Adolfo Suárez, que fue presidente hace bastantes años del gobierno de España sigue viviendo, pero de una forma rara, tan rara que la mayoría, (concepto que le asistió y le abandonó en su momento) conviene que tiene alguna enfermedad.
A Adolfo Suárez se le atribuye una enfermedad degenerativa, aunque algún médico cercano a él ha apuntado la posibilidad de una serie de ictus cerebrales que sucedieron en la etapa de la larga y mortal enfermedad de su esposa. Entonces, según eso, no sería ninguna programación aberrante de su organismo sino unas simples heridas, porque lo que un ictus deja en el cerebro es eso: heridas. Adolfo Suárez tendría, de ser esta interpretación cierta, un cerebro dañado.
Algunos presidentes españoles de las últimas décadas han hecho grandes esfuerzos o imprudencias por formar parte de los libros de textos de los españoles futuros. El papel tosco de los periódicos o la futilidad digital no satisfacen a algunos egos. Nada como la superficie satinada de un libro de texto o de una mente crédula para perpetuarse.
Nuestros hijos, nuestros nietos, leerán alguna mañana cansina y común del futuro que alguien se hizo cargo de un momento de sus pasado y le salió bien. Y no sabremos si lo podrán agradecer, si interpretarán cómo ese momento de entonces ha instalado su presente. Ni siquiera nosotros, que fuimos testigos, lo vemos nítido aunque sepamos con más o menos certeza que aquello podría haber sido mejor o peor, pero que tal como ocurrió, fue importante. Ni siquiera a él, que tuvo que ponerse en el centro de esta historia, le sirve ahora. No vive como un ex presidente, porque sólo pasea, lee, contempla la televisión y no opina. Ergo, tiene que estar enfermo, dicen
Cuando los científicos, (unos de los primeros Darwin), se preguntaron para qué servían las emociones, interpretaron que para sobrevivir. El miedo nos impulsa a huir, la ira a enfrentarnos, el asco a seleccionar, la sorpresa a atender
La mayoría de nuestras emociones nos cuidan. ¿Pero y la tristeza? ¿Para qué sirve la tristeza? ¿De qué sirve una emoción que provoca que estemos inactivos, inapetentes, faltos de concentración, confusos, inútiles,
? ¿En qué nos habilita la tristeza?.
La tristeza es una emoción compleja para mentes complejas. Una referencia terrible para el que no está triste, incomprensible para el que no la desea, pero una opción para demasiados, cosa que siempre nos deja perplejos. Los estudiosos de la mente y de la vida señalan que si existe, es por algo. Apuntan a una misión reintegradora del ser, a una proceso regenerativo de la persona. Pero eso sería cuando la tristeza está sólo de paso.
Cuando vemos alrededor la tristeza como un modus vivendi, como una opción, como un ejercicio, aludimos al dios de la ciencia o al mismo Dios, porque nos parece incongruente esa forma de estar vivos. Pero sin embargo existe..
Vivir no es cualquier cosa. Cierto es que habita en nosotros un impulso que no sólo nos lleva a mantenernos con vida, sino a procurar la mejor de las vidas. Lo primero es mucho más fácil que lo segundo aunque nos parezca más importante
Vivir lo mejor posible es un esfuerzo que no siempre tiene por que tener sentido. Las condiciones llamadas infrahumanas no requieren una vida mejor sino una vida llevadera. Una vida mejor en una abstracción implacable tanto como imprecisa. Un concepto tan exigente del que no nos tendríamos que extrañar que se pudiera renegar. La mejor de las vidas no existe, sólo exista la vida. Empeñarnos en modelar algo tan indómito es condenarnos al cansancio. Pero lo llamativo no es que nos cansemos o no, sino que no queramos que se canse nadie, que no admitamos la soberanía del cansancio.
No vivimos en una cultura donde estar triste esté bien visto, ni vivimos de forma que nos evite estarlo
No señalo la tristeza como algo deseable sino como algo natural.
Solo pido que respetemos a los que están tristes, aunque nosotros tengamos el privilegio de no estarlo. Que convivamos con esa libertad extraña de vivir al ralentí sin la exigencia del gozo, del triunfo, de la prosperidad. Que dejemos de llamar enfermos a los que no viven a cuenta del porvenir. Pueden que sean otra especie, pero están tan vivos como nosotros, (incluso a su pesar), y tan presentes como nuestras ansias, las mismas que nos arriman a ese territorio común de la tristeza cuando nos descuidamos o las cosas no nos salen como pretendemos. Quizás tengamos que aprender algo de ellos, aunque por estar tristes, no nos parezcan útiles. La diferencia entre ellos y nosotros es que mientras les reclamamos que deseen lo mismo a lo que aspiramos, ellos no se ocuparían jamás en exigirnos nada.
Me he permitido incluir un enlace a su blogg, en mi site Adolfo Suarez:
http://adolfosuarezes.blogspot.com/.
pues he creido que era interesante, por favor si no le gusta indiquemelo y lo borrare.
Saludos
Escrito por SALARIC a las 14 de Septiembre 2007 a las 03:51 PM