Tenía el jueves un plazo para pagar el permiso de circulación de mi coche que llega hasta éste treinta y uno, pero como sólo quedaban hábiles un par de días más y sólo se puede pagar de ocho y media a nueve y media y como yo trabajo de ocho a tres, lo intenté pagar ese día, en el que me podía ausentar de mi trabajo de once a tres a causa de una revisión médica que sólo dura de doce a dos y cuyas sesiones acaban de aquí a cuarenta días. Cómo el señor de la caja no se apiadó de mí cuando le dije que si trabajo de ocho a tres, no puedo pagar entre ocho y media y nueve y media, antes de las cuatro ya le había pedido el favor a mi madre que acudiera de ocho y media a nueve y media, a pagar mi permiso de circulación. Mi madre, que hasta las once del día siguiente no tenía ningún compromiso, me dijo que me haría el favor y que me daría el recibo este fin de semana si nos veíamos, o a más tardar, el lunes a las tres y veinte, hora a la que suelo ir a su casa a comer. Después de esta conversación me fui porque quería estudiar en casa de cinco a ocho y estar en ella cuando mi hija viniera del colegio y coja los libros para la clase de inglés que tiene de seis a siete. Antes de empezar a estudiar me senté en el ordenador y el corcho que tengo en frente, donde clavo los recibos y las entradas de los parque temáticos, que entre los cinco y los nueve años, me hizo visitar mi hija, vislumbro el recibo de la contribución urbana que todavía estoy a tiempo de pagar hasta el treinta y uno, no de este mes, sino del otro. Cómo para entonces habré cobrado, no sólo esa nómina, que llega sobre el veintiocho, sino la devolución de hacienda cuyo borrador confirmé hace cuarenta días, y que ya podría haber llegado porque el año pasado tardó sólo veinte, confío es poder pagarlo sin problemas.
Además, el cobro trimestral del fondo de pensiones no llegaría hasta dentro de dos meses, y aunque llevo trabajando desde hace veinticinco años y cotizando muy alto desde hace diecisiete, de aquí a veinte años, no pongo la mano en el fuego por el “estado del bienestar”. Antes de la diez, ese día tenía todo resuelto, así que me propuse acostarme no más tarde de las doce, porque si no estoy despierta a las seis y media, no consigo llegar a mi trabajo puntual a las ocho. Mandé a mi hija a la cama antes de la diez y media, aunque nunca consigo que se duerma hasta pasada las once. Esa noche le pregunté cuándo había que pagar el segundo plazo del campamento, ya que el primero, si no se pagaba hace dos meses, no podría mi hija de once años ir a ese campamento, de aquí a cuarenta y cinco o cincuenta días. Mi hija que de aquí a catorce años, es decir, cuando cumpla veinticinco, no se le va a quitar el pavo que le entró desde hace dos, dice que aún no se ha enterado. Le dije que de ahí a un día, o sea mañana o mejor dicho hoy tenía que saberlo, para asegurarnos que lo pagamos a tiempo.
Hoy, que no es ayer, efectivamente llegué antes de las ocho a trabajar porque sí me desperté a las seis y media, aunque no pude esperar hasta las tres para salir y me escapé ante de los quince minutos. Cómo sabía que hasta las tres y media alcanzaría abierta la tienda de mi calle para comprar pan, esquivé un par de atascos y me salté un solo semáforo. Y mientras conducía miraba de reojo el panel del coche que no terminaré de pagar hasta dentro de dos años, para comprobar que o de aquí a mañana echaba gasolina, o no podría andar más de setenta kilómetros.
Y cuado llegué a mi barrio y aparqué, mientras observaba que aquellos era zona carga y descarga de tres a siete, y decidí arriesgarme durante tres horas y media.
He subido a casa, y hace dos horas me exclamé: “¡Ya!, ¡Ahora!, ¡En este momento!: ¡Para!” Luego me he exigido atenerme a un cronometro mental de alta precisión donde la medición de los valores entre segundos se aprecian hasta el infinito........................ .
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(El que tenga un par que escriba todas las cifras que menciono y el que tenga el resto del kit, que las sume)

Tenía el jueves un plazo para pagar el permiso de circulación de mi coche que llega hasta éste treinta y uno, pero como sólo quedaban hábiles un par de días más y sólo se puede pagar de ocho y media a nueve y media y como yo trabajo de ocho a tres, lo intenté pagar ese día, en el que me podía ausentar de mi trabajo de once a tres a causa de una revisión médica que sólo dura de doce a dos y cuyas sesiones acaban de aquí a cuarenta días. Cómo el señor de la caja no se apiadó de mí cuando le dije que si trabajo de ocho a tres, no puedo pagar entre ocho y media y nueve y media, antes de las cuatro ya le había pedido el favor a mi madre que acudiera de ocho y media a nueve y media, a pagar mi permiso de circulación. Mi madre, que hasta las once del día siguiente no tenía ningún compromiso, me dijo que me haría el favor y que me daría el recibo este fin de semana si nos veíamos, o a más tardar, el lunes a las tres y veinte, hora a la que suelo ir a su casa a comer. Después de esta conversación me fui porque quería estudiar en casa de cinco a ocho y estar en ella cuando mi hija viniera del colegio y coja los libros para la clase de inglés que tiene de seis a siete. Antes de empezar a estudiar me senté en el ordenador y el corcho que tengo en frente, donde clavo los recibos y las entradas de los parque temáticos, que entre los cinco y los nueve años, me hizo visitar mi hija, vislumbro el recibo de la contribución urbana que todavía estoy a tiempo de pagar hasta el treinta y uno, no de este mes, sino del otro. Cómo para entonces habré cobrado, no sólo esa nómina, que llega sobre el veintiocho, sino la devolución de hacienda cuyo borrador confirmé hace cuarenta días, y que ya podría haber llegado porque el año pasado tardó sólo veinte, confío es poder pagarlo sin problemas.
Además, el cobro trimestral del fondo de pensiones no llegaría hasta dentro de dos meses, y aunque llevo trabajando desde hace veinticinco años y cotizando muy alto desde hace diecisiete, de aquí a veinte años, no pongo la mano en el fuego por el “estado del bienestar”. Antes de la diez, ese día tenía todo resuelto, así que me propuse acostarme no más tarde de las doce, porque si no estoy despierta a las seis y media, no consigo llegar a mi trabajo puntual a las ocho. Mandé a mi hija a la cama antes de la diez y media, aunque nunca consigo que se duerma hasta pasada las once. Esa noche le pregunté cuándo había que pagar el segundo plazo del campamento, ya que el primero, si no se pagaba hace dos meses, no podría mi hija de once años ir a ese campamento, de aquí a cuarenta y cinco o cincuenta días. Mi hija que de aquí a catorce años, es decir, cuando cumpla veinticinco, no se le va a quitar el pavo que le entró desde hace dos, dice que aún no se ha enterado. Le dije que de ahí a un día, o sea mañana o mejor dicho hoy tenía que saberlo, para asegurarnos que lo pagamos a tiempo.
Hoy, que no es ayer, efectivamente llegué antes de las ocho a trabajar porque sí me desperté a las seis y media, aunque no pude esperar hasta las tres para salir y me escapé ante de los quince minutos. Cómo sabía que hasta las tres y media alcanzaría abierta la tienda de mi calle para comprar pan, esquivé un par de atascos y me salté un solo semáforo. Y mientras conducía miraba de reojo el panel del coche que no terminaré de pagar hasta dentro de dos años, para comprobar que o de aquí a mañana echaba gasolina, o no podría andar más de setenta kilómetros.
Y cuado llegué a mi barrio y aparqué, mientras observaba que aquellos era zona carga y descarga de tres a siete, y decidí arriesgarme durante tres horas y media.
He subido a casa, y hace dos horas me exclamé: “¡Ya!, ¡Ahora!, ¡En este momento!: ¡Para!” Luego me he exigido atenerme a un cronometro mental de alta precisión donde la medición de los valores entre segundos se aprecian hasta el infinito........................ .
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(El que tenga un par que escriba todas las cifras que menciono y el que tenga el resto del kit, que las sume)

La caminante: Tengo un plazo..

26 de Mayo 2006

Tengo un plazo..

Tenía el jueves un plazo para pagar el permiso de circulación de mi coche que llega hasta éste treinta y uno, pero como sólo quedaban hábiles un par de días más y sólo se puede pagar de ocho y media a nueve y media y como yo trabajo de ocho a tres, lo intenté pagar ese día, en el que me podía ausentar de mi trabajo de once a tres a causa de una revisión médica que sólo dura de doce a dos y cuyas sesiones acaban de aquí a cuarenta días. Cómo el señor de la caja no se apiadó de mí cuando le dije que si trabajo de ocho a tres, no puedo pagar entre ocho y media y nueve y media, antes de las cuatro ya le había pedido el favor a mi madre que acudiera de ocho y media a nueve y media, a pagar mi permiso de circulación. Mi madre, que hasta las once del día siguiente no tenía ningún compromiso, me dijo que me haría el favor y que me daría el recibo este fin de semana si nos veíamos, o a más tardar, el lunes a las tres y veinte, hora a la que suelo ir a su casa a comer. Después de esta conversación me fui porque quería estudiar en casa de cinco a ocho y estar en ella cuando mi hija viniera del colegio y coja los libros para la clase de inglés que tiene de seis a siete. Antes de empezar a estudiar me senté en el ordenador y el corcho que tengo en frente, donde clavo los recibos y las entradas de los parque temáticos, que entre los cinco y los nueve años, me hizo visitar mi hija, vislumbro el recibo de la contribución urbana que todavía estoy a tiempo de pagar hasta el treinta y uno, no de este mes, sino del otro. Cómo para entonces habré cobrado, no sólo esa nómina, que llega sobre el veintiocho, sino la devolución de hacienda cuyo borrador confirmé hace cuarenta días, y que ya podría haber llegado porque el año pasado tardó sólo veinte, confío es poder pagarlo sin problemas.
Además, el cobro trimestral del fondo de pensiones no llegaría hasta dentro de dos meses, y aunque llevo trabajando desde hace veinticinco años y cotizando muy alto desde hace diecisiete, de aquí a veinte años, no pongo la mano en el fuego por el “estado del bienestar”. Antes de la diez, ese día tenía todo resuelto, así que me propuse acostarme no más tarde de las doce, porque si no estoy despierta a las seis y media, no consigo llegar a mi trabajo puntual a las ocho. Mandé a mi hija a la cama antes de la diez y media, aunque nunca consigo que se duerma hasta pasada las once. Esa noche le pregunté cuándo había que pagar el segundo plazo del campamento, ya que el primero, si no se pagaba hace dos meses, no podría mi hija de once años ir a ese campamento, de aquí a cuarenta y cinco o cincuenta días. Mi hija que de aquí a catorce años, es decir, cuando cumpla veinticinco, no se le va a quitar el pavo que le entró desde hace dos, dice que aún no se ha enterado. Le dije que de ahí a un día, o sea mañana o mejor dicho hoy tenía que saberlo, para asegurarnos que lo pagamos a tiempo.
Hoy, que no es ayer, efectivamente llegué antes de las ocho a trabajar porque sí me desperté a las seis y media, aunque no pude esperar hasta las tres para salir y me escapé ante de los quince minutos. Cómo sabía que hasta las tres y media alcanzaría abierta la tienda de mi calle para comprar pan, esquivé un par de atascos y me salté un solo semáforo. Y mientras conducía miraba de reojo el panel del coche que no terminaré de pagar hasta dentro de dos años, para comprobar que o de aquí a mañana echaba gasolina, o no podría andar más de setenta kilómetros.
Y cuado llegué a mi barrio y aparqué, mientras observaba que aquellos era zona carga y descarga de tres a siete, y decidí arriesgarme durante tres horas y media.
He subido a casa, y hace dos horas me exclamé: “¡Ya!, ¡Ahora!, ¡En este momento!: ¡Para!” Luego me he exigido atenerme a un cronometro mental de alta precisión donde la medición de los valores entre segundos se aprecian hasta el infinito........................ .
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(El que tenga un par que escriba todas las cifras que menciono y el que tenga el resto del kit, que las sume)

Escrito por La caminante a las 26 de Mayo 2006 a las 07:08 PM | TrackBack
Comentarios

A decir verdad me perdí con tanta cifra, es más, no controlo ni las propias. Un fuerte saludo.

Escrito por Javi a las 26 de Mayo 2006 a las 08:03 PM

Aunque es sabido que la contestación a la pregunta última es 42, no te obsesiones con los números que es la Vida, no el Codigo Da Vinci :) AnimOs y un ábaco para lo cotidiano :)

Escrito por mOe:) a las 29 de Mayo 2006 a las 11:00 AM

Esto me vuelve a recordar que se me ha pasado el plazo para pasar la ITV... ya van 7 días!

Uff, qué pereza... y qué agobio de post!, me ha recordado a mis inviernos, cuando no hay trabajo, no hay dinero y hay finales de mes con domiciliaciones eue no entienden de temporadas bajas y altas.

Un beso.

Escrito por once a las 7 de Junio 2006 a las 02:15 PM

Yo que entro en los blogs a relajarme un rato he acabado estresado con tus peripecias cotidianas. Para un poco y relajate te hará falta para seguir para delante. Besos.

Escrito por elbucaro a las 10 de Junio 2006 a las 01:40 AM
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