Cris, blogera que cree que no la leo, me invita a participar esta cadena donde tengo que contar mis cinco hábitos más extraños.
He dudado en hacerlo, no soy yo muy dada a esto (a las cadenas, quiero decir, no a los hábitos extraños). Lo hago por Cris.
Hábito extraño, nº 1. Conservo durante hora las servilletas de papel de los bares en mi puño izquierdo cerrado.
Hábito extraño, nª 2. Me paro en todo los escaparates de pastelería que me encuentro por la calle, por mucha prisa que lleve. Me hipnotizan como el movimiento de una llamita, aunque en realidad, casi nunca como dulces.
Hábito extraño, nº 3. Tiro a la basura la ropa con la que lo haya pasado muy mal.
Hábito extraño, nº4. Cambio los nombres de la agenda por otros metafóricos y personalizo la señal según el interés que debo tener en coger la llamada. Dan Brown podría descodificar mi vida a base de nombre y melodías.
Hábito extraño, nº 5. Rompo todas la cadenas, desde la primera peseta que me llego al buzón pegada con celofan a una cuartilla de cuadritos.
Parece ser que tengo que encargar a cinco personas más que cuentes sus hábitos extraños. Esta es mi propuesta.
Michael Jackson.
Kate Moss.
Bill Clinton.
Hannibal Lecter.
El Papa Benedicto.
Ofrezco un poco de poesía barata. Tengo algunas palabras de ofertas,
Muchas frases de segunda mano y varios párrafos de tercera.
Alguien me dio su palabra, pero no volvió por ella; también la vendo.
Quiero amortizar estos sustantivos de imitación con los que me tropiezo constantemente, y aquellos verbos del mercado negro.
Tengo en la trastienda varios juegos de palabras de 90 y de 150, algunas frases copulativas y también restos del subjuntivo.
Se agotó el complemento circunstancial, pero aún quedan de los mejores adverbios en oportunidades.
Y poco más: adjetivos de temporada, sufijos de contrabando, y puntos suspensivos al peso
todo a buen precio.
Ya nada de eso me hace falta. A partir de ahora, tengo la boca prestada.