10 de Julio 2007

LA MONTAÑA VIENE

Alguna vez he hablado de cómo Nines aparecía en algún recodo del Camino, cuando su presencia, a David y a mi, más no alentaba. Nines, la peregrina que caminaba sola, sin horarios, parándose sólo donde y cuando sus pies o su estomago sentían apetencia, dándole sentido al Camino con su independencia, como se lo dan la eternidad de las piedras, el frescor que te busca desde la puerta de una iglesia o el acontecimiento de las viñas que se bañan al sol.
Esta fin de semana esos pies peregrinos han elegido mi casa. Y con ella me reencontré con esos otros peregrinos que cuando no caminan, planean una y otra vez la manera de volver. Hemos vuelto a reunirnos en torno a una mesa, Maldonado con su pertinaz entusiasmo, Curro el médico, que conoce a los pájaros, de dónde vienen o a dónde irán y cuándo lo harán, Luisa, Manolo, Lourdes, David, cargando aún algunas piedras que intentó abandonar en la cruz de Ferro. Entorno al vino y los recuerdos me pidieron que renovara la costumbre de volver cada jueves a buscarlos a la calle San Jacinto, cerca de la Vía de la Plata. Y me trajeron tambien a la mente la promesa que le hice a Ana hace un mes de acompañarla el año que viene en su primer Camino. Y es así como hace unas noches, mientras David le contabilizaba a Nines en la calle Betis, los bares que alguna vez habíamos cerrado, comprendí que el Camino había venido a buscarme, a mi casa, se sentaba a mi mesa y me acompañaba incluso a tomar esa copa en El Descansillo, el bar preferido de David y mío, donde solíamos arreglar el mundo mientras escuchábamos esa música que no podía sonar alta. Y allí sentada en nuestra mesa preferida cubierta por el húmedo rastro de otros vasos y de la alegre conversación del reencuentro, le respondí mentalmente: “te he entendido”.

Escrito por La caminante a las 10 de Julio 2007 a las 11:44 PM | TrackBack
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