26 de Julio 2009

VIVIR PARA CREER

Mi mejor amiga es esquizofrénica. También tiene un diagnóstico de trastorno de la personalidad borderline. Según ella, borderline significa que está lindando con la locura. Yo le digo: "Pepa, no es exactamente así.."
Es cierto que la comunidad psiquiátrica le llaman a los borderlines "limítrofes" o "fronterizos", pero no han podido definir muy bien que hay al otro lado de la "line". Se describe sin embargo una desorganización emocional severa que somete al individuo a un vaivén salvaje entre el placer y el dolor, desordena su conducta y limita su capacidad de coordinación social.
Curiosamente, la personalidad bordeline no se asocia de manera natural a la esquizofrenia. Sin embargo Pepa dispone de los dos diagnósticos. Un hecho altamente improbable, sólo desde el punto de vista matémático. Es muy infrecuente que un ser humano tenga una perturbación mental, y mucho menos que tenga el mismo ser humano dos perturbaciones distintas. ¿Eso querría decir que es imposible, o que sus médicos se han equivocado? Nadie lo puede afirmar. Se puede en todo caso sospechar o creer, pero no afirmar. Cuando creemos, no afirmamos. Creemos sólo en aquello de lo se puede dudar, de lo que no se puede dudar es porque lo sabemos.
Pepa cree que ella está loca. Yo lo dudo, uego yo creo en la posibilidad de que no lo esté.
Ella se remite a cuando estuvo convencida que contactaba con seres no terrenales. Le digo que hay millones de personas ahora mismo en el mundo esperando que unos angeles con trompetas anuncien el apocalipsis en cualquer momento, y que hoy domingo,por ejemplo, están yendo a misa con todo el desparpajo y nadie les llama esquizofrénicos ni alucinados.
Le explico que la locura no es un término científico. La locura es un referente social de lo que es aceptable y de lo que no lo es y noto que Pepa empieza a creer que yo pienso como una loca. No lo sabe, sólo lo cree. Simplemente duda.
Cada vez que un ser humano le dice a otro algo que le resulta incomprensible, la palabra locura planea y se desliza entre los dos.
Pepa me dice que la demencia sí existe. Claro Pepa, la demencia existe. Un enfermo de Alzheimer es un demente. Un demente no recuerda su nombre propio, o no reconoce la cara de su hijo. El demente se desconecta de la realidad, pero no propone versiones nuevas de la misma.
Pepa duda de mí porque le doy la razón, la misma que le escatima la ciencia: su propia razón. Ella se ha acostumbrado a no tener razón y no está dispuesta a escuchar a nadie que le diga que la pudiera tener. En ese punto se comporta como una persona cuerda, se ciñe estrictamente a lo aceptable. Me suele insistir: "sobre eso no hay nada concluyente"
Pues si no hay nada concluyente, Pepa, no vamos a tener otro remedio que creer, le digo. Y puestas a creer podemos creer que tu estas loca y yo no, o que lo estoy yo y no tú o que lo estamos las dos o quizás ninguna. Pero lo cierto es que tu tienes una incapacidad permanente por enfermedad mental y yo que cotizo a la seguridad social, pago mis impuestos y estoy todos los días en mi trabajo a las ocho de la mañana (bueno a las ocho y diez) como una rosa, creo que pudiera estar más loca que tu. Pero sólo lo creo.

Escrito por La caminante a las 2:43 PM | Comentarios (2)