El día que ha acabado hace horas era el primer aniversario del atentado en Madrid del 11 de marzo de 2004.
He cuestionado el foco mediático sobre el dolor y su resaca. Yo ya tengo consciencia de lo que pasó, conceptualmente sé qué ocurrió. Lo que yo quiero aún saber sobre eso no me lo responde una recreación del dolor.
Aún así, no he podido escapar a la capacidad impregnadora del concenso informativo. Y he acabado llorando, como hace un año..
Me duele, me duele, me duele la gente.
La gente es como mi familia, siempre está cerca. Da igual que sus rostros no sean los mismos, ellos están a tu alrededor. Esperas cola en la caja de un hipermercado y tu alrededor hay gente, montas en una autobús y está lleno de gente, vas a pagar un recibo al banco y el la surcusal hay gente, te dan cita en un ambulatorio y hay esperando más gente...
Y de repente matan gente absurda e indiscriminadamente y comprendes que no solo te agreden porque podrías haber sido tú, sino porque te han quitado parte de esa gente que te rodea.
A mi la gente me gusta. Disfruto de su diversidad, de su imprevisibilidad, de su omnipresencia.. Me gustas sonreirles y ver que agradecen mi sonrisa, me gusta disolverme entre ellos, observarles, dejarle mi asiento en un autobús, hablar del frío polar en el ascensor, ayudarles a subir su equipaje al tren, compartir confidencias sobre enfermedades en los ambulatorios, agradecer un buen servicio en los restaurantes, colar en los cajas de los supermercados a las que sólo llevan la leche para su niño, los que te preguntan dónde está una calle, los que te sostienen una puerta para que pases, los que simplemente pasan por una calle a tu lado y la llenan.
Y hace una año una parte de esa gente se desperazó a causa de un odio absurdo e ineficaz.
No quiero que ninguna cadena de televisión le ponga nombre y rostro a esa gente, no lo necesito, ni lo deseo, por eso mi salón está silencioso.
Amo y me duelo de esa gente sin saber su nombre. Se me pellizcan la tripas con contundencia y no requiero de sus identidades. Eran gente, como yo lo soy.
Ay Mercedes, hoy he estado en Granada y en el mesón donde comimos estaba puesta la televisión, no la oía desde lejos pero las imagenes estaban allí y hablando con mi hermana casi comente lo mismo que dices tú aqui.
No sé con tanta informacion la intimidad se devalua, ese dolor tan grande deja de ser una cosa sagrada. No sé para mi se le pierde un poco el respeto a esa gente que murió y que merece su intimidad. No sé explicarlo es como si tanto politico, tanta cámara, tanta foto, profanara algo, al menos a mi me lo parece que me perdone quién opine lo contrario.
A mi tambien me gusta la gente, forma parte de mi amor por la vida.
Un beso
A mí también me gusta todo eso que dices de la gente. A veces no puedo evitar establecer cierta complicidad con alguien en un semáforo, en el tren, en una tienda... Y no todo el mundo responde.
Escrito por Maia a las 14 de Marzo 2005 a las 09:49 PMCreo que has acertado completamente en tu vision de porque, no solo tu, sino muchos, nos duele tanto cuando ocurren estas cosas.
Un saludo!