Adoro la gastronomía.
Siempre que voy a escribir sobre gastronomía hago esta declaración, más que de principios o intenciones, de estado. Es como si a mí misma me sorprendiera esta pasión. Quizás porque piense que detrás de tal condición se residen varios estereotipos que no tienen que ver conmigo. No soy comilona, aunque festejo el hecho de comer como si pudiera competir con Obelix u Otilio. No soy sibarita, en el sentido estricto de la palabra, (soy feliz con un café negro bien cargado y un pan tostado con aceite o con un mosto o y unas aceitunas aliñás..). Quizás es que crea que la cocina es la alquimia de los brujos postumos, los que nacimos después u antes de nuestro tiempo..
Hoy cenábamos en mi casa, de forma improvisada,( en mi casa, casi siempre se cena de forma improvisada: o es improvisada la cita, o es improvisada la cena...)
Una caldereta de carrillada de cerdo ibérico que hice esta mañana por el simple hecho de haber visto la carrillada en una carnicería de barrio, mientras paseaba a un perro prestado junto a un niño prestado, en una mañana prestada, ya que que era lunes y no trabajaba. A veces cocino sin necesidad ni expectativas...
Un carpaccio de vacuno envasado que merecía las recomendaciones que me llevaron a comprarlo. Soy una mujer fácil de compra.
Un plato de queso idiazabal con conserva de atún claro en aceite de oliva.
La carrillada tenía el mandato de su condición de caldereta, el recuerdo del vino blanco y la presencia de la zanahoria y el pimentón dulce de Avila..
Al carpaccio le añadí la canción aprendida del limón, el aceite, (de Toledo, tierra de buen aceite y de mi abuelo) y la pimienta recién molida.
Y al idiazabal con atún les presté mi extavagancia.
Y cuando me preguntaron con festejo de dónde la receta de carrillada, cómo el aderezo del carpaccio y porqué idiazabal con atún y contesté sólo a la última.
-No debería ser idiazabal ni atún, tendría que ser queso manchego muy viejo con conserva de melba, pero no tenía ni lo uno ni lo otro.-
A eso continuó la correlativa pregunta que de dónde sacaba esas ideas tan efectivas sobre los sabores.
"De mi cabeza".
Pienso, pero no lo digo. Lo traduzco:
"La cocina es como la música. Los cocineros, como los músicos saben como suenan sus platos en sus cabezas antes de ejecutarlos. Pero la mesa es como la cama, la variedad y la sorpresa nos hacen disfrutar más de lo de siempre".