15 de Septiembre 2005

El fantasma de Agés. (El Camino VI y último)

Cuando llegamos a San Juan de Ortega caímos en la cuenta de que llevábamos muchos kilómetros sin encontrar un cajero. Reuníamos entre los dos 20 euros. Pusimos nuestras esperanzas en Agés, a unos tres kilómetros. Esperábamos que al menos pudiéramos pagar la comida con tarjeta y emplear los 20 euros para dormir.
Pero en Agés tampoco había cajero, ni el único restaurante admitía tarjeta. Sólo había dos albergues que cobraban 6 euros por dormir. El menú del único restaurante era de 8 euros. Esto suponía 8 euros más de lo que teníamos, sin presupuestar cena ni desayuno. La señora del restaurante nos dejo muy claro que en Atapuerca tampoco existía cajero alguno, que el más próximo estaría en Villafría, en las afueras de Burgos, a casi 30 kilómetros y final de nuestro viaje.
Tampoco nos podíamos saltar la última etapa porque era festivo y no salían autobuses.
“Ni pa trá, ni pa lante” se llama eso en mi tierra..
A las tres menos veinte de la tarde del 15 de agosto de 2005 supe, comprobé en mis propias carnes qué era la indigencia.
Buscamos algunos en el Camino enseñanzas sutiles, elevaciones sublimes, descubrimientos trascendentales.
Pero el Camino te enseña a ser realista, a dimensionarte como un simple ser humano dependiente y vulnerable.
De todo el derroche de fantasía y promesas de magia de Cohelo en el “Diario de un mago” recordé una verdad básica: es el Camino de la gente común.
No teníamos capacidad para recorrer 30 kilómetro más después de haber ascendido casi 20 por los Montes de Oca. No teníamos fuerzas para seguir, no teníamos recursos para parar. Aquel día, no teníamos nada.

“No andéis preocupados por vuestra vida, que comeréis, ni por vuestro cuerpo,
con que os vestiréis: ¿No vale mas la vida que el alimento, y el cuerpo mas
que el vestido?
Mirad las aves del cielo: Ni siembran ni cosechan, ni recogen en graneros; y
vuestro Padre Celestial las alimenta ¿No valéis vosotros mas que ellas?
No andéis pues preocupados, diciendo: ¿Que vamos a comer?. ¿Que vamos a
beber?. ¿Con que nos vestiremos?. Que por todas esas cosas se afanan los
gentiles. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todas estas cosas
se os darán por añadidura.
Pedid y recibiréis; buscad y encontrareis, llamad y se os abrirá.”

Recordé estas palabras y me indigné.
“¿Cómo pretenden que las gente crean semejantes fábulas?”
La palabra poética, milenaria y sagrada, era hermosa pero no me iba a dar de comer ni de dormir.

Pero el Camino enseña más sobre en “más acᔠque el sobre “más allá”.
Enseña, por ejemplo, que lo práctico es pensar en lo inmediato, en los cinco minutos después y en los cinco metros circundantes.
Así que quemamos nuestras naves. Gastamos 16 de los 20 euros en comer unas costillas al horno y un excelente vino riojano. Con el dinero suelto compramos un paquete de Marlboro.
Son casi las cuatro de la tarde y nos encontramos en medio del Mundo con cuatro euros y cuatro piernas por todo patrimonio.
Pensé “Somos peregrinos, somos mendicantes también. Este municipio debe hacerse cargo de los peregrinos que pasan por él, porque forman parte de su identidad. Iremos, como los peregrinos de hace siglos, al ayuntamiento o a la parroquia para pedir cobijo y a los albergues que cobran que le den por…”
Y justo cuando mi reflexión estaba dejando de ser elegante me acordé que tanto Angel en Ventosa como José Luis en Tosantos habían hablado de la existencia de tres albergues en Agés. Le pregunté al chico que me traía la cuenta a la mesa.
-¿Hay más albergues aquí?
-Una mujer tiene una casa de acogida al peregrino, pero ya debe estar llena-
Ya cambiaba ese mundo de cuatro euros y cuatro piernas. Tenía también una casa de acogida, aunque pudiera estar repleta, y dos estómagos satisfechos. El espacio y el tiempo pueden ser infinitos, pero su aspecto cambia a un milímetro de nuestra piel.
La dueña del restaurante nos explicó, que Anja, la responsable de la casa de acogida no estaba, pero que había dejado allí las llaves por si algún peregrino lo necesitaba. La casa no estaba repleta, estaba vacía.
Uno de sus hijos nos acompañó hacia la puerta y nos dió las llaves. Era una antigua casa de labor reformada. Nos indicó donde estaban el baño y la cocina en la planta baja. Nos acompañó a la segunda, donde estaban los colchones para dormir. Nos dijo que el alojamiento y comida allí eran gratuítos, y que Anja posiblemente llegaría más tarde. Y se fue.
Dejamos nuestras cosas sobre algunos colchones de la segunda planta y nos bajamos a la primera, a la cocina a esperar.
Aquella casa era inmensa. Había zonas sin reformar. Nos quedamos en la cocina. Había dos hornillas, una de gas y otra, un anafe, de carbón. En una pared, el mapa del mundo puesto al revés. El sur era el norte y el norte el sur. Creí entender la metáfora. En otra, los peregrinos anteriores habían escrito con lápiz sus nombres y la fecha de su paso.
En una cesta de mimbre, había pimientos, ajos y cebollas. Sobre la hornilla de gas estaba una cafetera y en la alacena había café molido, aceite y especias. Hice café.
Mientras lo tomábamos, yo hojeé “Vagabundo en Africa” de Javier Reverte, que estaba sobre una mesa con un hule que tenía el mapa de España y,señaladas, las rutas de los Caminos de Santiago. Anja debería llegar de un momento para otro. Mientras leía y tomaba aquel café delicioso, oí algún ruido en la planta superior.
-Mira que si hay ratas..-
Dije. (Dormiríamos al ras del suelo).
Luis me dijo que no oía nada.
Me duché, me fui a la segunda planta y como estaba aburrida, extendí mi saco en uno de los colchones del suelo y me dormí. Eran las siete de la tarde. A las nueves me despertó Luis.
Anja no iba a venir. Había venido una amiga a visitarla que había encontrado un mensaje en el recibidor diciéndole que ella estaría ausente en algunos días. Si a la hora que era no había venido ningún peregrino, ya no lo harían. Después de quince días durmiendo en iglesias, hoteles, colegiatas y naves repletas de gente, hoy teníamos una casa de dos plantas para nosotros dos solos.
-Tres plantas- Me dijo Luis. –Hay una tercera planta-
-¿Y qué hay allí?_
-Más colchones. He hecho muchas fotos de toda la casa- Me contestó.
Decidimos que con los cuatro euros que teníamos, podríamos comprar al restaurante pan y tomates. Con la cebolla y el pimiento de la casa, cenaríamos un picadillo y con el pan, el aceite y el café, tendríamos para desayunar. Mientras Luis se ausentó para hacer esa compra, descubrí un barril de vino joven con un pequeño grifo.
Noté lo relativo que es el concepto “abundancia” y también pensé que por lo general, cualquier español se puede sentir satisfecho si dispone de pan, aceite, tomate, vino y café. Y volví a sentir algún ruido arriba.
Después de la cena en la cocina, nos fuimos a dormir. Cuando subíamos, ví el tramo de escaleras que llevaba a aquella tercera planta.
_Yo quiero ver lo que hay arriba- y me dirigí hacia aquel hueco. Luis me agarró de la cintura y me dijo:
-Es muy tarde. Mañana lo ves-
Y dormí de un tirón, hecha un ovillo en un rincón de una antigua casa de labor reformada.
Al amanecer, desayunamos pan tostado frotado con ajo, cubierto de aceite de oliva, con rodajas de tomate verdes rociadas con sal y café negro con azúcar. Una de las pocas veces que desayunaba bien en el Camino de Santiago, porque en España se suele desayunar muy mal, excepto en Andalucía, donde cualquier humilde bar tiene una carta de desayunos aunque esté escrito con tiza en una pizarra.
Devolvimos las llaves de la casa al único bar del pueblo y salimos rumbo a Burgos, al amanecer, el día después de la única vez que en el Camino había dispuesto de una casa entera, de una cena y un desayuno exquisito y de una baño con agua caliente sin tener que esperar en la puerta. El día que menos creía tener, fue cuando más tuve. De los cuatro euros, aún nos sobraban dos, y lo gastamos en café, pasando Atapuerca, antes de llegar a Burgos.

“Pedid y recibiréis; buscad y encontrareis, llamad y se os abrirá.”

Me seguía pareciendo una fábula, pero con otro sentido.
Aquella filosofía nos venía dictada desde hacía unos dos mil años, pero apenas había sido oída. Vivimos la cultura de la acumulación, cuando se nos había estado indicando lo contrario.
Hemos construido una civilización en torno a un libro que apenas nadie se ha leído en serio.

En el camino hacia Burgos, Luis me contó que durante todo el tiempo que dormí por la tarde y a lo largo de la noche escuchó ruidos en la planta superior y por eso no me dejó subir por la noche. Él sí subió y no encontró rata alguna. Hizo fotos. Cuando llegamos a Sevilla, la tarjeta con todas las fotos que se hicieron en el Camino se había borrado.


Escrito por La caminante a las 15 de Septiembre 2005 a las 02:44 AM | TrackBack
Comentarios

Relatas muy bien, y sobre todo este fantástico viaje.
Yo ya lo hice 2 veces y espero continuar cuando disponga de más tiempo para recorrerlo desde más distancia.
Recuerdo aquellas noches en las que me tocaba suelo, al ppio un horror y luego, si no tienes más remedio, bueno, tampoco es para tanto. Pasábamos un poco de hambre porque el dinero lo llevábamos suelto y sin tarjetas, en un grupo de 20 personas sin coche de apoyo y con el Padre Leonardo. Él decía que tenía que vivir, andar y predicar como humildes, sin lujos ni detalles, como los de antes lo hicieron. A mi eso me parecía bien, son sus ideas, pero a mi no me gustaba ni sentía fuerzas cuando por las mañanas desayunábamos un vaso de batido (porque no daba para más) y dos o tres galletas. Y así un par de dias más hasta que todos (por decepción y desnutrición) le sugerimos que cada cual se ocupara al menos del resto de las comidas.
Y así fue como la mayoría (entre todos o por grupos) teníamos nuestra comida un poco MÄS rica. Nos metíamos en la cama (bueno, más bien suelo aunque el dia que se conseguía, parecía como si los huesos y músculos volvieran a su sitio) con el estómago sin hacer ruiditos.
Y en fin, es una experiencia muy buena. Volví a repetir 4 años más tarde con mi pareja y sentí otra vez fascinar, y también hay que decirlo con sus malos momentos. Pero aprendimos mucho el uno del otro, porque estas experiencias en una pareja joven te enseña más que 10 años de convivencia.

Sólo una cosa más: cuando se tiene mucha hambre se puede llegar a leer lo que no pone: CUIDADO PERRO PELIGROSO--> comida precio peregrino.

Un beso y sigue escribiendo.

Escrito por khardaia a las 15 de Septiembre 2005 a las 11:10 AM

Hay cosas que no se pueden ver, y cosas que no se pueden explicar.

"Nunca sabes cómo, pero en el último momento todo acaba saliendo bien"

Escrito por Tricia a las 15 de Septiembre 2005 a las 11:11 AM

Leyendote pienso que hacer el Camino es algo sólo para elegidos, o gente con un don especial, no me veo yo durmiendo a ras de suelo. En fin que me alegro que encontraras una casa para dormir. Lástima lo de las fotos.

Un abrazo

Escrito por Trini a las 15 de Septiembre 2005 a las 01:31 PM

He sentido escalofríos al leer lo último...

Escrito por Wally Week a las 15 de Septiembre 2005 a las 02:37 PM

Santi aprieta pero no ahoga. Imagino que ya lo habras realizado, Anja estara satisfecha con tus agradecimientos.

Buen Camino.

Escrito por jartos a las 18 de Septiembre 2005 a las 11:20 PM

“Pedid y recibiréis; buscad y encontrareis, llamad y se os abrirá.”

Cuando lo haces y te das cuenta de que asi es...es tan increible que ya no puedes parar, para absolutamente todo.

Si realmente lo hicieramos todos...cuantas cosas cambiarian...

Escrito por Lauro a las 21 de Septiembre 2005 a las 09:59 PM

Paz y Bien...Precioso cAminO :)

Escrito por mOe:) a las 22 de Septiembre 2005 a las 02:56 PM
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