28 de Mayo 2005

La 206

Mi hija me pregunta muy a menudo cómo es un parto. Yo siempre le contesto que sólo conozco uno, el suyo. Me pregunta detalles. Le produce una vertiginosa curiosidad.
Un parto es un episodio muy violento, bastante animal. Me refiero, claro, a un parto natural, el único que yo he experimentado. De los partos, lo mismo que del sexo, desde hace algunas generaciones, tenemos fundamentalmente una información cinematográfica. Muchos se pasan bastante tiempo creyendo en el orgasmo sincronizado y en el orgasmo vaginal. En eso tienen mucho que deberle los sexólogos al cine: cobrar por decirle a la gente que es normal.
Mi hija provoca que reviva con frecuencia ese recuerdo y no me molesta en absoluto. Para mí fue una magnífica experiencia. Aquel fue un embarazo deseado. He dicho deseado, no meditado. Quizás por eso fue tan bueno.
Cuando me enteré que estaba embarazada me invadió una sensación de euforia. Me fui de juerga con el padre y me tome una sola copa de oloroso y me fumé un cigarrillo. Los últimos en cerca de catorce meses, porque soy más responsable con el organismo de otros que con el mío propio. Por la noche, al acostarme, tuve la sensación de estrés más intensa de mi vida. Sabía que todo iba a cambiar por siempre y que no sabía hasta qué punto. Aquello se llamaba miedo.
Algo menos de nueve meses después, cuando estaba tomando helado, un dolor agudo pero breve en mi vientre, me anunció que el momento se acercaba. Aquella noche me acosté con un extraño dolor en el cuello, y la convicción de que al día siguiente nacería mi hija a pesar de que me faltaban diez días para cumplir. Ese día siguiente fui anunciando a todo mi entorno que pariría y nadie me creyó porque no lo hacía como se hace en las películas: agarrada al quicio de una puerta para no caerme y jadeando mientras me sujetaba el vientre. Simplemente le dije al padre, despertándole mientras dormía, que me iba a trabajar pero que a media mañana seguramente le llamaría para ir al hospital y cuando llegué a la redacción avisé que posiblemente no estaría la jornada entera porque iba de parto. Nadie me hizo mucho caso. A las once de la mañana llamé a mi mejor amiga que había tenido otra niña dos días antes. Le dije que si no paría, iría a verla, me dijo el número de la habitación, la 206, y que seguramente no estaría porque ya se iba a su casa. Entonces le dije que tenía que colgar porque acababa de romper aguas. Así ocurrió.
En el vestíbulo del hospital, cuando me despedí del padre, supe que lo que iba a ocurrir me atañía a mí sola. Y así caminé por el pasillo de aquel hospital, con los muslos llenos de líquido amniótico y el mayor vértigo que jamás podía imaginar.
Pasé muchas horas, no sé cuántas, en la sala de monitores, abrazada por unas correas que además de inmovilizarme, informaban al personal sanitario de las evoluciones de mi canal pélvico y del estado del pre bebé. A mi lado otras mujeres, jóvenes o no, gemían o gritaban. Yo me mantuve sólo tensa hasta que ese cíclico dolor fue cobrando el calibre que se esperaba. Primero fue una sensación en los riñones, como si me estuviera partiendo en dos. Luego, como una ola, el dolor me deshacía las vísceras igual que un garfio y se arrastraba como una marea lacerante hacia mis ingles, alcanzando mis rodillas. En algún momento grité.
Camino del paritorio, mientras un veloz techo lleno de neones pasaba ante mis ojos, exclamaba. “No quiero que me duerman”, “No me vayan a sedar”.
La luz eléctrica y el acero bajo mis pantorrillas, eso recuerdo. No revivo dolor, sino una sensación de fuego en mi vientre y mis genitales y un esfuerzo grandioso. El cuello tenso, las mandíbulas apretadas, las manos aferradas a algo y aquel fuego…
Fue muy rápido. Cuando el padre llegó su hija ya había nacido. “Tienen mucha fuerza las dos, no he tenido que hacer nada” le dijo la matrona. Entonces, me pusieron al bebé sobre mi pecho y yo le besé pero a la vez quería que se la llevaran, que la cuidaran otros, que yo no podía. Empecé a temblar por un frío que no venía del ambiente, sino de dentro de mí. “¿Por qué tiembla?” preguntó el padre. Le dijeron que es normal en un parto natural por el gasto de energía y me cubrieron con una manta. Eran casi las siete de la tarde.
Nos llevaron a la habitación, la 206. La misma que había ocupado mi mejor amiga hasta aquel mediodía. El padre la puso en mis brazos para que intentara darle el pecho. Con una mano intentaba acomodarla, con otra retirar mi pelo enmarañado hacia un lado y con una tercera que no existía, abrir el camisón. Una mano grande, la del padre, surgió, elevó uno de mis pechos por debajo y lo dirigió hacia esa diminuta boca que cumpliendo con una pauta ancestral empezó a succionar. ¿Cómo describirlo? ¿Cómo, si nunca mariposas húmedas aletearon entorno a uno de mis pezones ni millones de hormigas microscópicas recorrieron mi escote ni mi cuello hacia la nuca?
Más tarde, cuando el padre se fue, nos quedamos por primera vez solas las dos. Yo estaba allí, en la penumbra, exhausta y ojerosa , como un saco vacío, asustada. Ella, sonrosada, respiraba vigorosa en su cunita, plácida y valiente. Por la ventana sonaba la ciudad. Era septiembre.

Escrito por La caminante a las 28 de Mayo 2005 a las 02:17 AM | TrackBack
Comentarios

Mira, por primera vez en mi vida he podido imaginar cual es la sensación que tiene una mujer cuando pare o da el pecho y soy un hobre.
Impresionante.
Muchas graias, tía.

Escrito por Jose Luis a las 28 de Mayo 2005 a las 03:18 AM

Asistí al parto de mis dos hijos, pero lógicamente no conocía "este" otro punto de vista.
Cuando me recupere, cerraré los ojos, que me los has dejado muy abiertos.
Un besazo.

Escrito por dockof a las 28 de Mayo 2005 a las 10:12 AM

Sólo se me ocurre decir que que bonito...había visto partos en la televisión, en algún documental...pero jamas nadie me lo había explicado así...

Escrito por evoluciones a las 28 de Mayo 2005 a las 02:11 PM

A mi me hace feliz ser algún dia mamá, pero por otro lado siempre me embarga un pokitín de miedo. Debe ser muy hermoso.

Escrito por khardaia a las 28 de Mayo 2005 a las 06:03 PM

Magnífica descripción.

Escrito por j-vol a las 28 de Mayo 2005 a las 08:04 PM

Que bello post. como hombre nujnca sentire lo que es tener un hijo dentro. es una experiencia humana que, dejandonos de estereotipos, me encantaria conocer.

Un abrazo

Escrito por Ludovico a las 28 de Mayo 2005 a las 09:39 PM

Pues yo sí he parido, así que no me has descubierto nada nuevo. Pero es la descripción de un parto con la que más me he identificado. Yo creía que "el mío" había sido único, personal e intransferible, porque incluso comparándolo con los relatos de las experiencias de otras mujeres... no sé, no llegaba a sentirlos como yo lo había vivido. Por eso llegué a la conclusión de que cada parto (como cada mujer, como cada hijo) es distinto. Sigo pensándolo, pero acabo de descubrir que "el mío" tiene un gemelito: "el tuyo". Y es que no sólo hay que sentir sino también saber transmitir. Gracias por el recuerdo.

Escrito por Ale a las 28 de Mayo 2005 a las 11:13 PM

Partos...
caminante, esta experiencia, la de traer un niño al mundo, que sale del vientre de una tiene sus historias... un día de éstos, cuento la mía, ya que me has dado la idea...
un abrazo,dos abrazos.
(te percatas? tuve que sacar otra url ...)

Escrito por Vir a las 28 de Mayo 2005 a las 11:48 PM

Simplemente impresionante.

Escrito por danirmartin a las 29 de Mayo 2005 a las 03:32 AM

Preciosa y sobretodo "real" manera de contarlo..
El misterio de la vida, siempre nos asombra..
Buen post.
Un beso :)

Escrito por Grial a las 29 de Mayo 2005 a las 07:22 PM

¡Qué bien lo has relatado! Pero si me ha dado hasta envidia... Despertaste en mí el sentimiento maternal (sólo por unos segundos, volvió a dormirse).
Enhorabuena por haber vivido esa experiencia única.
Un beso.

Escrito por Ana a las 30 de Mayo 2005 a las 12:10 AM

Cuando nace un hombre
hay un olor a pan recién cocido
por los pasillos de la casa;
en las paredes, los paisajes
huelen a mar y a hierba fresca
y los abuelos del retrato
vuelven la cara y se sonríen.

Angela Figueroa

Escrito por Roberto Zucco a las 30 de Mayo 2005 a las 09:19 AM

Hola Mercedes, precioso Post, hace muchos años que parí por última vez, pero al leerte he estado rememorando...

Besos mil

Escrito por Trini a las 30 de Mayo 2005 a las 01:12 PM

Mi primer parto fue el de mi hermana mayor. Su marido estaba de viaje. Yo tenía 17 años. Al salir de clase fui a ver a mi hermana al hospital. Cuando llegué agarró mi mano y ya no la soltó en las 5 horas siguientes. Fui el primero en ver a Elena, mi ahijada.
Luego vinieron los dos partos de mis hijos. Las experiencias más absolutamente increíbles de mi vida.
Pero jamás había leído una descripción tan hermosa. Felicidades.

Escrito por Wolffo a las 30 de Mayo 2005 a las 06:33 PM

Un comentario en mi último artículo me ha traído hasta ti. Voy a responder al que lo dejó para darle las gracias. Eres brillante.

Un abrazo de una asturiana en Inglaterra,

pilimindrina

Escrito por pilimindrina a las 30 de Mayo 2005 a las 08:56 PM

sencillamente precioso.. me ha puesto la carne de gallina y precioso lo de la 206 ^^ que justo te toque en la habitación de tu mejor amiga :) ^^ (jo kasi lloro)

Escrito por whim a las 31 de Mayo 2005 a las 12:33 AM

hola caminanta, soy un asiduo lector de tu blog y no he podido contenerme en recomendar este post en la pagina de la pilindrina. Me disculpo por la arrogancia de mi gesto pero me parecia digno de ser mostrado.

el link en cuestión:

http://blogs.ya.com/pilimindrina/c_26.htm#comment_1

uno de tantos, tu admirador

Sir Kaustico.

gracias por compartite

Escrito por Sir Kaustico a las 31 de Mayo 2005 a las 01:42 AM

Mi madre tardó muy poco en parirme. Yo venía grande, muy grande, así que casi me sacaron a la fuerza. No pusieron epidural ni nada de esas cosas y mi padre estuvo dentro todo el rato. De hecho, él leía el artefacto ese que señala el ritmo de las contracciones y avisaba a mi madre del momento en que tenía que empujar. No hicieron curso de preparto ni nada de eso porque mi padre preguntaba siempre si la madre de Julio Cesar o de Alejandro Magno lo había hecho y como la respuesta era No, pues no hicieron nada. Decía mi padre que ser madre es algo más natural y, a la vez, más intenso, que tanta tecnología sólo aletarga los sentidos y que después, si apenas has sentido nada, echas de menos algo más del dolor de tu madre o de tu abuela, un dolor que es pura alegría.

Luego sólo el frío y una caída de tensión de mi madre. La primera voz que oí fue la de mi madre, pero después de limpiarme, me pusieron en los brazos de mi padre. Todos dijeron que había salido bien, aunque a mi madre le metieron un corte largo. En la cuna, en ese primer instante, aún ciego por el exceso de luz, mi padre se acercó a la cuna y dijo. ¡Bienvenido, muchacho!, aquí mando yo. Y me reí, una sonrisa estúpida y bobalicona. Me sentí seguro ahí fuera.

Escrito por Sebastian a las 31 de Mayo 2005 a las 02:31 AM

Mmmmmm, este post y estos comentarios me hacen sentir mala persona, pues mientras todos los demás se emocionan yo sólo puedo pensar "¡Vaya mal rato! Si yo no soy capaz ni de ir al dentista, que es por mi bien, ¡en seguida voy a pasar ese miedo y ese dolor para que otro venga al mundo y encima yo me tenga que ocupar de él!". Sí, soy una egoísta, lo sé, pero estoy convencida de que a quien Dios no da hijos el Diablo da sobrinos, así que planeo ahorrarme el mal trago del parto y quedarme sólo con los momentos de llevarlos al cine, enseñarles palabrotas y esas cosas que considero divertidas en los niños. Besos

Escrito por Aurora a las 31 de Mayo 2005 a las 08:11 PM

Nunca nadie ha descrito un parto tan bien.
Qué miedo me da pero qué bonito lo escribes...

Mi hermana ha dado a luz y el otro día escribía yo algo de esto que me han quitado las pocas ganas de tener niños que tenía.

Un beso!

Escrito por Rosis a las 31 de Mayo 2005 a las 10:49 PM

Ufff... le preguntaré a mi madre cómo fue "nuestro" parto! Supongo que aún me queda, pero es precioso la forma en que describes el dolor y eso transmite algo tan bonito...

Escrito por cris a las 1 de Junio 2005 a las 08:05 PM

Caminante, no sé por qué siempre he tenido la sensación de que al final acabaré siendo madre soltera. Lo pienso desde los 17 años y no es un deseo, sino una especie de premonición. Creo que tengo un talento especial para complicarme la vida!
Me encantan tus historias. Ya lo sabes.

Escrito por Maia a las 6 de Junio 2005 a las 04:14 PM

sigo impresionado... me enganché de principio a fin...

es curioso leer estas sensaciones, como hombre... nos quedamos con una cara extraña, no sabría definirla, pero desde luego, un parto me parece algo fascinante.

saludos!

Escrito por Xavi a las 6 de Junio 2005 a las 05:45 PM
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