28 de Noviembre 2004

Cuando menos te lo esperes, David

"Cuando menos te los esperes, David, escribiré sobre tí en mi blog" Eso le dije a mi mejor amigo hace meses. Yo sé que el siente pudor con estas cosas, pero no me importa.. yo ya le avisé.
Tengo grandes amores y amistades en mi vida. Soy tremendamene afortunada en ese respecto y más en este momento donde selecciono yo. Pero tengo una especial debilidad y devoción por dos seres humanos: mi amiga Pepa y mi amigo David. La amistad es una buena cosa. Hoy en día me convence más que el amor. Yo amo a dos personas sin sentir necesidad ni dependencia por ellos. Simplemente celebro que existan y que coincidan con mi existencia. Uno de ellos es David.
Ví la primera vez a David en Madrid, en la Glorieta de Bilbao, creo que era. Entonces no tuve ni idea de cuanto le querría. Por aquellos tiempos vivía alguna historia pasajera y David aparecía vestido de azul, (de eso si estoy segura) tímido y distante. Horas más tarde, en un garito de Malasaña, tomaba una copa sentada en una banqueta en frente del servicio y pude observar que alguien estaba agrediendo a otro en el de caballeros. Una vez que avisé al grupo y se protegió debidamente al agredido comprobé que era David, el tímido de azul, sevillano como yo, el que había sufrido y repelido con gallardía la agresión de un desquiciado de la noche madrileña. Los indios dicen que te haces responsable por siempre de aquellos a los que salvas. Yo no me siento responsable de David, pero nuestra historia empezó aquella noche en la que el fue agredido y sólo yo lo vi. Otra noche fue al revés, pocos meses después. Otra noche en Triana, Sevilla, volvía llorando y sintiéndome morir a mi casa y me lo encontré en la puerta, tendiéndome la mano. Compramos una botella de vino y subimos. Desde ese momento y por siempre será mi hermano.
Desde entonces ha habido muchas botellas de vino y mucho tender de mano.
Hemos cerrado bares en la calle Betis, hemos bailado en sitios canallas, hemos visto amanecer muchas veces, he conducido su coche de madrugada, hemos cantado a grito en los semáforos, hemos atravesado montañas y bosques en el Camino de Santigo, hemos dormido en el suelo de una cocina con olor a cebolla, conocemos a nuestros hijos y a nuestro padres...
El es uno de los grandes regalos de mi vida.
Es un amigo.Tiene su vida y sus cirscuntancias. No siempre podemos estar juntos pero ni siquiera hace falta. Siempre veneraré su grandeza y abriré mis brazos a la belleza de su alma. Me siento afortunada de poder escribir esto, de poder sentirme unida a un ser humano que me fascina. David, sé que estas cosas te aturrullan pero me da igual porque tu sabes que soy muy cabrona. Entiendelo, te lo prometí...

Escrito por La caminante a las 5:51 AM | Comentarios (5)

13 de Noviembre 2004

So sorry world

Estoy contemplando con perplejidad su desconcierto. Me estoy emocionando, y mucho.

http://www.sorryeverybody.com/gallery/1/

Nuestra frustración no es comparable a la suya. A ellos les toca ser parte de esos americanos que algunos nombramos culpables de todo los males del mundo. Muchos de estos apesadumbrados mensajeros se levantan cada día sin ninguna intención hegemónica, llevando como pueden sus historias personales en un ámbito que no les permite no sólo ser un homosexual o un activista sospechoso, sino alguien que enferme repentinamente o que pierda su trabajo de un día para otro, porque entonces su país le dará la espalda en forma de enormes facturas de un hospital o la carencia de una prestación social que le permita ser un prototriunfador americano en stand by. Ahora nos piden perdon por haber estado de acuerdo con mucho de nosotros y que no les haya cundido. Son un 49% que saben de la responsabilidad de su país y la asumen, pero una aritmética absurda se les ha puesto en contra. Existen a pesar de ese siniestro álgebra que les ningunea. Suman, posiblemente, un número mayor que el de los habitantes de algunos países europeos de conciencia oficialmente tranquila. Pero ellos se diluyen en un sistema implacable que les condena a no ser contados como víctimas en ningún formato de pensamiento que no tenga intención de complicarse. Ni siquiera ellos parecen otorgarse la categoría de víctimas, sino la de culpables según se ve..
Pero a mí no me da la gana de vestirme de conceptos politicamentes correctos y siento una terrible ternura ante estos internautas desidentes y derrotados de esta página donde los perdedores piden perdon por perder, (lo nunca visto).
Soy una sentimental, y a mucha honra..
En una ocasión me adentré en Harlem, un domingo por la mañana, con la intención de escuchar godspel el alguna iglesia, una navidad que pasamos en Nueva York, el padre de mi hija y yo. El taxi amarillo nos dejó en una avenida, delante de una iglesia donde una cola de turistas de ordenaban como para contemplar un espectáculo nocturno. Cuando entramos y vimos una mesa de sonido para amplificar el oficio decidimos marcharnos. En la acera de esa avenida fuimos conscientes Rafa y yo a cuantas pantallas estaban sometidos muchos estadounidenses. Nos atrevimos a caminar por las calles que se fueron volviendo más solitarias y marginales, con edificios llenos de grafitis y pisos quemados. Un negro alto y elegante con una hermoso abrigo largo al que preguntamos delante de un puesto de flores nos recomendó su parroquia que ademá era católica y estaba a solo dos manzanas, (dos manzanas newyorkinas). Cuando llegamos nos alegramos de que no hubiera turistas, a la vez que comprobamos que tampoco había blancos norteamericanos, ni siquiera hispanos.. Nos habíamos adentrado en el Harlem profundo. La misa fue hermosa y larga. Un coro de negros y negras vestidos de de terciopelo rojo cantaban villancicos a ritmo de blues. En la homilía, todos los asistenten jaleaban al sacerdote y cuando este les indicó que se dieran la paz, la mayoría de los presentes, ancianos negros de pelo blanco y mujeres con gorro con flores de colores, se desplazaron a nuestro banco a estechar nuestras manos. Yo lloré sin pudor con lagrimas de emoción y ellos me acariciaban el hombro y me miraban a los ojos susurrando palabras que no traducía pero que entendía sin dudas. A la salida el sacerdote iba saludando a los feligreses según iban saliendo.Nos agradeció nuestra asistencia porque a su iglesia hacía mucho que no se acercaba ningún blanco. Le explicamos nuestro origen y nos dijo algo así como que en ese caso lo entendía. (los españoles tendemos a creer que nos somos apreciados y a veces nos equivocamos). Nos fuimos a la esquina a esperar un taxi y una anciana que nos vió nos explicó que donde estábamos no se acercaba ningún taxi de Manhattan y nos paró un coche marrón, un taxi ilegal que ellos utilizan para acercarse a Central Park, de donde no pueden pasar porque no tienen licencia. Aquel taxi llevaba un conductor, por supuesto negro, con un gorro de lana de colores y musica rap a todo volumen.
El taxi estaba por dentro lleno de pintadas y rasgaduras en un skay color vainilla muy sucio. Dentro de ese transporte sin permiso me alejé de una de las mañanas más brillantes de mi vida. Cuando me hablan de los norteamericacos en general como genocidas, descerebrados, enajenados, etc.. me asalta en las manos un tacto arrugado y oscuro del recuerdo de aquella mañana.

Escrito por La caminante a las 11:36 PM | Comentarios (5)