Le conté la receta que estaba haciendo a Pepa cuando llamó para ponerme al tanto del sufrimiento de su enfermedad mental.Hay quien sucumbe el abismo de su consciencia pero no claudica ante el tacto del terciopelo o el crujir del holjaldre.. Sabios sin permiso...
Su voz se alumbró con mi receta y me despertó esta respuesta:" Pepa, con la cocina, algunos conseguimos acariciar a aquellos que queremos, por dentro". "Adios, mi amor"
Siempre nos despedimos así. Así acabo las conversaciones con ella, mi hija o mis hermanas. A mi madre nunca le digo "mi amor". Por eso cuando una vez me oyó susurrarle esas palabras a un teléfono pensó que ya volvía a tener pareja. Entonces le expliqué que cuando yo volviera amar a un hombre, había aprendido que él debía ser el último en saberlo