“Porque lo digo yo”. Decía mi padre cuando le cuestionaba una orden o un punto de vista que me afectara, o mejor dicho que afectara a mi margen de iniciativa, es decir mi libertad. Yo, que teniendo edad de discutir, me creía dueña de porciones de la verdad, lo juzgaba como a un monstruo irracional e incapaz de vestir con ideas sus intenciones. Era joven y además tonta. Ya no soy tan tonta.
Mi padre no tenía intención de atentar contra ningunos de mis derechos ni hacerme sentir desgraciada. El hombre intentaba organizarse que ya era mucho. Pararse a discutir conmigo de cuestión alguna arriesgaba cualquier proyecto de orden y concierto y nadie lo sabía mejor que él que me había engendrado.
Ya sé que este ejemplo puede evocar el concepto del “despotismo ilustrado”. Probablemente lo pensarán los “ilustrados”, los mayores propiciadores del “despotismo”, a priori y a posteriori.
Con tanta “escritura de la propiedad” que tiene la razón y la verdad, aquí no hay quien se entienda.
Hoy he oído debatirse la nación, la agonía mediática de Rocío Jurado o si los rocieros tienen derecho a tirar cohetes a las siete de la mañana o a “acolapsar” las arterias de Sevilla. Personalmente no tengo afirmaciones para ninguno de estos debates, si acaso sólo preguntas... y no siempre. Algunos de estos debates culminan cuestionando las estructuras democráticas, el sentido de la información o la fe religiosa.
Sólo tengo algo que decir, en caso de que dijera algo: ¡que pretenciosas son las opiniones formadas, y mientras más formadas, más pretenciosas!
Alguien dijo que las opiniones eran como los esfínteres anales, todo el mundo las tiene. Lo que pasa que los esfínteres son más llevaderos, con uno basta.
Si alguien opina después de leer esto que me expreso contra la libertad de opinión, se lo agradezco porque refrenda estas líneas. Y correspondo recordándole que también tenemos las libertades de pensar, observar, preguntar y guardar silencio. ¿No son bonitas también?

“Porque lo digo yo”. Decía mi padre cuando le cuestionaba una orden o un punto de vista que me afectara, o mejor dicho que afectara a mi margen de iniciativa, es decir mi libertad. Yo, que teniendo edad de discutir, me creía dueña de porciones de la verdad, lo juzgaba como a un monstruo irracional e incapaz de vestir con ideas sus intenciones. Era joven y además tonta. Ya no soy tan tonta.
Mi padre no tenía intención de atentar contra ningunos de mis derechos ni hacerme sentir desgraciada. El hombre intentaba organizarse que ya era mucho. Pararse a discutir conmigo de cuestión alguna arriesgaba cualquier proyecto de orden y concierto y nadie lo sabía mejor que él que me había engendrado.
Ya sé que este ejemplo puede evocar el concepto del “despotismo ilustrado”. Probablemente lo pensarán los “ilustrados”, los mayores propiciadores del “despotismo”, a priori y a posteriori.
Con tanta “escritura de la propiedad” que tiene la razón y la verdad, aquí no hay quien se entienda.
Hoy he oído debatirse la nación, la agonía mediática de Rocío Jurado o si los rocieros tienen derecho a tirar cohetes a las siete de la mañana o a “acolapsar” las arterias de Sevilla. Personalmente no tengo afirmaciones para ninguno de estos debates, si acaso sólo preguntas... y no siempre. Algunos de estos debates culminan cuestionando las estructuras democráticas, el sentido de la información o la fe religiosa.
Sólo tengo algo que decir, en caso de que dijera algo: ¡que pretenciosas son las opiniones formadas, y mientras más formadas, más pretenciosas!
Alguien dijo que las opiniones eran como los esfínteres anales, todo el mundo las tiene. Lo que pasa que los esfínteres son más llevaderos, con uno basta.
Si alguien opina después de leer esto que me expreso contra la libertad de opinión, se lo agradezco porque refrenda estas líneas. Y correspondo recordándole que también tenemos las libertades de pensar, observar, preguntar y guardar silencio. ¿No son bonitas también?

La caminante: Yo creo que...

1 de Junio 2006

Yo creo que...

“Porque lo digo yo”. Decía mi padre cuando le cuestionaba una orden o un punto de vista que me afectara, o mejor dicho que afectara a mi margen de iniciativa, es decir mi libertad. Yo, que teniendo edad de discutir, me creía dueña de porciones de la verdad, lo juzgaba como a un monstruo irracional e incapaz de vestir con ideas sus intenciones. Era joven y además tonta. Ya no soy tan tonta.
Mi padre no tenía intención de atentar contra ningunos de mis derechos ni hacerme sentir desgraciada. El hombre intentaba organizarse que ya era mucho. Pararse a discutir conmigo de cuestión alguna arriesgaba cualquier proyecto de orden y concierto y nadie lo sabía mejor que él que me había engendrado.
Ya sé que este ejemplo puede evocar el concepto del “despotismo ilustrado”. Probablemente lo pensarán los “ilustrados”, los mayores propiciadores del “despotismo”, a priori y a posteriori.
Con tanta “escritura de la propiedad” que tiene la razón y la verdad, aquí no hay quien se entienda.
Hoy he oído debatirse la nación, la agonía mediática de Rocío Jurado o si los rocieros tienen derecho a tirar cohetes a las siete de la mañana o a “acolapsar” las arterias de Sevilla. Personalmente no tengo afirmaciones para ninguno de estos debates, si acaso sólo preguntas... y no siempre. Algunos de estos debates culminan cuestionando las estructuras democráticas, el sentido de la información o la fe religiosa.
Sólo tengo algo que decir, en caso de que dijera algo: ¡que pretenciosas son las opiniones formadas, y mientras más formadas, más pretenciosas!
Alguien dijo que las opiniones eran como los esfínteres anales, todo el mundo las tiene. Lo que pasa que los esfínteres son más llevaderos, con uno basta.
Si alguien opina después de leer esto que me expreso contra la libertad de opinión, se lo agradezco porque refrenda estas líneas. Y correspondo recordándole que también tenemos las libertades de pensar, observar, preguntar y guardar silencio. ¿No son bonitas también?

Escrito por La caminante a las 1 de Junio 2006 a las 02:17 AM | TrackBack
Comentarios

es mas facil tener buenas opiniones que aprender a guardarselas.

yo solia decirle a mi padre que creer en la gravedad podia parecerse a creer en Dios y que yo no creia en ninguno de los dos. Mi argumento era que no se puede 'saber' si la gravedad hara caer la manzana la proxima vez. Toda una reflexion sobre la incertidumbre y la teologia a eso de los 8 a;os.
saludos,

Escrito por arte a las 2 de Junio 2006 a las 07:05 PM

... y menos mal que existe la opción de guardarse las opiniones!. Cuantas veces habré contado hasta 10 antes de soltar una burrada o algo que pueda herir al que tenía enfrente.

Por la boca muere el pez, dicen...

Escrito por once a las 7 de Junio 2006 a las 02:08 PM

Las más...:)

Escrito por mOe:) a las 8 de Junio 2006 a las 11:26 AM

me parece lindo todo lo que escribe como me gustaria conocerlo hablar cdon usted

y decirle todo lo que me pasa

Escrito por celinda a las 30 de Junio 2006 a las 02:49 AM
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