Tu belleza, María, evidencia la coherencia de la vida y el sentido del paso del tiempo. Tu belleza indica que no giro sobre el mismo eje sino que sigo un trazado vertiginoso del que me distraigo para intentar que algunas cosas salgan bien. Por tu rostro y tu cuerpo el paso del tiempo es jubiloso.
Todo es claro y ordenado cuando en tu rasgos la vida discurre con sus prodigios incuestionables.
Hace seis años o algo más, mi niña, empezamos a caminar por los días juntas. Entonces eras un bebé aún con rabietas. Ahora tu rabia se argumenta con la voz que esboza una mujer. Los minutos en los que me distraje con otras cosas han dibujado esta evidencia con la que me encuentro de pronto este día, un día cualquiera a punto de caer la noche. A mis costado crece una mujer.