21 de Octubre 2006

Daniel

Cuando un peregrino llega al Pórtico de la Gloria en la capital de Santiago busca la sonrisa de Daniel entre el conjunto de profetas que te reciben sobre columnas.
El profeta Daniel aparece joven y con una sonrisa encendida, entre ellos. Siempre ha sido célebre el joven profeta eufórico para peregrinos y heterodoxos en esta ruta ancestral.
A los pies de Daniel, cuando llegué cojeando y acalorada una mañana de junio a la Catedral de Santiago, recordé al otro Daniel, el Daniel de mi vida.
Una vez, mientras miraba a Daniel, pensé que pertenecía a una especie de raza aparte que la biología conservaba constante como una extravagancia., un grupo que no necesitaba la reproducción sexual para permanecer, que con un simple fallo ocasional le bastaba. Un fallo ocasional… ¿Y porqué un sistema tan excepcional en sus fallos como la biología designaría a alguno de ellos como más constante?
“La trisomía del par 21 ”, un accidente sin sentido donde un cromosoma con sus bracitos repletos de información está donde no debe y genera un ángel desfigurado, que tiene esa tendencia a reposar el cráneo accidental sobre tus hombros y hacerte sentir y pensar.
Daniel, que fue mi cuñado, no me saludó la primera vez que me vio. Sin embargo, aquella vez, antes de despedirnos, le oí decir “micedes e buena pedsona”. Después no he recibido halagos que fueran comparables a esos balbuceos dificultosos que mi cerebro de calidad cromosomática acogió con júbilo irracional.
Daniel era muy aficionado a las fiestas populares. Le encantaban las cabalgatas, las verbenas y las veladas de hotel de verano con orquesta barata, cualquier cosa que pareciera estridente y luminosa. Era implacable. Bailé pasodobles y coreografías de ocasión con Daniel en las algunas plazas de consistorios. Le ayudaba a huir corriendo de la arena caliente en la playa y veíamos partidos de fútbol de segunda en el canal autonómico.
Nos entendíamos bien. Él tenía uno veintitantos años y yo unos treintaypocos. Éramos cuñados y a los dos nos gustaban las luces de navidad y las papelerías.
Cuando estaba embarazada y él se venía a mi casa, me acompañaba en plena tarde de implacable verano a buscar helados. Cuando pasaba por una esquina con sombra se negaba a andar y lo arrastraba del brazo mientras él musitaba “ojú, caló”. Yo me enfadaba porque antes se había empeñado en acompañarme y entonces me seguía resoplando por la avenida. Al día siguiente volvíamos a repetir esas pautas pueriles si hacían falta. También le acompañé a comprar tarjetas postales. Daniel mandaba tarjetas postales a sus monitores del centro donde aprendía a encuadernar con sólo pasar un puente en la provincia de al lado. Los dos escogíamos juntos tarjetas de monumentos con iluminación nocturna que eran las que le gustaban. Nos entretuvimos juntos en ocasiones en dar vueltas al expositor del estanco, Tardábamos mucho, es cierto, pero las postales que elegíamos eran verdaderamente preciosas,
Pasé durante un tiempo, muchas horas al lado de Daniel, hasta que un día, me separé de su hermano, Desde entonces ya no es mi cuñado y apenas le he vuelto a ver a pesar de ser el único tío paterno de mi hija. No depende de nosotros. No podemos hacer nada.
Sólo una vez, al cabo de dos años le vi en mi puerta. Yo busqué en su mirada esa sorpresa, esa vehemencia que sentí cuando volví a verle. Pero él me sonrió como si fuera ayer cuando compramos una postal, un helado, o un cuaderno. Mis cromosomas me torturan más que los suyos. Le encontré envejecido y más delgado. Le ói decir “hola, micedes”. Y ya nunca más. Nunca he escrito nada en las libretas encuadernadas que él me regaló. Aquí están por mi casa. Siempre que me las encuentro me parecen magníficas.

Escrito por La caminante a las 21 de Octubre 2006 a las 03:34 AM | TrackBack
Comentarios

Aunque suene muy típico, la separación de una persona sólo debería implicar la separación de esa persona, pero casi nunca se cumple (por muchas razones diferentes), desgraciadamente.

Carlos

(siento si me meto donde no me llaman)

Escrito por Carlos a las 22 de Octubre 2006 a las 01:26 PM

Quien sabe si este Daniel no es el que recibe con la sonrisa como aquel en el otro pórtico de la misma gloria...:) Los cromosomas...

Escrito por mOe:) a las 23 de Octubre 2006 a las 02:58 PM

hola

Escrito por DANIEL a las 23 de Octubre 2006 a las 03:25 PM

Todos tenemos un Daniel en nuestras vidas...

Gracias por hacermelo recordar.

Escrito por Pigmalión a las 24 de Octubre 2006 a las 02:25 PM

:*

Escrito por RaveN a las 25 de Octubre 2006 a las 10:15 AM
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