La primera persona a la que le he cambiado los pañales en mi vida fue a mi hermana pequeña. Yo tenía 12 años y mi madre había ido a comprar el pan. Sentí al bebé llorar en su cunita. Le había sobrevenido una colitis que además de retorcerle sus diminutas tripas la había dejado envuelta desde la barriga a las rodillas en un líquido tibio y marrón que desbordaba la celusosa de su pañal. Me fastidiaba verla estirando unos puñitos enrojecidos y rígidos por el dolor, y apretando esa facciones raras de bebé de tres meses, porque no podía hacer nada por ellos y me hacían sentir una sensación de urgencia que no me apetecía. El dolor tuvo que ceder repentinamente, porque los rasgos se destensaron y apareció una barbillita trémula y desconsolada, un labio fruncido por el estupor de descubrir el dolor, años antes de saber como se llama... Y ese pucherito captó mi antención más que el olor de la diarrea de aquel lactante, porque sólo yo lo había visto. Así que quise hacer algo por aquella barbilla, y busqué una toalla vieja donde depositar aquel cuerpecito, portador de la barbillita y de tanta caca...
Cuando mi madre llegó, encontró el bebé sobre el colchón sin sábanas de la cuna, con un pañal bastante torcido, pero silenciosa y con la mandíbula relajada.
Otra vez ,cuando era el bebé la que tenía doce años, la trajeron sus amigos a la puerta del chalet llorando , con un brazo pegado al cuerpo y aterida de dolor. La había atropellado un amigo con la bici. No había nadie en casa; sólo yo que aquel mismo día había aprobado el carnet de conducir. La llevé en mi coche, de tercera mano, (del que no digo el modelo por pudor), al hospital. En cada bache, el brazo de la niña la hacía gritar de dolor y yo la tranquilizaba estrenando con las manos húmedas el volante. Cuando mi madre llegó al hospital, la niña ya estaba escayolada.
Doce años después de aquello , hemos paseado ambas a una niña de seis en una silla de ruedas con un tobillo roto: mi hija, mientras nos contábamos cuán prufundos eran nuestro baches.
Seis años después, mi hija tiene doce años y hace dos días me acompañaba cuando yo le susurraba a una mujer bellísima que venía de frente: "Baja los hombros, sube la cabeza."
Ella se acababa de bajar un coche y caminaba, vestida de blanco y sonriendo.
Y en la puerta de la iglesia donde se iba a casar estaba su hermana mayor que le decía a la de la barbillita y la caca, a la de los atropellos y los baches, "Baja los hombros, sube la cabeza."
¿Que edad tengo? Arriba esta dicha.
Escrito por La caminante a las 23 de Abril 2006 a las 06:38 PM | TrackBackMuy original tu post. Veo que tienes una edad estupenda y que debes estar especialmente orgullosa de ese camino que has andado junto a tu hermana pequeña, ahora al verla vestida de blanco.Un besote.
Escrito por elbucaro a las 23 de Abril 2006 a las 09:26 PMA veces, unen más las heridas restañadas con amor que las alegrías a base de artificios.
Bonitos recuerdos...
Escrito por david a las 24 de Abril 2006 a las 10:49 AMSolo volver a saludar tu escritura. No te he leído mucho en el último mes.
¡Ah! Felicidades.
Tienes todos los años de tu edad perfecta, vivido cada uno en su momento y pendiente de todos los que han de venir :) Según algunos, tu edad es la respuesta a la pregunta sobre la Vida, El Universo y Todolodemás...(¿No lo crees?? pon en Google el número de tu edad y lo verás...:))
Escrito por mOe:) a las 3 de Mayo 2006 a las 08:13 PM