Creo que de cada escena observada en mi vida he conseguido alguna deducción, verdadera o no, sobre la naturaleza humana. Es por eso, tal vez, que un día decidí desistir del ejercicio de la especulación y estudiar psicología y antropología de manera oficial en vez de sacar tantas conclusiones por mi cuenta y riesgo. Aún así no niego de momento, esas anotaciones que apunté en mi memoria. Los ratones, tan útiles en los laboratorios, me han servido en un par de ocasiones para construir alguna hipótesis sobre las personas que, cuanto menos, aún no han sido falseadas.
El verano pasado, por ejempo, una rata de campo atravesó el jardín de la casa de mi madre. Todo esto empezó a ser percibido por mí cuando mi madre, armada con una escoba, como una gladiadora, atravesaba rauda el cesped diciendo en voz alta "Allí hay una rata". En ese momento el comportamiento humano de los que en ese momento estábamos en la casa se diversificó. Ana, mi sobrina de entonces cinco años y María, mi hija de entonces nueve, salieron de la piscina y sin secarse con una toalla, ni encomendarse ni a dios ni al diablo, corrieron con sus cuerpecitos chorreantes hacia el interior de la casa chillando. Mi hermana Ia y yo las seguíamos pero en vez de gritar exclamábamos "¿Qué?, ¿Dónde?". Los únicos ejemplares varones humanos que entonces estaban, mi sobrino Pablo de nueve años y Jose Manuel de seis, se movilizaron de inmediato para ayudar a la abuela en la captura de la rata. Pablo cogió un recogedor de basura, el que correspondía a la escoba que portaba mi madre, que minutos antes estaba barriendo las hojas secas de los árboles. Jose Manuel no cogió nada. Desde el interior de la casa, por la ventana del salón, "las hembras", entre chillidos contemplábamos la escena por una ventana. La rata estaba rodeada por mi madre y sus dos nietos. Jose Manuel le intentaba dar patadas con sus piececitos desnudos y nunca acertaba, mi madre le daba escobazos pero sólo conseguía "barrerla" de un lado para otro, hasta que Pablo levantó el recogedor y con una bajada certera, le asestó un golpe en el lomo que seguramente quebró la columna vertebral del roedor. Aquel fue un espectáculo cruel. Menos mal que por allí no pasaba ni siquiera un antitaurino...
Cuando entraron los tres héroes en la casa mi mente intentaba interpretar lo sucedido. Parecía evidente que los machos contenían un instinto cazador del que las hembras carecíamos, pero la real hembra que es mi madre había dejado la sociobiología arrinconada y en su camino de viudedad había perdido todas esas consignas. Mi madre, escoba en mano, era el icono de como una trayectoria vital le doblaba la mano a los mandatos sociobiológicos y culturales.
Esa puede que sea la demostración de cómo uno aprende a ser libre.
Por otra parte, ante la entrada triunfante de mi sobrino Pablo, yo, que estoy fabricada como muchos han dicho alguna vez, con la piel del diablo, le dije: "ohtiaaa., Pablo,¡ Tas cargao al Ratón Pérez!".
Él, que en aquel entonces, creía en el Ratón Pérez, pero no en mí, se doblaba de risa. Ana y Jose Manuel abrieron los ojos como platos...
Esto me hizo recordar una anécdota con otro ratón, uno que nunca ví porque además nunca existió, pero que me hizo aprender.
Hice el primero de B.U.P. en el Instituto Murillo. el que fuera Pabellón de la Argentina en la Exposición de Sevilla de 1929. Es decir: un edificio antiguo.
Tenía la bibloteca más bonita que jamás veré. Y se decía, que en este edificio había ratones.
Nunca ví ninguno, ni ninguna de mis compañeras tampoco, pero ese rumor se daba como verdad de tan referido...
Durante una clase de geografía con la profesora más impopular de Instituto, antes las quejas de hastío de mis compañeras aledañas, me surgió una idea.
Les dije: "cuando yo diga, gritad". (No era la primera vez que cometíamos una fechoría ideada por mí, de ahí que no considero necesario explicar por qué me obedecieron).
Les digo : "Ahora". Ellas gritan y yo me levanto y digo el alto: ¡Un ratón, un ratón!" y señalo a un punto del áula. En aquella zona que señalo, las niñas se van subiendo a los pupitres . La profesora mira desconcertada y las de la primera fila ya alcanzan la puertan y salen gritando despavoridas.El revuelo de niñas aterrorizadas, subiéndose a las mesas, o huyendo hacía la puerta, es incontenible. La profesora intenta poner orden y yo intento complicarlo más: "¡Va por allí!" y como la "ola" de los estadios de fútbol, por donde yo señalaba se sembraba la histeria...
No hay que describir que la situación se le fué de las manos a la profesora de Geografía. Donde yo me sorprendí fué cuando algunas alumnas juraban haber visto al ratón. Una de ella lo juraba con pasión. En la puerta del Instituto yo le cuestionaba con una risa floja: "Anda ya, niña, ¿qué vas a verlo?.
Cuando me lo describió comprendí que había que estudiar más la mente humana.
La que hay que estudiar es tu mente, Caminante.
¿Como puedes ser tan lianta, tan observadora, tan reflexiva y tan tremenda?
Quien te disfrute, por favor que lo cuente.
XDDDDDDDDDDDD Como una autentica regadera ninnia!!!
Sí que es complicada la mente humana y más aún las reacciones por empatía y la necesidad de entender su funcionamiento quizás sea lo mas interesante de todo :)
Escrito por Aleatha_ a las 9 de Abril 2005 a las 02:38 AMHoy hace dos años que un marine norteamericano creyó ver una rata en un balcón del hotel Palestina... ¿o era mentira?
Un saludo, caminante ;)
Escrito por José Luis a las 9 de Abril 2005 a las 03:43 AMPersonas y situaciones. A mi madre intentaron quitarle el bolso y la emprendió a paraguasos con el ladrón.Un amigo jugador de rugbi de casi dos metros le quisieron robar y se desmayó.
Por otro lado la mente siempre lo digo tiene tanto poder que o te sana o consigue que mueras.
A mi no me dan miedo los ratones pero cuando veo una salamanquesa no soy dueña de mis actos una vez vi una en la acera y del salto que di me planté en medio de la carretera con el consiguiente peligro. En mi mente un reptil de esta especie era más peligroso que un Cuatro por cuatro.
Besos, peligro, que eres un peligro jajajajjaa
Escrito por Trini a las 9 de Abril 2005 a las 01:59 PMMenudo elemento, Caminante. Estoy contigo que el comportamiento humano es curiosísimo. Y casi estoy por apostar, que vio la rata. Que la vio. Vemos lo que queremos ver. Y se nos aparece lo que queremos que se nos aparezca. No sé por qué, a mí nunca se me ha aparecido nada.¡Y yá me gustaría!.
Tengo fanas de decirte: ¡Qué bien escribes!.
Saludos.
¡¡¡......!!!
Escrito por valpertuna a las 10 de Abril 2005 a las 09:13 AMQueremos descubrir el misterio de la vida, unos lo descubren en el exterior y otros, los más avispados, dentro de sí. La caminante busca en su interior y descubre un mundo, una basta extensión de experiencias vitales, un nutrido lecho de recuerdos que han dado forma a su vida. Ella observa, medita, busca y encuentra el sentido positivo que tantos han perdido, extraviados por los lugares comunes que abundan hoy.
Saca provecho de de todo lo que se cuela por sus sentidos; ella es un filtro que separa la paja del oro y la viga del ojo, aventandolo todo con su singular revuelo.
¡¡Que "bicha" tuviste que ser de pequeña!!