Llegué al tajo de Estella. Ví por primera vez aquel pueblo que derrama hacia el cauce de un río sus casas de piedra y sus calles sosegadas, y pensé en ella
La conocí por una foto. Era delgada y de hombros anchos, con unos rasgos faciales equilibrados, rostro sin edad, mirada brillante y torso simétrico y anguloso. Era navarra, de Pamplona, aunque su familia procedía de Estella.
También la conocí una noche de verano sevillana. Su mejor amiga, con el pelo blanco, sentada delante de un jazmín y rodeada de estrellas, me la dibujó con su nostalgia.
Ésta, mi abuela paterna, la única de las dos con la que coincidí en la vida, le dió con su relatos añorantes, movimiento a esa mujer estática que me acompañaba cada día en el salón de mi casa, donde mi madre tenía, sobre el presidente mueble-bar, aquella fotografía de la suya.
Mi existencia ha estado sembrada con destellos de su huella. Probablemente, ella nunca hubiera imaginado en su vida, procelosa en circunstancias y sencilla en procedimientos, que alguien con quien nunca se vería, le fuera a tener tan presente. Quizá porque tenemos el mismo nombre o porque todos los que insistieron en hablarme de ella también me insinuaron mi parecido, o porque fui yo la que me reconocí, ella cobró ese sentido
Supe que fue una niña bien de Pamplona, hija de militares de la República que se casó con un aparejador de Toledo de quien llevo mi segundo apellido y el recuerdo de las chocolatinas que me compró muchos domingos cuando era niña. Él jamás me habló de ella, pero la manera en la que pronunciaba mi nombre puso siempre muy nerviosa a su segunda esposa, la prima de mi abuela, con la que mi abuelo tomó matrimonio muy poco después de enviudar.
Mi madre me parió y me llamó como ella y a partir de eso, yo invadí el futuro que no conoció, donde ella no estaba, con mi presencia.
En una ocasión, sacó mi madre de un altillo de casa un fajo de cartas que se intercambiaron mis abuelos maternos cuando él estuvo en la cárcel por republicano. No eran cartas apasionadas ni demostraban algún tipo de desgarro. Por el contrario, me sorprendió un estilo relajado, indiferente y estratégico de sus intercambios de información, Sin embargo mi madre alguna vez me informó que su nacimiento fue fruto de una violación de mi abuelo a mi abuela detrás de una puerta, cuando éste, a punta de pistola se impuso para visitar su primer hijo con ella, mi único tío materno.
Continuará
Escrito por La caminante a las 2 de Marzo 2008 a las 03:25 AM | TrackBack