar psicología y antropología de manera oficial en vez de sacar tantas conclusiones por mi cuenta y riesgo. Aún así no niego de momento, esas anotaciones que apunté en mi memoria. Los ratones, tan útiles en los laboratorios, me han servido en un par de ocasiones para construir alguna hipótesis sobre las personas que, cuanto menos, aún no han sido falseadas.
El verano pasado, por ejempo, una rata de campo atravesó el jardín de la casa de mi madre. Todo esto empezó a ser percibido por mí cuando mi madre, armada con una escoba, como una gladiadora, atravesaba rauda el cesped diciendo en voz alta "Allí hay una rata". En ese momento el comportamiento humano de los que en ese momento estábamos en la casa se diversificó. Ana, mi sobrina de entonces cinco años y María, mi hija de entonces nueve, salieron de la piscina y sin secarse con una toalla, ni encomendarse ni a dios ni al diablo, corrieron con sus cuerpecitos chorreantes hacia el interior de la casa chillando. Mi hermana Ia y yo las seguíamos pero en vez de gritar exclamábamos "¿Qué?, ¿Dónde?". Los únicos ejemplares varones humanos que entonces estaban, mi sobrino Pablo de nueve años y Jose Manuel de seis, se movilizaron de inmediato para ayudar a la abuela en la captura de la rata. Pablo cogió un recogedor de basura, el que correspondía a la escoba que portaba mi madre, que minutos antes estaba barriendo las hojas secas de los árboles. Jose Manuel no cogió nada. Desde el interior de la casa, por la ventana del salón, "las hembras", entre chillidos contemplábamos la escena por una ventana. La rata estaba rodeada por mi madre y sus dos nietos. Jose Manuel le intentaba dar patadas con sus piececitos desnudos y nunca acertaba, mi madre le daba escobazos pero sólo conseguía "barrerla" de un lado para otro, hasta que Pablo levantó el recogedor y con una bajada certera, le asestó un golpe en el lomo que seguramente quebró la columna vertebral del roedor. Aquel fue un espectáculo cruel. Menos mal que por allí no pasaba ni siquiera un antitaurino...
Cuando entraron los tres héroes en la casa mi mente intentaba interpretar lo sucedido. Parecía evidente que los machos contenían un instinto cazador del que las hembras carecíamos, pero la real hembra que es mi madre había dejado la sociobiología arrinconada y en su camino de viudedad había perdido todas esas consignas. Mi madre, escoba en mano, era el icono de como una trayectoria vital le doblaba la mano a los mandatos sociobiológicos y culturales.
Esa puede que sea la demostración de cómo uno aprende a ser libre.
Por otra parte, ante la entrada triunfante de mi sobrino Pablo, yo, que estoy fabricada como muchos han dicho alguna vez, con la piel del diablo, le dije: "ohtiaaa., Pablo,¡ Tas cargao al Ratón Pérez!".
Él, que en aquel entonces, creía en el Ratón Pérez, pero no en mí, se doblaba de risa. Ana y Jose Manuel abrieron los ojos como platos...
Esto me hizo recordar una anécdota con otro ratón, uno que nunca ví porque además nunca existió, pero que me hizo aprender.
Hice el primero de B.U.P. en el Instituto Murillo. el que fuera Pabellón de la Argentina en la Exposición de Sevilla de 1929. Es decir: un edificio antiguo.
Tenía la bibloteca más bonita que jamás veré. Y se decía, que en este edificio había ratones.
Nunca ví ninguno, ni ninguna de mis compañeras tampoco, pero ese rumor se daba como verdad de tan referido...
Durante una clase de geografía con la profesora más impopular de Instituto, antes las quejas de hastío de mis compañeras aledañas, me surgió una idea.
Les dije: "cuando yo diga, gritad". (No era la primera vez que cometíamos una fechoría ideada por mí, de ahí que no considero necesario explicar por qué me obedecieron).
Les digo : "Ahora". Ellas gritan y yo me levanto y digo el alto: ¡Un ratón, un ratón!" y señalo a un punto del áula. En aquella zona que señalo, las niñas se van subiendo a los pupitres . La profesora mira desconcertada y las de la primera fila ya alcanzan la puertan y salen gritando despavoridas.El revuelo de niñas aterrorizadas, subiéndose a las mesas, o huyendo hacía la puerta, es incontenible. La profesora intenta poner orden y yo intento complicarlo más: "¡Va por allí!" y como la "ola" de los estadios de fútbol, por donde yo señalaba se sembraba la histeria...
No hay que describir que la situación se le fué de las manos a la profesora de Geografía. Donde yo me sorprendí fué cuando algunas alumnas juraban haber visto al ratón. Una de ella lo juraba con pasión. En la puerta del Instituto yo le cuestionaba con una risa floja: "Anda ya, niña, ¿qué vas a verlo?.
Cuando me lo describió comprendí que había que estudiar más la mente humana.
En la vida real las ranas no se convierten en príncipes. Ahora, eso sí, rasque usted un poco en estos príncipes europeos modernos, que la epidermis viscosa de la ineptitud les emerge enseguida.
Faltan dos funerales para que en las redacciones de los medios europeos le podamos dar la vuelta al título de la película de Mike Newell, "Cuatro bodas y un funeral".
Raniero ha muerto, dándole por cierto las razón a los comentaristas malidicentes, porque lo ha dejado todo dispuesto y reformado para que su nieto Andrea pueda suceder a su hijo Alberto. (Bonito testimonio de falta de confianza post mortem en la capacidad o la vocación reproductora de su primogénito).
Carlos tiene que aplazar su boda. Camila y Letizia podrían quedar para tomar té e intercambiar retrasos e impopularidades.
Felipe, aquel que fuera orgullo patrio por su selecto gusto sobre morfología femenina no ha dado rendimiento aún de esa tetosterona azul.
Recibo un sms que dice: "Concentración en la Catedral a partir de las 12 para exigir a Dios que resucite al Papa y poder ver algo en la tele. No olvidar guitarra. Pásalo".
Me río pero no lo paso. El dolor de los demás me causa mucho respeto.
Me acerco al ordenador de mi mesa y alguien ha buscado en el Google "Profecías de San Malaquías". Lo borro y pongo "Nostradamus monarquías europeas". Leo por encima y cierro el navegador espantada.
¡Viva la Pepa!
Permíteme, amiga, que hable en tu nombre.
¿Cuál es tu cosecha?
Cásate en abril, cásate en junio, cásate con tu incapacidad.
Has echado arena sobre unos ojos verdes y a eso le llamas una opción. Sólo los que son libres tienen opciones.
Hay brasas bajo la arena, y eso no lo puedes evitar, aunque salgas corriendo.
Escribe canciones para contarle alguna vez a esos nietos nacidos de unos hijos que no nacieron del amor, que alguna vez hiciste algo bien. Corre, si es lo que sabes hacer . Miente, si es lo único que sabes.
Ojalá no la hubieras molestado nunca.
No vales nada.
Ayer hicimos un programa en directo desde un "centro educativo", nombre eufemístico con el que se sustituye al más tradicional de "correccional de menores". Era el "Centro Educativo Los Alcores" de Carmona, Sevilla.
Allí hay tironeros, atracadores, pequeños traficantes, homicidas... Son menores de edad. Son niños. Son como las secreciones de esta sociedad. Inocencias abortadas por dios sabe qué circunstancias. Son el retrato robot de una civilización desquiciada, y también la foto en negativo de las creencias falsas. La mayoría de los delitos de menores se cometen entre las clases llamadas "bajas" pero los más graves y sanguinarios son perpretados por los cachorros de las clases medias-altas. Las disfunciones emocionales de las familias son más devastadoras que las disfunciones sociales.
Las niñas delinquen un diez por ciento con respecto a los niños, pero sus delitos son más graves y su reinserción mucho más complicada.
Un mundo difuminado que nadie nos explica en las sobremesas televisivas ni en los dominicales repletos de muebles de diseño y ofertas de spas y nuevas técnicas para moldear nuestra silueta. Un mundo a nuestras espaldas: las que nosotros les damos.
La reforma de la Ley del Menor ha puesto el grito en el cielo de los siempre bienpensantes que dicen que un menor queda poco menos que impune cuando comete un delito. No sé que pasa por las cabezas de mis colegas cuando dan esas noticias tan efectistas de catanas y se olvidan de contar otras realidades. Se olvidan de contar que los menores , según esta ley, con una primera causa ya se pueden ver privados de libertad, a diferencia de los adultos sin antecedentes. Que los menores cumplen las penas completas y lo únicos que les cambia es el régimen. Pero eso no vende. Por eso yo nunca seré rica...
Y lo peor de todo esto no es lo que piense el adulto "impoluto" sino lo que piense el menor "callejero" que recibe el mensaje de una falsa impunidad que le puede alentar a creerse al margen de la ley. Por supuesto que las penas de un menor son sensiblemente menores a las de un adulto, pero su percepción del tiempo, su etapa vital, su responsabilidad también lo es.
Hoy, uno de esos adolescentes recluidos, pandillero marginal, condenado por varias causas de robo con violencia explicaba ante el micrófono que yo le tendí, con hablar barriobajero y balbuceante, que cuando él los cometía siempre creía que no le iba a ocurrir nada, porque el pensaba que era un menor. ¿Quien le metió esas mierda en la cabeza? La demagogia es tan malintencionada además de irresponsable...
Emilio Calatayud ,juez de menores de la Audiencia de Granada, nos ha acompañado en el programa de hoy. Es un "juez estrella" por sus sentencias regenadoras cuando se trata de delitos menores como faltas o infracciones. Si un chico circula sin permiso una moto, él le condena a trabajar una semana de voluntario en los servicios de urgencias de traumatología. Por esas cosas aparece en los periódicos un día si y otro no. Sin embargo nadie publica que ha juzgado a no sé cuantos homicidas menores de edad y que ha dictado condenas de muchos años de privación de libertad. Emilio Calatayud tiene vocación, mas que como juez, como juez de menores. Una especial sensibilidad con el mundo de la responsabilidad de los actos de los que aún no son adultos. Hoy me explicaba que prefería mil veces que un adolescente cumpliera una condena completa como menor que dar la oportunidad de que pasara al régimen penitenciario de adultos, del que sabía sus riesgos. Hace malabarismos con las leyes para intentar resolver lo precoz antes de que se convierta en crónico. Muchos Calatayuds necesitaría este país
Nosotros nos fuimos y allí se quedaron ellos recluidos, contando sus días, mirando árboles por encima de una alambrada, tan pronto...