“Es importante tener un lugar donde poder volver para empezar de nuevo”.
Algo así le oí decir en algún momento a mi hermana, y si no lo dijo ella, apostaría a que piensa de esa manera.
Muy posiblemente, ella hablaría de una casa.
Mi hermana, al igual que lo hacía mi padre, tiende a situar su lugar en el mundo en una casa. Mi padre lo hacía más exactamente en una cocina.
Quizás por eso, los recuerdos más cómodos de aquella áspera relación que manteníamos ambos, corresponden a aquellas ocasiones en el que él me invitaba a pelar los ajos para aliñar las aceitunas o a ayudarle a sacar los pestiños de la sartén. Nunca en el mundo, unos inocentes trocitos de masa flotantes han consolado tanto un corazón humano.
Si mi padre acudía a la cocina para empezar de nuevo, la verdad, lo ignoro por completo. La cuestión es cuál sería mi lugar en el mundo, o en todo caso dónde regresaría yo para volver a empezar.
En cierta ocasión leí algo sobre alguien que nunca volvía sobre sus propios pasos para no desordenar así su “línea vital”, esa que vamos trazando con nuestro discurrir por el espacio y por el tiempo.
Eso, (pienso), le sometería a la incapacidad de no poder volver nunca, o al menos, le obligaría a hacerlo siempre dando un rodeo. Pero una persona que no puede “regresar” debe de ser una persona excesivamente esclava de su destino.
Quizás, sea el desorden, y no la verdad, lo que nos hace libres.
Cristo, el pensador más leído y menos comprendido de la historia, dijo hasta la saciedad que no era tan importante el “no hacer” como el saber “deshacer”. Por eso inculcó a la gente los conceptos de arrepentimiento y perdón. Pero Cristo, como judío, era muy inteligente, y nunca perdió de vista que se estaba dirigiendo a seres humanos. Entre otras cosas, les insistía en que no se empeñaran es convertirse en dioses, sino simplemente en buenas personas… Luego, en su nombre, se crearía una institución para difundir exactamente lo contrario de lo que el proponía. La Iglesia dota al mundo de un gran catálogo de cosas que nunca se deben hacer con objeto de alcanzar una perfección que te reservará asiento a la derecha del Padre...
Por eso, el catolicismo es el baluarte de los supersticiosos que adoran lo sobrenatural y convierten en santo sólo al que demuestre una habilidad paranormal.
Si le hago caso a Cristo, (una vez más, como es mi costumbre sobre todo desde que tengo conciencia de que no soy creyente) considero que el mejor lugar para regresar es la infancia: (“Sed como ellos”).
Hace algún tiempo, recobré un árbol. Fue en un momento de mucha confusión, tanta que la identifiqué con dolor (y luego no era para tanto). Salí de una casa, (la que podría ser un perfecto lugar para volver), sin saber a donde iba. Estaba ofuscada y caminé, porque paradójicamente, lo primero que hace uno en momentos de desorientación es moverse. Caminé hasta un sendero que atraviesa un olivar, lugar donde acudía de niña con mi pandilla de amigos porque aquel sitio, desde nuestra perspectiva infantil, parecía estar suficientemente lejos como para ser emocionante. Me detuve, sin motivo conocido, en un punto concreto del camino. Exactamente delante de un árbol. Entonces lo reconocí. En casa de mi madre hay una foto que uno de mis amigos me hizo subida a aquel árbol. Era ese mismo, tantas veces visto en una estantería de madera donde mi madre colocó la foto. En ella estoy sentada en una de las ramas y como si no me pareciera suficiente, miro al cielo, con la cara levantada y el cuello estirado. Al cabo de muchos años, inexplicablemente, yo volvía a aquel árbol.
Había regresado.
Todo lo que había hecho desde el momento de la foto hasta ese instante no parecía satisfacerme demasiado. Pero al menos tenía la oportunidad de retomar, de volver a empezar…
Pensé incluso en volver a subir a ese árbol, pero consideré que ya disponía de suficientes símbolos.
Por eso, me limité a respirar hondo y comenzar de nuevo.

“Es importante tener un lugar donde poder volver para empezar de nuevo”.
Algo así le oí decir en algún momento a mi hermana, y si no lo dijo ella, apostaría a que piensa de esa manera.
Muy posiblemente, ella hablaría de una casa.
Mi hermana, al igual que lo hacía mi padre, tiende a situar su lugar en el mundo en una casa. Mi padre lo hacía más exactamente en una cocina.
Quizás por eso, los recuerdos más cómodos de aquella áspera relación que manteníamos ambos, corresponden a aquellas ocasiones en el que él me invitaba a pelar los ajos para aliñar las aceitunas o a ayudarle a sacar los pestiños de la sartén. Nunca en el mundo, unos inocentes trocitos de masa flotantes han consolado tanto un corazón humano.
Si mi padre acudía a la cocina para empezar de nuevo, la verdad, lo ignoro por completo. La cuestión es cuál sería mi lugar en el mundo, o en todo caso dónde regresaría yo para volver a empezar.
En cierta ocasión leí algo sobre alguien que nunca volvía sobre sus propios pasos para no desordenar así su “línea vital”, esa que vamos trazando con nuestro discurrir por el espacio y por el tiempo.
Eso, (pienso), le sometería a la incapacidad de no poder volver nunca, o al menos, le obligaría a hacerlo siempre dando un rodeo. Pero una persona que no puede “regresar” debe de ser una persona excesivamente esclava de su destino.
Quizás, sea el desorden, y no la verdad, lo que nos hace libres.
Cristo, el pensador más leído y menos comprendido de la historia, dijo hasta la saciedad que no era tan importante el “no hacer” como el saber “deshacer”. Por eso inculcó a la gente los conceptos de arrepentimiento y perdón. Pero Cristo, como judío, era muy inteligente, y nunca perdió de vista que se estaba dirigiendo a seres humanos. Entre otras cosas, les insistía en que no se empeñaran es convertirse en dioses, sino simplemente en buenas personas… Luego, en su nombre, se crearía una institución para difundir exactamente lo contrario de lo que el proponía. La Iglesia dota al mundo de un gran catálogo de cosas que nunca se deben hacer con objeto de alcanzar una perfección que te reservará asiento a la derecha del Padre...
Por eso, el catolicismo es el baluarte de los supersticiosos que adoran lo sobrenatural y convierten en santo sólo al que demuestre una habilidad paranormal.
Si le hago caso a Cristo, (una vez más, como es mi costumbre sobre todo desde que tengo conciencia de que no soy creyente) considero que el mejor lugar para regresar es la infancia: (“Sed como ellos”).
Hace algún tiempo, recobré un árbol. Fue en un momento de mucha confusión, tanta que la identifiqué con dolor (y luego no era para tanto). Salí de una casa, (la que podría ser un perfecto lugar para volver), sin saber a donde iba. Estaba ofuscada y caminé, porque paradójicamente, lo primero que hace uno en momentos de desorientación es moverse. Caminé hasta un sendero que atraviesa un olivar, lugar donde acudía de niña con mi pandilla de amigos porque aquel sitio, desde nuestra perspectiva infantil, parecía estar suficientemente lejos como para ser emocionante. Me detuve, sin motivo conocido, en un punto concreto del camino. Exactamente delante de un árbol. Entonces lo reconocí. En casa de mi madre hay una foto que uno de mis amigos me hizo subida a aquel árbol. Era ese mismo, tantas veces visto en una estantería de madera donde mi madre colocó la foto. En ella estoy sentada en una de las ramas y como si no me pareciera suficiente, miro al cielo, con la cara levantada y el cuello estirado. Al cabo de muchos años, inexplicablemente, yo volvía a aquel árbol.
Había regresado.
Todo lo que había hecho desde el momento de la foto hasta ese instante no parecía satisfacerme demasiado. Pero al menos tenía la oportunidad de retomar, de volver a empezar…
Pensé incluso en volver a subir a ese árbol, pero consideré que ya disponía de suficientes símbolos.
Por eso, me limité a respirar hondo y comenzar de nuevo.

La caminante: Kilómetro 0

31 de Mayo 2005

Kilómetro 0

“Es importante tener un lugar donde poder volver para empezar de nuevo”.
Algo así le oí decir en algún momento a mi hermana, y si no lo dijo ella, apostaría a que piensa de esa manera.
Muy posiblemente, ella hablaría de una casa.
Mi hermana, al igual que lo hacía mi padre, tiende a situar su lugar en el mundo en una casa. Mi padre lo hacía más exactamente en una cocina.
Quizás por eso, los recuerdos más cómodos de aquella áspera relación que manteníamos ambos, corresponden a aquellas ocasiones en el que él me invitaba a pelar los ajos para aliñar las aceitunas o a ayudarle a sacar los pestiños de la sartén. Nunca en el mundo, unos inocentes trocitos de masa flotantes han consolado tanto un corazón humano.
Si mi padre acudía a la cocina para empezar de nuevo, la verdad, lo ignoro por completo. La cuestión es cuál sería mi lugar en el mundo, o en todo caso dónde regresaría yo para volver a empezar.
En cierta ocasión leí algo sobre alguien que nunca volvía sobre sus propios pasos para no desordenar así su “línea vital”, esa que vamos trazando con nuestro discurrir por el espacio y por el tiempo.
Eso, (pienso), le sometería a la incapacidad de no poder volver nunca, o al menos, le obligaría a hacerlo siempre dando un rodeo. Pero una persona que no puede “regresar” debe de ser una persona excesivamente esclava de su destino.
Quizás, sea el desorden, y no la verdad, lo que nos hace libres.
Cristo, el pensador más leído y menos comprendido de la historia, dijo hasta la saciedad que no era tan importante el “no hacer” como el saber “deshacer”. Por eso inculcó a la gente los conceptos de arrepentimiento y perdón. Pero Cristo, como judío, era muy inteligente, y nunca perdió de vista que se estaba dirigiendo a seres humanos. Entre otras cosas, les insistía en que no se empeñaran es convertirse en dioses, sino simplemente en buenas personas… Luego, en su nombre, se crearía una institución para difundir exactamente lo contrario de lo que el proponía. La Iglesia dota al mundo de un gran catálogo de cosas que nunca se deben hacer con objeto de alcanzar una perfección que te reservará asiento a la derecha del Padre...
Por eso, el catolicismo es el baluarte de los supersticiosos que adoran lo sobrenatural y convierten en santo sólo al que demuestre una habilidad paranormal.
Si le hago caso a Cristo, (una vez más, como es mi costumbre sobre todo desde que tengo conciencia de que no soy creyente) considero que el mejor lugar para regresar es la infancia: (“Sed como ellos”).
Hace algún tiempo, recobré un árbol. Fue en un momento de mucha confusión, tanta que la identifiqué con dolor (y luego no era para tanto). Salí de una casa, (la que podría ser un perfecto lugar para volver), sin saber a donde iba. Estaba ofuscada y caminé, porque paradójicamente, lo primero que hace uno en momentos de desorientación es moverse. Caminé hasta un sendero que atraviesa un olivar, lugar donde acudía de niña con mi pandilla de amigos porque aquel sitio, desde nuestra perspectiva infantil, parecía estar suficientemente lejos como para ser emocionante. Me detuve, sin motivo conocido, en un punto concreto del camino. Exactamente delante de un árbol. Entonces lo reconocí. En casa de mi madre hay una foto que uno de mis amigos me hizo subida a aquel árbol. Era ese mismo, tantas veces visto en una estantería de madera donde mi madre colocó la foto. En ella estoy sentada en una de las ramas y como si no me pareciera suficiente, miro al cielo, con la cara levantada y el cuello estirado. Al cabo de muchos años, inexplicablemente, yo volvía a aquel árbol.
Había regresado.
Todo lo que había hecho desde el momento de la foto hasta ese instante no parecía satisfacerme demasiado. Pero al menos tenía la oportunidad de retomar, de volver a empezar…
Pensé incluso en volver a subir a ese árbol, pero consideré que ya disponía de suficientes símbolos.
Por eso, me limité a respirar hondo y comenzar de nuevo.

Escrito por La caminante a las 31 de Mayo 2005 a las 05:48 PM | TrackBack
Comentarios

Es curioso: yo he recuperado cientos de libros. Me sentí de nuevo en casa cuando el día del Corpus me enfrenté a las estanterías desordenadas de El Puerto de Santa María y me puse a leer los títulos para agruparlos por colecciones, por autor. Tiene guasa que mi kilómetro cero sea mi primer libro de fantasía épica, mi primera novela histórica y todos los libros con los que aprendí a leer. Besos

Escrito por Aurora a las 31 de Mayo 2005 a las 08:22 PM

Que lindo post!!!!

Maravillosso!!

Escrito por Ludovico a las 31 de Mayo 2005 a las 08:22 PM

Pues estoy pensando donde volvería yo. No lo sé pues me he encontrado hace tan poco que mi volver está demasiado cerca, tan cerca que aún estoy yendo...

Tienes razón en lo de caminar cada vez que me he sentido perdida un impulso me ha dicho que camine, mas siempre me he quedado parada.
Ahora estoy donde quiero estar, en mi mejor sendero, quiero asirme a el y no caminar demasiado aprisa; ahora que he llegado.

¡¡Jopé !! Mercedes vaya Post hija...
Besos

Escrito por Trini a las 31 de Mayo 2005 a las 09:53 PM

Lo malo es no tener donde volver porque uno se encuentra demasiado lejos...

Escrito por Adso a las 31 de Mayo 2005 a las 10:14 PM

Hermoso post...
Por mi parte intento llevarme puesto...te pilla más a mano y no andas todo el día veteyven...:)

Escrito por mOe:) a las 1 de Junio 2005 a las 10:20 AM

Hola Caminante.
Te descubrí hace un par de días leyendo a Pilimindrina y sus comentarista (no recuerdo quien fue el que puso un link, mágico link, y cuando lo pinchabas salía la hermosísima descripción sobre el parto que tienes escrita más abajo. Créeme, ayer me pasé parte del día leyendo tu blog; tenía poco trabajo).

No me he podido resistir a comentar esta maravilla de artículo. Me he cacordado de la película de Aristarain "Un Lugar en el Mundo", película de culto para mi por cierto. La primera vez que la vi (en el cine con 19 ó 20 años) me hizo reflexionar muchísimo. Y pensé que yo aún no había encontrado ese lugar.

Hoy con casi 30, habiendo vivido en cuatro ciudades diferentes y después de leer esto puedo decir que tengo ese lugar: la alfombra mágica, una piedra con forma de alfombra voladora en la que me iba a sentar de enanilla siempre que tenía algo en qué pensar. Estaba cerca de mi casa(casa de mis padres), arriba en el castillo.

Gracias por tus palabras. Besos, Cal.

Escrito por Calamity a las 1 de Junio 2005 a las 11:21 AM

Creo que hay muchos sitios a los que regresar en nuestro pasado. Quizás no estén allí para comenzar de cero, sino para recordarnos quienes fuimos, lo que hicimos y a dónde hemos llegado desde entonces.
Son islas de reflexión, para aterrizar en ellas, cobrar nuevo impulso y reemprender nuestra vida.
Así quiero verlo yo, Caminante.
Un besazo y encantado de leer tu post, corazón.

Escrito por dockof a las 1 de Junio 2005 a las 12:09 PM

Bonito tema has tocado, en estos tiempos en los que casi no nos mirarnos mas alla del espejo..el que descubramos que en nuestro interior, aun podemos acurrucarnos con nuestra postura animica preferida...es todo un descubrimiento :)
Por otro lado, cuando explicas tu "creencia religiosa", con esta frase:.."Si le hago caso a Cristo, (una vez más, como es mi costumbre sobre todo desde que tengo conciencia de que no soy creyente)...Dejas abierta toda una profunda reflexion sobre el "manejo" del cristianismo, por los elementos que todos sabemos.

Genial!! Gracias.
A favoritos de cabeza ;)

Escrito por Ramonorum a las 1 de Junio 2005 a las 12:22 PM

sed como niños
volver donde jugamos
respirar hondo
ah, que tiempos
que lejos quedaron
aquellos caminos
los primeros...

un abrazo de 30 segundos

Escrito por ecce homo a las 1 de Junio 2005 a las 05:52 PM

Es gracioso, yo cuando quiero reencontrarme, en vez de "volver" me voy... Cojo un autobús que me lleva a Málaga, donde por culpa del calor o de los andaluces, el tiempo viaja más despacio... y me reencuentro allí lejos con lo que yo soy aquí.
Y si no puedo irme, siempre me queda tocar el piano... en mi infancia, en la adolescencia, y ahora, siempre, siempre, para canalizar cualquier tipo de situación, y nunca se mueve de ahí, es fantastico!!!

Escrito por cris a las 1 de Junio 2005 a las 07:42 PM

Pregúntale a tu padre, si es posible, que te explique lo que sintió cuando dejaste el hogar. Qué va a ser de ti, lejos de casa, nena, qué va a ser de ti?
Volver atrás es, para mi, solo un simulacro. Tan solo añoro todo aquello que no tuve. Porque lo que tuve, retuve, y eso no me lo quita nadie.

Besos.

Escrito por hector a las 1 de Junio 2005 a las 08:24 PM

Me ha encantado la forma en la que te expresas y la ternura anque sensibilidad con la que explicas sentimientos...
quiero que sepas que el leer esto me ha hecho retomar mi punto de partida, mi km 0
muy agradecido me despido pidiendote un solo favor...
no pierdas esa llama.
reloco22@hotmail

Escrito por Diego a las 2 de Junio 2005 a las 03:33 PM

Entre otras cosas, les insistía en que no se empeñaran es convertirse en dioses, sino simplemente en buenas personas… Luego, en su nombre, se crearía una institución para difundir exactamente lo contrario de lo que el proponía. La Iglesia dota al mundo de un gran catálogo de cosas que nunca se deben hacer con objeto de alcanzar una perfección que te reservará asiento a la derecha del Padre...


Excelente.


Sin falsa humildad : creo que me agradarái recibirte en mi humilde casa.

Hay temas de los que hablar.

Adelante. Encantado.

Escrito por art_alegoria a las 2 de Junio 2005 a las 05:46 PM

Me has hecho pensar, la idea de que todos necesitamos un lugar desde donde volver a empezar me parece genial....llevo un rato pensando, ¿Dónde está mi km 0?
Buen post.
Un beso :)

Escrito por Grial a las 2 de Junio 2005 a las 07:22 PM

Bella!
Encontrar tu nuevo post me invita a enlazar pensamientos, que provienen de aquí, de allá, y siento que esta cadena de reflexiones me fortalece. Creo que este efecto has generado con la lectura de tu post. Empezar de nuevo o volver a empezar? píenso en el eterno retorno, en
la nueva mirada, en la transfiguración que de pronto podemos alcanzar en un instante... creo que esa es también una manera de empezar...hay otras sin duda. Y tu meditación, .
acerca de la religión instituída: caminante, si pudieras imaginar cómo me contento cuando hallo
reflexiones como la tuya, que confirman cómo la espiritualidad no es exclusividad de los que profesan religiones , que estamos aquí con nuestras imperfecciones y nuestras confusiones...
Hasta pronto. Salux
Un abrazo, caminante.

Escrito por Vir a las 2 de Junio 2005 a las 11:25 PM

A "la caminante": jamás pensé enfrentarme a mi alter-ego.Pues lo escrito por tí refleja un pensar gemelo. Claro que lo tuyo está planteado con estilo, que ya es bastante. Mi km. 0 empieza hoy y tengo miedo, solo sé que tengo que hacerlo. Soy torpe en esto de los blogs, solo tengo esto: tyspol@hotmail.com

Escrito por Anonymous a las 9 de Diciembre 2007 a las 04:24 AM
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