29 de Junio 2006

Mediocre desfasada

Hace poco días el mundo puso a mis pies, o mejor, en mis oídos, una metáfora, útil y precisa, como apenas parecen a nadie las metáforas, pero preciosa, más por su valor o que por su estética: consignas que conjuga la metáfora desde el momento que alguien la formula.
Hace pocos días, mientras jugaba España en el Mundial de fútbol partidos más afortunados que el último, puede comprobar que la señal de televisión de los vecinos de mi patio era más rápida que la emisión digital terrestre que me llegaba a mi domicilio por cable. De manera que cuando llevada por mis nervios me dedicaba a jugar a un juego arcade en mi ordenador escuchaba a través de mi ventana la emisión y emoción del gol antes de que llegara a los órganos receptores a la población de mi salón, (que ha llegado a ser mucha, diversa y bien alimentada, antes de que España fuera eliminada).
Ese momento en el que yo gritaba “gol”, segundo antes de que ellos lo vieran, sembraba desconcierto, frustración y dudas, (lógicamente, si mis invitados suelen estar al tanto de mi carácter travieso y fabulador).
A nadie le satisfizo esa precognición tramposa, pero anticipada en definitiva.
Es verdad: antes o después, bueno o malo, todo el mundo encarga a sus ojos su propia realidad. Los agoreros no gustamos…
El otro día, a través de las combinaciones de señales analógicas, digitales, terrestres o subterráneas, adiviné que lo mío podría denominarse desfase.
Así de simple, soy una desfasada. (Me lo ha dicho mi patio, y él, hasta el momento, nunca me ha dado una información falsa).
He intentado ser leal a mi intuición, a mis instintos, a mi percepción, a mis principios. Pero ninguno de ellos estuvo nunca dispuesto a llegar a ninguna consenso con los otros. He advertido goles y puñaladas antes de que nadie diera un solo duro por mi testimonio y yo no he podido jurar, porque aunque mi moral ha sido poco exigente, este apego a lo que veo, oigo y huelo siempre me ha expuesto, (por no hablar de lo he querido tocar también).
El otro día se lo explicaba a Macarena por teléfono. “Maca, soy una auténtica mediocre. Sé que no soy común, pero también sé que no soy mucho más ni menos. Para no ser común hay que ser algo más, alguien bastante distinto, si no, sólo estás condenada a vivir la vida con desfase, y eso no le sirve a nadie, ni a una ni a nadie...”

Escrito por La caminante a las 3:12 AM | Comentarios (7) | TrackBack

20 de Junio 2006

Oh, Dios..No encuentro un verso.

Me está pasando algo que me parece increible, y de ser cierto, terrible.
No encuentro un verso.
He tecleado en google un verso que recuerdo, nítidamente y no está. Alguién me ha dicho, espero que sin pensar, que entonces, es que no existe.
He tecleado al que creo su autor, Jorge Guillén, y viene muy poco, a pesar de las comillas con las que le envolví, sólo poco más que una cumplidora Wikipedia más interesada en relacionar que en explicar, agonizando en su mediocre éxito...
Creo recordar que la obra en la que se incluye el verso se llama "Cántico", y la primera página que estuvo dispuesta a darme algo de razón tiene el inquietante nombre de "rincón del vago" .
Busqué "Cántico" de Jorge Guillén en un exaustivo programa de intercambio de archivos, capaz de rescatar los recovecos más enfermizos de nuestra memoria y nuestra capacidad de colección, y de Jorge Guillén nadie se intercambia nada.
Pero sé que existe. Yo lo he leído..y lo he vivido.
Me dá igual lo que diga Google y la Wikipedia, me dá igual las mareas de archivos desentendidas con mi búsqueda sobrecogida. Me dá igual los tentáculos de la basura sectaria capaz de acaparar el nombre de "Diós "y lo que es más fortuíto, también el de "abril".
No puedo jurar el autor ni la obra, aunque, contra toda sociedad de la información,donde los detritus tienen preferencia estadística, y los más conscientes sean aquellos que abarcan con sus mentes esta aritmética pringosa, pero cuidado, exclusivísima..., tenga que levantar mi voz, aunque todo el rastro de mi apuesta, de ser verdad, sea este humilde blog.
Alguna vez leí un verso que decía:
"Oh, Dios..Cuánto abril"

Escrito por La caminante a las 1:10 AM | Comentarios (7) | TrackBack

16 de Junio 2006

Teoría de la relatividad.

De todas mis raices y circunstancias, hay un importante venero trianero, de la categoría "corralera". De mis formatos, no creo que haya nadie que pueda tener quejas objetivas, pero en la intimidad, estas cosas se desmandan.
Aún siendo mi niña correcta y discreta, durante su corta vida ha tenido que encajar mis arrebatos trianeros cuando encandilada por sus encantos sucesivos y evolutivos, le he proclamado al amparo de mis paredes más de una vez, con mis cuerdas vocales a su máximo rendimiento: "¡¡¡¡¡Un día de esto te voy a comer tu toto!!!!!!!
Desde hace más de tres años, vengo criando una gatita negra como un regaliz, con la cara como un dibujito, con ojo amarillos y descarados, sutil y zalamera, que se tensa como un signo de interrogación negro que anda por mis muebles cuando le proclamo desmelenada como una Mangnani cualquiera que: " Que te voy a comer ese toto de gata que tienes"
Mi pareja tiene una yorkshire color canela, desatrosa y simpática, efusiva y sinverguenza, que va haciendo acrobacias a mis pies mientras camino por mi pasillo , me doblo de risa y voy exclamando " Ay! ¡que te voy a comer ese toto!"
Ya por último, el otro día, la niña me cuenta un chascarrillo, achina los ojitos para sonreir y me da un abrazo, la gata viene y me frota la oreja en el tobillo y me mira de reojo, la perrita aparece detrás de un quicio haciendo monerías, y yo desemboco en el salón haciendo la siguiente proclama: "Mira,me voy a liar a a comer totos y me voy a quedar sola.."
Luis se va hacia la ventana del salón aterrado y empieza a cerrarlas mientras dice sobrecogido: "Mercedes, por Dios, las vecinas..."

Escrito por La caminante a las 3:50 AM | Comentarios (6) | TrackBack

Ahora

Son las tres y veinte de la tarde. Tengo hambre. Llamo al timbre. Detrás de la puerta oigo la voz de mi madre que le dice a mi hija que me abra. Hasta el descasillo alcanza un olor apetitoso. Me apetece estar aquí. Me apetece entrar y besarlas, comer eso que huele tan bién. Oigo los pasos de mi hija hasta la puerta. Ahora es el mejor momento. No cabe nada más, ni bonito ni feo. Este ahora es así de simple y así de bueno. Me gusta.

Escrito por La caminante a las 12:21 AM | Comentarios (7) | TrackBack

7 de Junio 2006

La generación implícita.

“Caballero, ¿Sería tan amable de ayudarme?.Me estoy hundiendo en el asfalto”
Esa voz atiplada y con un acento extraño llegaba desde el salón hasta mi cama, donde me habían enviado taxativamente. Cuando en el televisor aparecía la cabecera naif de “Historias para no dormir”, a mis padres les embargaba una gran urgencia porque yo descansara y me levantara al día siguiente temprano, hubiera o no colegio. Así durante muchas noches, me dedicaba al escuchar el murmullo espeluznante de unas historias que yo adaptaba a la medida de mi propia capacidad de terror, porque tanto en el sexo como en el miedo, si se deja la opción de imaginar, de suponer, o de adivinar, se optimizan los efectos. De ahí los gloriosos conceptos de “suspense” o “erotismo”. Ocurre como en la literatura, lo implícito impresiona más que lo explícito.
Así que yo remataba los guiones de Ibáñez Serrador con matices que ignoro si él hubiera contemplado para una niña que escuchaba las voces de sus actores, desde una cama en la oscuridad.
Hace pocas noches, en una de mis proverbiales cenas improvisadas, uno de los comensales hizo referencia a esas joyas del miedo psicológico de este director y guionista español como “La residencia” o “¿Quién puede matar a un niño?. Y comprobé como a muchos de nosotros no nos permitieron ver una de las páginas de la mejor televisión de este país: “Historias para no dormir”. A un amigo mío se lo contaba su tío en diferido, otro se escondía detrás de una puerta para verlas, yo las escuchaba de lejos y las remataba con una imaginación sin miramientos.
Gracias al controvertido milagro tecnológico del intercambio de archivos, he podido ver por fin el capítulo “El asfalto”, desde mi cama, con más compañía pero no con menos capacidad de asombro.
Me causó escalofríos. No me refiero a esa tensión en el pecho de hace tantos años, debajo de las sábanas, cuando Ibáñez Menta susurraba a mi oído, quejumbroso: “no me dejen sólo, por favor”. Me refiero al repeluz de vivir en un país cuya mayor vocación parece ser lo explícito .La imaginación debió de ser sepultada algún día como ese caballero que después de hundirse definitivamente, nos deja su sombrero y su bastón sobre el asfalto, para indicarnos que, alguna vez, estuvo aquí.

Escrito por La caminante a las 1:50 PM | Comentarios (4) | TrackBack

1 de Junio 2006

Yo creo que...

“Porque lo digo yo”. Decía mi padre cuando le cuestionaba una orden o un punto de vista que me afectara, o mejor dicho que afectara a mi margen de iniciativa, es decir mi libertad. Yo, que teniendo edad de discutir, me creía dueña de porciones de la verdad, lo juzgaba como a un monstruo irracional e incapaz de vestir con ideas sus intenciones. Era joven y además tonta. Ya no soy tan tonta.
Mi padre no tenía intención de atentar contra ningunos de mis derechos ni hacerme sentir desgraciada. El hombre intentaba organizarse que ya era mucho. Pararse a discutir conmigo de cuestión alguna arriesgaba cualquier proyecto de orden y concierto y nadie lo sabía mejor que él que me había engendrado.
Ya sé que este ejemplo puede evocar el concepto del “despotismo ilustrado”. Probablemente lo pensarán los “ilustrados”, los mayores propiciadores del “despotismo”, a priori y a posteriori.
Con tanta “escritura de la propiedad” que tiene la razón y la verdad, aquí no hay quien se entienda.
Hoy he oído debatirse la nación, la agonía mediática de Rocío Jurado o si los rocieros tienen derecho a tirar cohetes a las siete de la mañana o a “acolapsar” las arterias de Sevilla. Personalmente no tengo afirmaciones para ninguno de estos debates, si acaso sólo preguntas... y no siempre. Algunos de estos debates culminan cuestionando las estructuras democráticas, el sentido de la información o la fe religiosa.
Sólo tengo algo que decir, en caso de que dijera algo: ¡que pretenciosas son las opiniones formadas, y mientras más formadas, más pretenciosas!
Alguien dijo que las opiniones eran como los esfínteres anales, todo el mundo las tiene. Lo que pasa que los esfínteres son más llevaderos, con uno basta.
Si alguien opina después de leer esto que me expreso contra la libertad de opinión, se lo agradezco porque refrenda estas líneas. Y correspondo recordándole que también tenemos las libertades de pensar, observar, preguntar y guardar silencio. ¿No son bonitas también?

Escrito por La caminante a las 2:17 AM | Comentarios (5) | TrackBack