Soy una adicta. No hubo necesidad de que supiera lo que ahora sé sobre psicología para que llegara a esa conclusión hace un tiempo . Desde pronto lo supe, y desde siempre tuve esa sospecha vergonzante que me ha puesto encogida la nariz., injustamente para mi y para todos los humanos adictos,
Deshechos..inútiles,,,Esos adjetivos que están tan a mano cuando se ignora quién es un adicto, por qué lo es, y para qué lo es. Cuando se ignora los mecanismos biológicos que conciernen a una gran parte de la población, que heredan ese recurso adaptativo que es la búsqueda del placer con una cierta prioridad. Esa búsqueda del placer que compitió con nuestro miedo a perecer, la misma que nos hizo selectivos en nuestras parejas sexuales y nuestros alimentos, la que mejoró nuestra información genética y nuestra variedad nutricional.
No somos seres que nos conformemos con el arbusto más cercano si el de más allá tiene sabores más sublimes lo que indica mayores promesas nutritivas
Si nos hubiera guiado sólo el miedo, tendríamos una civilización sin artista ni heróes.
Pero el placer, para algunos, tuvo la suficiente fuerza como para qué las cosas tomaran una dirección difícil de explicar y de prever pero de una eficacia contundente.
Y de esa excelencia se han beneficiado los libres de adiciones que en un estado se seguridad y bienestar construido por los temerarios, se toman la libertad de juzgarnos desde la flaccidez de su iniciativas y la comodidad de lo correcto.
Lo que a la derecha le sirvió el sexo, a la izquierda se lo proporciona la salud: un argumento falaz para decirle a otro ser humano que se es mejor que él.
En esta economía del tiempo que es la vida algunos invierten mucho, cuando los beneficios son siempre para los que menos arriesgan y peor juzgan.
Un respeto para los adictos.. que ya pagan su precio por tanto placer suyo y tuyo..
De todas las emociones, la sorpresa es la más ambigua, quizás porque sea la más ancha. En ella cabe desde la decepción hasta la revelación , ir de todo a la nada, de la nada al todo. Hay un punto en ese recorrido que se llama el descubrimiento. Un punto que junto al amor y la ambición, ideal o material, consiquen que ignoremos por algunos momentos que vamos a morir. Y son en esos momentos cuando en vez de preservarnos, construimos el futuro para que vivan otros. El amor y la ambición nos han movido, si, pero siempre nos han cobrado. Sin embargo, la curiosidad nos lo ha dado todo gratis.
Llegué al tajo de Estella. Ví por primera vez aquel pueblo que derrama hacia el cauce de un río sus casas de piedra y sus calles sosegadas, y pensé en ella
La conocí por una foto. Era delgada y de hombros anchos, con unos rasgos faciales equilibrados, rostro sin edad, mirada brillante y torso simétrico y anguloso. Era navarra, de Pamplona, aunque su familia procedía de Estella.
También la conocí una noche de verano sevillana. Su mejor amiga, con el pelo blanco, sentada delante de un jazmín y rodeada de estrellas, me la dibujó con su nostalgia.
Ésta, mi abuela paterna, la única de las dos con la que coincidí en la vida, le dió con su relatos añorantes, movimiento a esa mujer estática que me acompañaba cada día en el salón de mi casa, donde mi madre tenía, sobre el presidente mueble-bar, aquella fotografía de la suya.
Mi existencia ha estado sembrada con destellos de su huella. Probablemente, ella nunca hubiera imaginado en su vida, procelosa en circunstancias y sencilla en procedimientos, que alguien con quien nunca se vería, le fuera a tener tan presente. Quizá porque tenemos el mismo nombre o porque todos los que insistieron en hablarme de ella también me insinuaron mi parecido, o porque fui yo la que me reconocí, ella cobró ese sentido
Supe que fue una niña bien de Pamplona, hija de militares de la República que se casó con un aparejador de Toledo de quien llevo mi segundo apellido y el recuerdo de las chocolatinas que me compró muchos domingos cuando era niña. Él jamás me habló de ella, pero la manera en la que pronunciaba mi nombre puso siempre muy nerviosa a su segunda esposa, la prima de mi abuela, con la que mi abuelo tomó matrimonio muy poco después de enviudar.
Mi madre me parió y me llamó como ella y a partir de eso, yo invadí el futuro que no conoció, donde ella no estaba, con mi presencia.
En una ocasión, sacó mi madre de un altillo de casa un fajo de cartas que se intercambiaron mis abuelos maternos cuando él estuvo en la cárcel por republicano. No eran cartas apasionadas ni demostraban algún tipo de desgarro. Por el contrario, me sorprendió un estilo relajado, indiferente y estratégico de sus intercambios de información, Sin embargo mi madre alguna vez me informó que su nacimiento fue fruto de una violación de mi abuelo a mi abuela detrás de una puerta, cuando éste, a punta de pistola se impuso para visitar su primer hijo con ella, mi único tío materno.
Continuará