Caballero, ¿Sería tan amable de ayudarme?.Me estoy hundiendo en el asfalto
Esa voz atiplada y con un acento extraño llegaba desde el salón hasta mi cama, donde me habían enviado taxativamente. Cuando en el televisor aparecía la cabecera naif de Historias para no dormir, a mis padres les embargaba una gran urgencia porque yo descansara y me levantara al día siguiente temprano, hubiera o no colegio. Así durante muchas noches, me dedicaba al escuchar el murmullo espeluznante de unas historias que yo adaptaba a la medida de mi propia capacidad de terror, porque tanto en el sexo como en el miedo, si se deja la opción de imaginar, de suponer, o de adivinar, se optimizan los efectos. De ahí los gloriosos conceptos de suspense o erotismo. Ocurre como en la literatura, lo implícito impresiona más que lo explícito.
Así que yo remataba los guiones de Ibáñez Serrador con matices que ignoro si él hubiera contemplado para una niña que escuchaba las voces de sus actores, desde una cama en la oscuridad.
Hace pocas noches, en una de mis proverbiales cenas improvisadas, uno de los comensales hizo referencia a esas joyas del miedo psicológico de este director y guionista español como La residencia o ¿Quién puede matar a un niño?. Y comprobé como a muchos de nosotros no nos permitieron ver una de las páginas de la mejor televisión de este país: Historias para no dormir. A un amigo mío se lo contaba su tío en diferido, otro se escondía detrás de una puerta para verlas, yo las escuchaba de lejos y las remataba con una imaginación sin miramientos.
Gracias al controvertido milagro tecnológico del intercambio de archivos, he podido ver por fin el capítulo El asfalto, desde mi cama, con más compañía pero no con menos capacidad de asombro.
Me causó escalofríos. No me refiero a esa tensión en el pecho de hace tantos años, debajo de las sábanas, cuando Ibáñez Menta susurraba a mi oído, quejumbroso: no me dejen sólo, por favor. Me refiero al repeluz de vivir en un país cuya mayor vocación parece ser lo explícito .La imaginación debió de ser sepultada algún día como ese caballero que después de hundirse definitivamente, nos deja su sombrero y su bastón sobre el asfalto, para indicarnos que, alguna vez, estuvo aquí.
"Me refiero al repeluz de vivir en un país cuya mayor vocación parece ser lo explícito"
Qué gran verdad, Caminante.
Yo nunca vi esa serie y he de decir que mis padres rara vez me mandaron a la cama para no ver según que cosas... supongo que teniendo en cuenta mi edad y mi generación he sido un niño con suerte en ese aspecto. Me quedo con la reflexión entre comillada que encabeza mi comment: y es que la TV de la España de hoy mucahs veces da asco.
Escrito por once a las 7 de Junio 2006 a las 02:05 PMSomos explícitos hasta la nausea...se retransmite la muerte en directo, pero con detalles, partes médicos...cuando se llega a un funeral se pregunta ¿como murio?...buffff, hasta cuando se llega a alguien dolorido, ¿como lo llevas? ¿que tal te sientes?...que distinto ser visceral que andar con las vísceras en la mano, por favor :o
Escrito por mOe:) a las 8 de Junio 2006 a las 11:35 AMRecuerdo también yo esas noches que me acostaba pronto y que desde el piso de arriba echaba algún que otro vistazo a la televisión que había en el patio. Besos.
Escrito por elbucaro a las 10 de Junio 2006 a las 01:19 AM