25 de Noviembre 2007

Los distinguidos

El dinero ya no distingue a las personas. No todos pueden tenerlo pero ya si cualquiera; las ganancias de un fontanero se equiparan paulatina e imprevisiblemente a las de un investigador científico. La cualificación ya no clasifica: las universidades son públicas y un libro cuesta menos que unas zapatillas deportivas. Las marcas comerciales no nos diferencian y además nos hacen sospechosos de la trampa o del complejo. Los apellidos hace tiempo que dejaron de ser rancios. La fama ya no precede a la excelencia sino a cualidades bien distintas; nuestras crónicas de sociedad se han convertido en monográficos de miserias comunes. El diseño se ha democratizado en grandes superficies como Zara o Ikea. Los avances cosméticos y médicos están uniformando y repartiendo el privilegio de la belleza física.
Los signos externos que nos nombraban, ya no lo hacen.
Pero seguirá existiendo una forma para que otro ser humano te informe de su propia exquisitez: será eso que clasicamente se llama consideración, algo que incluimo en el concepto de educación, cuando es ella la educación misma.
La elegancia del futuro será dominar el arte de la presencia (propia y ajena) , porque nadie lo puede fabricar en serie ni abaratar sus costos. Los aristócratas de las calles empiezan a ser aquellos que sujetan una puerta para que otro pase, los que escuchan sin interrumpir, los que piden disculpas si te han pisado.
Ellos serán la élite.

Escrito por La caminante a las 5:50 PM | Comentarios (1) | TrackBack

18 de Noviembre 2007

Entre paréntesis

Puedes aprender -durantes muchos años- qué puedes creer o no.
Sobre todo aprenderás lo que te corresponde negar, cuál es la duda que te toca.
Pero si fumas entre las ruinas, también tendrás que sorprenderte.
Pregúntale a Leonard por qué la mujer que no necesita procrear contigo
es la que te pone duro el cerebro.
Él no te va a contestar. Él va a ignorar tu pregunta.
Y esa es toda la respuesta.
Aprendí a improvisar, a instalarme en el paréntesis.
Soy una rapera con mucho reojo.
No hay mucho más, ni se le espera.
Por eso, mis caminos no son de ida ni de vuelta.
Ahora.

Escrito por La caminante a las 7:10 PM | Comentarios (2) | TrackBack

2 de Noviembre 2007

Eso que es y está

Todas las mañanas cuando llego a mi empresa repito los mismos gestos; después de encender mi ordenador, leo los titulares de la escaleta, miro a mi alrededor para ver quién está ese día en la redacción, me detengo un instante a mirar sus caras y oir sus voces e inmediatamente bajo a la cafetería por un café para Nieves y otro para mi. Cuando tengo los dos cafés, (el mío siempre solo) me paso por el patio de atrás del edificio. Salgo al aire libre y veo amanecer mientras fumo y tomo café en un vaso térmico en el que no se puede confiar para no quemarse los labios. Durante ese momento saludo al día. Observo el vuelo de los aviones con sus luces de posición que buscan pista en San Pablo y el de los vencejos, sin luces, invitados al vuelo por el sol del sur, que tiene esa manera ladina y tostada de anunciarse entre el último color violeta de la noche. Recibo el aire en mi cara, a veces más húmedo y cálido, otras más frío y seco, pero siempre leve. Pongo atención al susurro del tráfico que me envía el puente de la Barqueta, al olor nítido y discreto de una ciudad que amanece. Y no pienso.. solo observo y fumo.
Luego subo y asumo el día, y desde que hago eso, los días son mejores.
En alguna ocasión supe por casualidad que esa costumbre espontánea de cada día no es otra cosa que “meditar”.
La meditacion, (ejercicio bajo sospecha o bajo el peor designio de la novelería en el mundo occidental) es una actividad mental en realidad desconocida, Tanto que alguien como yo se puede descubrir un día practicándola sin “premeditacion”.
Meditar no es rumiar, una vez y otra, ideas de lo que fue o lo que será. Meditar no es dejar la mente en blanco ni en negro, ni contar respiraciones profundas con el riesgo de hiperventilar. Meditar puede que sea abandonar ese ruido constante del pensamiento, ignorar a ese cerebro locuaz que tanto nos advierte de lo que tenemos que lamentar o desear. Meditar puede que sea obligarse a callar de verdad y vivir hacia fuera, entregándose al presente, a lo que sí está, a lo que sí es.
Los depresivos atienden tanto a su pensamiento que pierden la conexión con el mundo exterior hasta que nada les invita a la vida. Los ansiosos atienden a tanto a su pensamiento que desconfían de lo externo hasta el punto que ese recelo les enferma.
Y si uno calla y escucha, ve y toca, la vida entonces se hace presente y nada más, sólo eso, como única realidad, como un hecho impecablemente empírico, una manifestación inefable.
Porque parece que “vivir” es un verbo que solo se debería conjugar en gerundio. “ser” en infinitivo, “estar” en presente del indicativo, y “pensar”..no tanto.

Escrito por La caminante a las 2:41 AM | Comentarios (1) | TrackBack