Comemos en la cocina de mi madre, la matriarca, "la sacerdotisa" del tarot".
Me encuentro mal por el catarro vírico que mi hija me ha contagiado.
Dentro de la cúpula en la que me envuelve la cogestión nasal, poco podía sospechar que estaba a punto de vivir, esta tarde, en la cocina de mi madre, un momento mágico.
Llaman a la puerta y mi madre vuelve a la cocina con una regia señora mayor, de cutis de nácar que le explica algo sobre una tela asfáltica de los balcones del edificio. La reconozco, es Enriqueta...
Poco ha cambiado desde que la recuerdo de todo el tiempo que viví en casa de mis padres, siempre con ese rostro terso y su cuerpo concreto, una andar vibrante y un pelo de un negro contundente recogido a la manera francesa. Fué la amante del aquel famoso torero que se reventara la cabeza un día con una pistola, después de lidiar cientos de temibles toros. Lo hizo con 70 años. Estuvo 70 años seduciendo a la muerte y al final la tuvo que agarrar por el cuello..
Ahora, Enriqueta tiene un recogido francés casi blanco, pero el mismo nácar en el rostro y el mismo fuego oscuro en los ojos. Oigo una conversación sobre contratistas y fachadas, presidentes de comunidad y una frase. "..porque se piensan que las mujeres que vivimos solas estamos indefensas". Intervengo de manera repentina, con una infame voz nasal: "Que cierto es eso, Enriqueta". El fuego negro se dirige hacia mi y pregunta :"¿Eres la mayor o la pequeña?".
Me río a carcajadas, (carcajadas nasales) y digo "Cuanto me gusta tu duda. Soy la mayor". ( A mi hermana pequeña y a mí nos suelen confundir a pesar de que nos diferencian 12 años de edad, a la de en medio todo el mundo la tiene localizada). Mi madre abunda: "Ella es la madre de la niña". Enriqueta responde como un torrente a todas la frases: "Nadie respeta a una mujer sola. Yo estoy sola desde hace más de cuarenta años y tengo ochenta. Tu marido nunca me gustó desde la primera vez que lo ví en la tele, se ve que tiene que ser un sinverguenza".
Intento contestar a toda sus frases. "No es un sinverguenza, si acaso un poco tonto y narcisista. Nunca me hizo nada malo, además lo dejé yo. No aparentas 80 años, Enriqueta, no pareces tener más que 60 años, ¿que haces con tu cara?"
Ella devuelve el torrente de conceptos: "No hago nada, nunca llevo maquillaje. No te equivoques niña, los hombres que no son buenos es que son malos. Lo que no te hizo un día te lo haría tarde o temprano. Lo peor que me hizo el torero, me lo hizo el día antes de morir"
Mi madre, acostumbrada a ser una inquisidora de hijas le hizo una pregunta directa: "¿Se mató en tu casa?. Y después de hacer esta pregunta se dirige a apagar la lavadora que estaba centrifugando y cuyo ruido estaba entorpeciendo el clima tan especial que adquiría esa cocina.
"No, en mi casa no. Se llevó cinco años anunciando su suicidio y yo le decía que hiciera el favor de matarse en otro lado. Creo que era adicto a la muerte. Eso me dijo un amigo que era psiquiatra".
"¿Que te hizo el día antes de morir, Enriqueta". Le pregunté yo con toda la sabia del periodismo galopando por mis venas. "Hacerme parecer la culpable de su muerte" dijo todo su fuego negro.
A esto siguió una suceción de detalles que no me pertenecen, que realmente son perversos, y que sólo contaría con permiso..
Escuché a esa mujer sentada en la cocina de mi madre, fumando un Wiston Light, y sonando mis narices con papel de un rollo de cocina que dejaba mi nariz pelada. Contó muchas cosas. como la existencia de una famosa carta que el torero le dejó escrita y que sólo han leído un par de personas. (Mientras esto narraba, en el televisor sonaba la ínfame sintonía del "Tomate" que mi madre tenía que haber apagado como el centrifugado de la lavadora. En ese programa pretendían contar historias que no le llegaban a la suela de la que yo estaba escuchando en la cocina de mi madre).
Contó sobre todo el principio. Ella era la criada. Llegó un día a la finca con las rodillas peladas, una zapatillas de cáñamo, dos gruesas trenzas, una sombra en el pulmón y 18 años. Cuando él, que tenía 55 años, varios hijos legítimos e ilegítimos, un par de matrimonios, uno de ellos forzado, la vió bajar del autobús.. dice que pensó "Ahí llega mi desastre".
Días después, por el pasillo de su finca, se la encontró con las mismas trenzas negras, las rodillas peladas y el aspecto de tísica, acompañada por otra criada que le enseñaba los entresijos de las alcobas del cortijo.
"¿Quien habrá traído este bicho canijo aquí?" Dijo él.
¿Quién será el contrahecho este para llamarme bicho a mí?" Dijo ella.
"Es el señorito". Dijo la criada cicerone mientras asombrada comprobaba como el torero reía con el incidente, con lágrimas de entusiasmo sobre ese rostro tan difícil. Desde entonces él la amó a ella. La amó, y no la tomó hasta que, a base de dinero y médicos suizos, curó su tuberculosis tres años después, cuando la hizo su amante hasta el final de sus días. Se supone que la quiso hasta que se decidió por su otro amor, la muerte, cuya seducción no le abandonó nunca hasta verse obligado a violentarla con una pequeña pistola que Enriqueta puede describir, no con dolor, sino con rabia.
En algún momento se acaba el centrifugado, el murmullo del televisor, el papel de cocina y las ganas de contar cosas de la anciana. La acompaño a la puerta y me reitera, "recuérdale a tu madre que me acompañe a hablar con el presidente". Yo le digo: "Iré con vosotras". Responde: "Eso, que con tres mujeres no hay quien pueda". Y contesto: "Ni con una".
Delante del puente de Triana, en el Altozano, hay una estatua de un torero con el pecho roto. Desde algunas perpectivas, en el centro de esa herida se levanta, como un dedo índice, la torre de la Giralda. Le mires por donde le mires, le ciñe el talle el río Guadálquivir.
Escrito por La caminante a las 11 de Abril 2005 a las 08:02 PM | TrackBack¡qué bonito, prima!
Escrito por Zifra a las 11 de Abril 2005 a las 09:04 PM!!!............¡¡¡
Escrito por valpertuna a las 11 de Abril 2005 a las 10:16 PMBonito?
Bonito como lo cuenta pero la historia es triste.
nunca se me ocurrio escribir una comedia-sainete titulada "el alegre suicidio"
saludos
Escrito por RUFUS a las 11 de Abril 2005 a las 11:52 PMEs curioso, porque yo no veo El Tomate: no me interesan las historias sobre gente que no conozco. Pero me hablas de esta mujer y ya no es un personaje ajeno, ya la has introducido en esa esfera que mi neurona se esfuerza en explorar y, por tanto, has despertado toda mi curiosidad: ¡lástima que los detalles escabrosos no te pertenezcan!
En cuanto a la tela asfáltica... Bueno, he trabajado en el control de calidad de una empresa que las fabrica y mejor me callo xD
Escrito por Aurora a las 12 de Abril 2005 a las 12:10 AMSielosanto, Wally. Se me ha puesto la piel como un balón de baloncesto.
Sobre todo con esa frase final.
¿Qué tal va la feria? Dile al guardia civil que el fin de semana que viene (no este mismo) celebramos mi cumpleaños y él y su tricornio están invitados, así que cuando tenga un momento me llame por teléfono.
¡Un besazo, Wally!
Escrito por Wally Week a las 12 de Abril 2005 a las 11:45 AMhola! te hace un intercambio de links ??
Escrito por wigo a las 12 de Abril 2005 a las 08:08 PMNo sé si es el mismo toreor, pero en la puerta del cementerio de mi pueblo, uno se disparó un tiro y se mató.Quizás sea el mismo, tal vez no lo sea...
Una historia de novela la de Enriqueta verdad?
Besos y cuidate ese virus.